lunes, 26 de septiembre de 2016

PESTEPOESÍA

El mundo siempre ha estado loco, pero ahora más. Los seres humanos parecemos sombras vagando de un sitio para otro sin rumbo. El descontrol nos embarga. La falta de valores nos deshumaniza.  Los esquemas de ser no existen. Hasta lo más mínimo se pone en evidencia, en duda. Nada hay que no sea relativo y efímero. Destruir por destruir sin construir es el motor. … Todo, en fin, es un amasijo de colores informes mezclados con negro que al final da una masa hacia lo oscuro en la que ya no se sabe dónde está lo bello y lo horrible, lo bueno y lo malo, lo serio y lo grotesco, lo sublime y lo vulgar.

Y donde mejor se puede apreciar este desorden es en el arte. Con tal de alcanzar la fama se buscan nuevos caminos, nuevas formas, nuevas maneras y nuevos modos, y como ya todo está inventado, se llega a creaciones, manifestaciones y expresiones que rayan lo ridículo cuando no lo esperpéntico. Y como todo vale no son pocos los mediocres que visten al rey de lo artístico con el traje invisible de la nada mientras se las dan de inteligentes y llenos de talento, convenciendo a los demás de que quien no ve el vestido del rey es porque es idiota, poco culto y anticuado. Y así vemos formas sin forma, continentes sin contenido, fundamentos sin fundamento… en la pintura, en la escultura, en la arquitectura, en la música… y en la literatura. Y dentro de la literatura, en la poesía.

Qué pena con la poesía. Qué lástima lo que están haciendo con ella sobre todo los adalides del panorama oficial y oficialista y sus vulgares e incautos imitadores, que los hay y bastantes, por aquello de la gran facilidad a la hora de componer. Grupos de hipócritas engreídos que visten con caras camisetas o camisas negruzcas cual si fueran de pobres jornaleros compradas en el mercadillo de aldea, y van como sin lavar y sin peinar, pavoneándose de su izquierdismo falso, pero que luego viven en castillos de lujo y no hacen por nadie ni dan ni un céntimo a nadie. Corporaciones cerradas de camaradas que se reparten entre ellos las adineradas tartas de los simposios, congresos, convenciones, subvenciones, cursos de verano, publicaciones, premios y condecoraciones. Poetas que salen en la televisión y demás medios, por aquello de la fama, para después atraer a la gente a sus actos, dándoselas de intelectuales que todo opinan cuando no saben ni hablar. Recitando poemas que no entienden ni ellos. Destrozando técnicas, rimas, ritmos, musicalidad, métricas, lirismos, figuras, conceptos, ideas…, porque no hay que tener ataduras, porque hay que romper, porque el verso es libre, como surja, como llegue, como salga, como le salga a uno de… Y, claro, al final lo que sale es una chapuza, un churro, una amasijo de letras y palabras que da igual cómo se pongan, como se separen y como se lean, porque nada dicen, nada conmueven, nada impresionan… Todo un
jeroglífico que te deja con la cabeza caliente y el corazón helado. Pero eso sí, viste mucho ir a un recital de estos genios: allí se ve a ellos interpretar como dioses del parnaso y al público atendiendo y asintiendo con gestos evidentes de intelectuales recién salidos del paraninfo de los superdotados. 

Qué pena con la poesía. Qué lástima que tan hermoso arte, el más puro, el menos comercializado, el de más altura porque sólo puede brotar del alma, haya llegado a tan abismal sepulcro. Porque la están matando. Sólo está quedando para ser leída y escuchada por minorías en los salones de los vivales con barroquismos de falsedad…, pero lejos, muy lejos de los niños, de aquellos que en otros tiempos tanto gustaban del verso, y los leían y los componían y hasta hacían con ellos flores con los que llenar las lapidas de sus seres queridos como homenaje último más sentido; niños porque a ellos, se pongan como se pongan, no los pueden engañar, porque ellos saben muy bien que el rey va desnudo, que la poesía de los corifeos del presente es amorfa, sucia, grosera, banal, anodina, fría, prosaica, aburrida…, no llega, no cala, no transmite, no dice nada. Y de ahí también que no quieran saber nada de ella, y no sólo la indiferencien, la aborrezcan y la detesten sino que desde su corazón la llaman, no ya antipoesía, ni contrapoesía, ni apoesía, ni proesía…, sino pestepoesía, porque los niños, ellos, la gente sencilla, sensata, veraz, honesta, de corazón limpio, se aparta, corre, se larga, huye de ella…, huye de ella, eso, como de la peste.     

