viernes, 22 de mayo de 2015

EL SAN JUANITO DE MIGUEL ÁNGEL


He asistido en la sacristía de la catedral de Jaén a la conferencia pronunciada por Francesco Caglioti, de la Universidad de Nápoles, titulada “El San Juanito de Úbeda, obra maestra del joven Miguel Ángel”.

En ella, el ponente ha dado razones más que suficientes para demostrar que esta escultura del pequeño predicador del desierto es, de manera definitiva, obra del genio del Renacimiento cuando contaba con tan sólo veinte años, y a la que hacen mención sus biógrafos.

Para ello se ha basado en estudios y fotografías, comparaciones, análisis y eliminación de otras figuras de pequeños precursores parecidas que también se le han venido atribuyendo a Miguel Ángel.

Por último, trató de analizar la manera de llegar la escultura a la ciudad de los cerros. Para ello logra enlazar la cadena de herencias de las obras de arte de los Médici hasta desembocar en Cosme I que, por interese políticos, para poder afianzarse en el poder del estado florentino, necesitaba un importante apoyo, y ninguno mejor que el que podía prestarle al rey Carlos V. Y en ese camino estaba su omnipotente secretario encargado de los asuntos de Italia y ultramar, y gran interesado en la posesión de obras de arte, recibiendo en su carrera importantes dones diplomáticos. El conferenciante indica que en estas circunstancias lo mejor era regalar a Cobos algo de gran valía, por lo que asegura que ello fue la figura en mármol del San Juanito. Corrobora además esta idea el hecho de que en el año 1541, Cosme ya no tenía esta obra, ya que, por palabras literales del ponente, “éste pidió prestado a la familia Martelli el San Juan adolescente de Donatello para colocarlo en el centro de todo el aparato del bautismo de Francesco, su primogénito”. Una petición, continúa indicando Caglioto, “algo rara si él hubiera poseído el San Juanito de Miguel Ángel”.

El San Juanito fue llevado a Úbeda, vía Cartagena, por dos razones, la primera porque a Cobos no le convenía exhibirla en la corte, por entonces itinerante, evitando así de paso los comentarios un tanto dispares en cuanto a la cantidad y calidad de los regalos que recibía, y la segunda porque por entonces el secretario contaba ya con sesenta años de edad, y pretendía recoger todas sus posesiones artísticas en sus tierras andaluzas, como ostentación pública con la intención, de nuevo en palabras de Caglioti: “ de servirle para la ostentación pública de su piedad y de su celebración funeraria”.

Orgullo por lo tanto saber, casi a ciencia cierta, que el San Juanito, tan considerado siempre en nuestra ciudad, y que fue vilmente hecho trozos el 26 de  julio del año treinta y seis, y ahora, tras dos décadas de trabajos exhaustivos en el prestigioso Opificio delle Pietre Dure de Florencia, restaurado partiendo de los diversos y escasos fragmentos, entre ellos parte de la cabeza, que fue arrojada a la hoguera ennegreciendo su mármol de Carrara irremisiblemente, vuelve a tener forma y, tras ser exhibido en el Museo del Prado, regresar a su Capilla del Salvador para admiración de todos.

Enhorabuena a cuantos lo han hecho posible y felicidades a Francesco Caglioti por demostrar que el pequeño que al crecer será voz que clame en el desierto, y “el que de mujer no se ha levantado otro mayor”, según palabras de Jesús de Nazaret, es obra nada menos que de uno de los grandes genios de la Historia. Y para poner punto y final a las dudas, concluyó el profesor Caglioti su conferencia mostrando en una pantalla la pintura de Azor y su hijo Sadoc, de la genealogía de Cristo, realizada también por Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, y en donde el pequeño niño tiene un parecido tan asombroso respecto a la escultura del San Juanito que, esta prueba sólo, es suficiente para convencer hasta el más escéptico de que ambos niños no pueden ser más que obras salidas de una misma mano: la del genial Miguel Ángel Buonarroti.




miércoles, 13 de mayo de 2015

CORRUPTOS

Que España es un país de corruptos no puede negarlo nadie. Que también hay muchas personas honestas y justas, no cabe duda. Pero a mí lo que más me preocupa es que no se tomen las medidas necesarias y precisas para que aquéllos que han cometido el delito de apropiarse de lo indebido no acaben, no sólo cumpliendo condena, sino devolviendo hasta el último céntimo. “Usted, hasta que no devuelva todo lo robado no pueda salir a la calle.”

