lunes, 19 de mayo de 2014

SI TODOS ME QUISIERAN IGUAL QUE TÚ ME QUIERES







Si todos me quisieran igual que tú me quieres,
con ese corazón de niño sin malicia,
con esa mirada más limpia que la nieve,
con esa sencillez de sol amanecido,
con toda la ternura que cabe en un beso
que se da con el alma sin pedir nada a cambio…

Si todos me quisieran igual que tú me quieres,
yo volaría a la isla de la luz
donde no existe sombra alguna de maldad,
para nacer de nuevo y convertirme
en agua, en aire, en lumbre…, en flor
que se ofrece y no hiere y todo le parece hermoso.  

Si todos me quisieran igual que tú me quieres,
y sin decir palabra, tomándome de la mano,
me llevaran a jugar a su mundo de ilusiones,
y juntos hacer torres con hexaedros de letras
que después de llegar a las estrellas
se caen entre risas y asombros siempre nuevos;
y con las llaves de plástico abriéramos puertas
para que tengan libertad todas las alas
mientras dejamos que un tren de colores
gire a nuestros pies como la vida misma…

Si todos me quisieran igual que tú me quieres,
y se dejaran llevar, como tú, en mis brazos
para juntos contemplar las infinitas maravillas
que nos rodean a cada paso y cada instante…

Si todos me quisieran igual que tú me quieres,
yo me convertiría también, como tú,
en un niño de poco más de un año con sangre de ángel.

Si todos me quisieran igual que tú me quieres,
yo sería casi Dios,
Dios mismo de mi propio universo.

Pero como no todos me quieren
igual que tú me quieres,
tu amor me sirve, al menos,
mi pequeño Ramón Alexandros,
para saber a qué sabe el reino de los cielos.







jueves, 8 de mayo de 2014

MÁS GRANDE ES LA CAÍDA

Qué grande es estar en el poder y qué triste cuando se deja de estar. Y cuánto deben sufrir los que lo han disfrutado desde la soberbia y la arrogancia.

He conocido a muchos políticos a lo largo de mi vida. Y entre ellos, especialmente, a los que han tenido cargos en mi pueblo en cultura. Con todos he mantenido más o menos relación. Algunos tan loables que me negaron la más mínima ayuda, no económica, que también, sino de ánimo. Concejales, en su mayoría, que eran tan arrogantes que solucionaban los problemas desde la indolencia cuando no el desaire. Concejales de izquierdas y derechas. Da igual. Concejales que se declaraban preocupados por la realidad cultural, que se enfadaban cuando no se llenaban los locales en los actos que organizaban, que expresaban en los medios de comunicación que lo más importes de los pueblos era la cultura, porque es lo que nos hace mejores y más grandes y con más valores, por lo que todos debíamos implicarnos activamente en favorecerla y mejorarla…, pero que fue dejar el puesto y no verlos ya, ni por asomo, en ningún acto. Absolutamente en ninguno. ¿Ya no era importante la cultura? Políticos, en general, alcaldes y concejales, que se negaban a recibir a sus ciudadanos, esos hombres y mujeres en los que reside verdaderamente el poder, según nos recuerdan cada vez que hay elecciones, para ahora no ser ellos recibidos ni en su propia casa. Políticos que ni respondían a los escritos oficiales que se les enviaban. Políticos a los que para ver y expresarles propuestas, o pareceres, o quejas -¿por qué no?-  había que pedir audiencia y luego ya veremos. Políticos que no haya miedo que te saludaran si tú no los saludabas primero. Políticos a los que había que reservar los puestos de privilegio y eran agasajados con invitaciones, honores, presidencias, copas de vino, banquetes…, y que ahora andan solos por la calle, sin que apenas alguien se digne siquiera a mirarlos.
 
Y no aprenden los que siguen, los que están. Se creen eternos. Comenten los mismos errores. Saben que te tienen en sus manos mientras mandan. Saben que son suyos los edificios, los teatros, los recintos, la creación de eventos, las contrataciones, los nombramientos, las decisiones, la ciudad entera… y se endiosan. Lo saben pero lo olvidan. Olvidan que tarde o temprano, más bien temprano que tarde cuando la ineptitud es además el faro que los alumbra, se tendrán que ir…, y entonces, sólo entonces, por más que lo sospechen, comprobarán lo tremenda y dura que es la vida.

Así que, amigos del poder, sólo tenéis dos caminos: o actuar con altas miras desde la sencillez, dando todo, pero todo de verdad por el pueblo, acudiendo a cuanto surge para bien de la ciudad, sembrando justicia, amabilidad, entrega, facilitando propuestas y labores, escuchando, alentando, dando participación, sirviendo honestamente…, o actuar desde la arrogancia, la prepotencia, el aquí el que manda soy yo… En ambos casos, al dejar el poder, bajaréis al infierno de ser nadie. No os quepa la menor duda.  Pero actuando de la manera primera quedará, al menos, un respeto profundo en el corazón de muchos junto a alguna que otra palabra amable. Mientras que actuando de la segunda forma, sólo recibiréis la indiferencia y el silencio desde el corazón vacío de todos porque nada noble sembrasteis en él.

Y es que cuanto más se sube por la escalera del engreimiento, más grande es la caída.