   

viernes, 9 de septiembre de 2016

LOS INTERESES CREADOS

Cuando Jacinto Benavente escribió “Los intereses creados”, estrenada el 9 de diciembre de 1907 en el Teatro Lara de Madrid, bien que supo el autor que había compuesto una obra genial que perduraría en el tiempo y se convertiría en clásica.

Y así fue y así ha sido. Todavía se sigue representando esta obra en numerosos espacios escénicos y raro es el grupo teatral tanto de profesionales como de aficionados que no la haya puesto en escena. Y es que, aunque se encuadre dentro del género de la comedia, es tanto su contenido, su verdad, su crítica, su arranque de máscaras, que te asegura el éxito, tal como fue desde el comienzo, cuando nada más cerrarse el telón del estreno ya contó con el reconocimiento, el aplauso y la más alta valoración de crítica, intelectuales y público.

Genial la obra. Única para mí. Una lección que en menos de dos horas nos desnuda y desnuda a la sociedad de ayer y de hoy, de siempre. Una obra que sólo viene a decirnos que ni hombres ni mujeres, ni ricos ni pobres, ni jóvenes ni viejos, ni listos ni torpes, ni cultos ni incultos, ni pícaros ni honrados…, nada, que no, que aquí, en esta vida nuestra, no hay más que un tremendo entramado de intereses que nos lía, nos envuelve y nos mueve.

Y así podemos apreciarlo cada día. Basta solo con mirar a nuestro alrededor: cada uno va a lo suyo, a ver lo que puede sacar, a ver por dónde tirar según el provecho que se obtenga, a ver cómo actuar para alcanzar lo propuesto, a pensar de esta o aquella forma y pertenecer a ese o aquel grupo si con ello logro los objetivos deseados… Y de este modo somos dados a la familia y a la amistad si se entra por el aro y se sacan réditos… Y hay más, incluso en lo más sagrado, en el amor, no son pocos los que más que dejarse llevar por el corazón se dejan llevar por la cartera… Y es que la vida es así: intereses, intereses y más intereses.

Intereses creados. Y ahora incluso más que nunca. Y si no, fíjense en los políticos que tenemos sentados en el congreso. Ninguno piensa por él mismo, todos son robots que obedecen al amo por interés, todos son egoístas, falsos, mentirosos y embusteros que hablan de servir al pueblo, de mejorarlo, de buscar su bien, cuando sólo buscan su codicia, vanidad, y su propio provecho, incapaces de ser generosos, de levantarse más allá del suelo, de llegar a un acuerdo. Y ahí andan, mirándose el ombligo, pese a saber que están en un país casi en ruina, en la cuerda floja, carcomido por el paro, lleno de enchufes, resquebrajado, sucio de corrupción generalizada, amenazado de ser intervenido, multado, sin presupuestos y sin gobierno después de casi un año… Ahí andan, pese a saberse además insultados, desvalorados y criticados por la inmensa mayoría de los ciudadano…, tan tranquilos. Ahí andan, haciendo circo, sonriendo, enriqueciéndose, con más cara dura todos que el cemento armado… ¿Y todo eso por qué? ¿Por el bien de España…? No. Qué va. Por el bien propio, por egoísmo, por el interés personal, sólo por el interés… Y maldito interés. Algo vergonzoso que ya hasta raya lo ridículo. Esperpéntico, de risa, cómico…, tal cual la trama y los personajes de la soberbia y eterna obra de Benavente.