miércoles, 23 de julio de 2014

EL VUELO DE LOS PÁJAROS

Cuentan que un caminante llegó, después de muchos años de andar buscando un sitio donde pudiera aprender el secreto de los pájaros, a un pueblo perdido en la sierra, cerca del mar. Le gustó el ambiente. Las gentes parecían amables, las plazas tenían un cierto aire romántico, como dormidas en los siglos, y el paisaje que lo rodeaba invitaba a la meditación y la paz. Incluso presentaba por la parte norte, mirando a las aguas inmensas y azules, un desfiladero de gran altura y tremendamente escabroso. Lugar donde el caminante se dirigía todos los días, sobre todo al amanecer o al atardecer, y se sentaba cerca del filo para poder estudiar con más detalle el vuelo de las aves.

            Pero se equivocó. Cuando pasó un cierto tiempo, los habitantes del pueblo comenzaron a criticarlo. Que si era muy callado, que si no visitaba los bares, que vestía muy raro, que siempre estaba leyendo, pintando o tocando una vieja armónica… Y mucho peor, no tardaron en llegar las calumnias: que si era un brujo que por las noches invocaba al diablo, que se le estaba poniendo cara de jilguero, que bebía sangre…

            Hasta que un día estalló una tremenda tormenta cuyo granizo, más que granizo bolas de hielo, casi destroza el pueblo por completo. La rabia era inmensa. El odio enrojecía los ojos y los corazones. Las ganas de encontrar un chivo expiatorio, impresionantes. Y claro, todas las miradas se pusieron en el perfil del caminante, culpable sin juicio de todos los males. Fueron a la casa. A patadas rompieron la puerta. Lo sacaron a empujones y lo llevaron, a golpes de pedradas, insultos y desprecios, incluso de escupitajos e insultos, hasta el acantilado. Lo mejor para todos era arrojarlo y que se lo comieran los buitres.

            Y así fue. Todos a una lo llevaron al precipicio. Y, sin miramientos, entre varios, que lo tomaron como a un saco de carne, lo lanzaron al abismo… No lo vieron caer. La pendiente era demasiado vertical como para asomarse. Y se marcharon. Pero de repente, un niño que volvió la cabeza gritó: “Mirad, el forastero va volando”. Y al girarse, todos vieron que a lo lejos, elevándose hacia las nubes, como un fénix de luz, el forastero ascendía mientras un puñado de pájaros iba delante a modo de un cortejo de eternidad. 

            Desde que era niño soñé con volar. De joven, Juan Salvador Gaviota fue mi ídolo. Más tarde, cuando vi que sobre mi balcón las golondrinas construyeron varios nidos que podía tocar con la mano, y que después de cada invierno regresaban, supe que ellas me comprendían. Es como si me estuvieran diciendo que me consideraban su amigo y confiaban en mí. Hoy, después de muchos viajes por senderos y caminos diferentes, y llegar a pueblos perdidos, comienzo a darme cuenta de que las piedras, los escupitajos, los insultos, las calumnias… ya no me afectan… Lo mismo es que comienzan a crecerme alas en el alma y puedo volar cuando las sombras me lancen al vacío.   


jueves, 3 de julio de 2014

SE ESTRENÓ “MALOS TRATOS” CON EXTRAORDINARIO ÉXITO

En el Teatro Darymelia de Jaén, el pasado 25 de junio, a beneficio de la Cofradía del Santo Sepulcro, costando la entrada doce euros, lleno, el Grupo de Teatro “Maranatha”, que dirijo, estrenaba la obra “Malos tratos”, que yo mismo había escrito hacía ya más de un lustro. 

Confieso que no estaba nervioso, al menos no tanto como en otros estrenos. Hacía más de dieciséis meses que los miembros del grupo comenzamos a ponerla en marcha. Los papeles eran difíciles de interpretar, con infinidad de matices, con gesticulación precisa, con vivencias constante, con tonos y movimientos capaces de crear tensión desde el primer momento de abrirse el telón. Con luces que requerían de mimo y una música que precisaba ser genial. Costó un par de abandonos y hubo que recurrir a nuevos actores que, después de sus largas jornadas de trabajo, tardes y noches, domingos y festivos, se comprometieron a sacarla adelante contra viento y marea. Yo animaba cuando los veía venirse abajo y ellos me levantaban cuando me veían decaído. Y así, día tras día, desde una generosidad y sacrificio infinitos, por fin decidimos representarla en Jaén. Pero no pudo ser. Todos los días hasta Navidad el teatro estaba ocupado.  

El Ayuntamiento de Málaga, enterado del tema, estaba dispuesto a darnos un espacio escénico para el estreno. Pero Málaga estaba lejos de los nuestros. Lo pensamos. Y cuando estábamos a punto de aceptar y comprometernos, el Presidente de la Agrupación de Cofradías de Jaén, sabiendo de la necesidad de la Hermandad del “Sepulcro”, salió al paso e hizo las gestiones de estrenarla en la capital del Santo Reino, sin éxito, porque el problema de estar ocupado el teatro era tan real como doloroso. Pero una vez más surgió el milagro y una compañía que estaba comprometida para el 25, avisó de su renuncia por motivos que ni interesan. Y se nos concedió a nosotros.

Todo lo demás es voz populi. El éxito de los actores fue extraordinario. Su interpretación asombrosa. La atmósfera que crearon hizo que el público ni respirara. Hubo un silencio que se podía cortar, sólo roto por el aplauso que en numerosas ocasiones se nos regaló cuando hay que decir que ninguna escena, por la crudeza y tragedia con la que se presentaba, invitaba a hacerlo.

Los abrazos fueron sinceros. Las exclamaciones llegaban a lo más hondo del corazón. Las enhorabuenas emocionaban… Y yo, tras apartarme para dar gracias, miraba desde lejos a José Luis, José Manuel, Mari Ángeles, César, Sonia, Juani, Fernando, Javier y Lucía… Y los miraba mirando hacia el futuro, como viendo a través de un espejo transparente, pero diciéndome que ahora tocaba vivir este momento gozoso…, para después…, para después seguir soñando el sueño que Dios quiera.