Pero también aquí tengo que hacer un inciso. Igual de severo que debe ser el castigo para el ladrón, deber serlo para aquél que, movido por el odio, la venganza o la maldad, levante un falso testimonio y una calumnia contra quien tiene las manos limpias y nada ha quitado a nadie.

Lo digo por la prensa, tan dada a la difamación y al sensacionalismo. Capaz de lanzar al aire noticias injustas y falsas con tal de dañar a quien no se ha rendido a sus pies, no entra en su juego de intereses o le hace algún tipo de sombra. Y lo digo, igualmente, por aquellas personas que, en los pueblos, dicen falsedades de éste o aquél, adjetivándolo de infundios, lanzando al aire, en modo parecido a lanzar las plumas negras de una gallina por las calles, difamaciones e injurias, para luego, como le dijo que hiciera aquél santo sacerdote a un difamador que fue a confesarse, fuese días después a recogerlas. “¡Imposible!” Respondió. Pues igual de imposible es de reparar una calumnia lanzada, y más cuando el propio calumniador no sólo no se arrepiente sino que sigue alardeando de su mentira y su maledicencia. Aunque este tipo de personas son muy tristes, porque ya llevan en el pecado la penitencia, y la lengua, si se fijan bien, manchada de cieno venenoso con el que han de tener cuidado para no mordérsela, porque de hacerlo acabarán amortajados por su propio veneno.

La corrupción verdadera no se puede consentir. Y no ha de ser el hecho de acabar con ella sólo cosa de políticos, sino de los ciudadanos, de todos los ciudadanos, de todos los hombres y mujeres que componen la sociedad. Lo que no puede ser es que sabiendo y teniendo pruebas de que alguien es un malhechor y un mangante, amigo de lo ajeno, lo ocultemos, hagamos como que miramos para otro lugar e incluso lo alabemos. Porque cuando la corrupción no se ataja y se corta con la hoz de la justa coherencia, la cizaña crece más que el trigo y aflora más la corrupción.

Y en España está pasando esto. Y al no cortarse la corrupción como es debido, al no aniquilarla de un tajo, hace que broten corruptos y vivales por todos sitios. Y prueba de ello es que los partidos tradicionales siguen llevando en sus litas a políticos basura. Y los nuevos…, bueno, los nuevos partidos es ya el colmo, porque a éstos se han arrimado no sólo los pillos, vivales y sinvergüenzas para ver si, ante su espesa mediocridad, se hacen con un puesto y viven, como sanguijuelas, a costa de los demás, sino a pícaros y descarados que ya van con la clara intención de robar a manos llenas, porque está visto que aquí somos muy estrictos con los desgraciados que hurtan un pan para que coman sus hijos, pero muy blandos, blandísimos con los poderosos y los que nos gobiernan… Y si no que se lo pregunten a Urdangarín, la infanta Elena, Camps, Blanco, los Puyol, Bárcenas, Matas, Rato, Viera, Fernández, Lanzas… y tantos y tantos que ya hasta hemos olvidado sus nombres. Y ahí está la clave del corrupto. Clave que además enseña el camino a los corruptos que son y quieren serlo: vivir mientras no me pillen, y si me pillan a aguantar la tormenta hasta que pase el chaparrón y después a disfrutar a pleno sol de la cómoda playa de las ganancias. Y que me quiten lo bailao.