viernes, 22 de noviembre de 2019

EL MAYOR ESCÁNDALO DE CORRUPCIÓN


Uno tiene que tomarse en broma lo que muchos dicen acerca de los EREs. En especial los comentarios de ciertos tiralevitas que, por pagos y favores prestados, o bien para alcanzar privilegios, cargos, reconocimientos, subvenciones o mejores puestos en las próximas listas electorales o porque simplemente están orgullosos de ser socialistas desde el vientre de su madre, hacen al respecto.

Y lo hacen de tal manera que dan vergüenza ajena. Retorciendo las premisas de los silogismos para crear una verdad que no hay por dónde cogerla. Porque no hay por dónde coger lo que ha pasado en Andalucía. No lo hay porque esto ha sido algo más que un robo descarado, una atrocidad que nos ha costado, por lo pronto, según sentencia, a todos los españoles y en particular a los andaluces 680 millones de euros y donde tenemos a más de quinientos imputados y cerca de doscientos juicios pendientes todavía al respecto, aparte los que ya han prescrito por manejos y dilaciones de una juez que hasta está denunciada por la fiscalía, impulsores durante diez años como mínimo de una terrible trama operativa, de dopaje político, de caciquismo barriobajero, de redes clientelares para cobrarlos en votos, de llevarse muchos de ellos a sus cuentas particulares el dinero de los parados y más pobres, y ver además que les sobraba, tanto que algunos hasta han llegado a gastarlo en drogas y putas, cuando no en asar vacas.

No. Uno, por muy de izquierdas que sea, no pude justificar este horror. No vale con eso de que los demás son también corruptos. Ya lo sabemos. Otros indignos sinvergüenzas. De acuerdo. Ni vale tampoco buscar otras excusas basadas en el tiempo y en el espacio… Ni esconderse bajo los paraguas y los chubasqueros de medios afines y dejar correr algunos días hasta que la tormenta amaine. Ni decir que hay que callar hasta que el supremo y luego Estrasburgo y más tarde el tribunal de los tribunales, es decir hasta que todos estemos cadáveres, den su veredicto. Que no. Que cuando a uno lo pillan con el carrito del helado solo vale aceptar el error, pedir perdón, cargar con la cruz que le venga impuesta en justicia y asumir responsabilidades. Y los que lo estamos viendo desde la barrera, silbarles con desprecio y exigirles que devuelvan hasta el último céntimo. Y cuando vengan por la ciudad, no ir como hace años corriendo a llevarles sumisos las tapas y las cervezas ante la arrogancia de los personajes, sino ponerse del lado de la luz y exigirles moral, dignidad y coherencia.

Yo estoy deseando encontrarme un político que cuando él cometa un acto de corrupción probada, no calumnias, y ratificada por los jueces, no se ponga ninguna venda, sino que lo acepte y lo reconozca ante los demás con decencia, humildad y responsabilidad. Y si son los suyos los que lo han hecho, salga, al menos, reprochándoselo y aceptándolo también y reconociéndolo sin excusas. 

Lo que no puede ser es la doble, triple y quíntuple vara de medir. Lo que no puede ser es la hipocresía y el cinismo hasta el extremo, lo que no se puede permitir es que lo de Andalucía sea para el PSOE algo del pasado sin mucha importancia, cosas que pasan. Para Podemos un desliz culpa de bipartidismo y, por supuesto, de la derecha rancia, pero que no obstante les ayudará para tener más fuerza en el pacto de estado y tocar más poder, lo único que en realidad les importa. Y para los golpistas, separatistas, proetarras  y demás “amantes” de nuestra España un motivo más para, bajo cuerda, arengar a los suyos a mantenerse firmes en sus objetivos aniquiladores mientras hacen como que miran, con sorna y regodeo, hacia otro lado para sacar más tajada.

Que no. Que esto no es ser progresista ni es progresismo. Que no, que no les deis más vueltas, que lo de los EREs andaluces es el mayor escándalo de corrupción con dinero público que se ha dado en la historia de España y de la Unión Europea.

Que sí.        

sábado, 2 de noviembre de 2019

EL CAMPO DE BATALLA DE LA VIDA


La vida es un campo de batalla. La extensión del tiempo es una zona entre dos trincheras desiguales. Nada más nacer llegas desarmado a la que te corresponde y estás obligado a avanzar. En frente te asignan a un francotirador que, apostado en su parapeto, buscará por todos los medios acabar contigo, de manera persistente, sin parar hasta lograrlo. Cuanto más lejos estás y más medios pones por delante, menos posibilidades hay de que lo consiga. De vez en cuando dispara, pero hay muchas probabilidades de que la bala no llegue, o pase de largo, o solamente te hiera. A medida que avanzas, el peligro es mayor. Y cuando estás muy cerca de su línea, entonces es ya muy fácil apuntarte al corazón y no fallar.
                                
Los francotiradores, espectros casi inmortales, programados, viven de matar. Son seres oscuros, invisibles, sin conciencia, inmisericordes, persistentes, obstinados.

Son defensores a ultranza de un enigmático territorio de sombras. De vez en cuanto, los que están en la misma zona, deciden ponerse de acuerdo a la hora de disparar, y si lo llevan a cabo con insistencia se habla de grandes tragedias y accidentes colectivos.

Los de esta parte vamos bordeando parajes, escondiéndonos entre rocas, arrastrándonos por el suelo, nadando por ríos, resguardándonos entre árboles… Hasta que la bala nos alcanza. Entonces, el final puede ser inminente o, de ser heridos, entrar en un periodo de convalecencia de la que se puede o no salir. Y de salir, seremos irremediablemente dianas de nuevos disparados. Y así hasta que llegue el impacto certero y definitivo que te convierta en polvo. No hay escapatoria.

Durante el recorrido de avance, intentamos no pensar en la amenaza, trabajar para poder subsistir, distraernos, divertirnos, entretenernos, relacionarnos y mal relacionarnos, ir tirando… Y aunque sabemos que allí enfrente tenemos a nuestro impasible e incansable francotirador con el rifle cargado, buscamos olvidarlo, pensando en el fondo que fallará, o andará dormido por largo rato, o que soy tan listo que puedo driblando con agilidad haciendo difícil que me abata… Hay quienes incluso creen que tras caer contra el suelo atravesado por el proyectil, si tu avance ha sido honesto, dado al amor y la ayuda, y con fe en un Dios, podrás atravesar la ciudad de la oscuridad de los tenebrosos francotiradores y llegar a un reino de la luz infinita y eterna.

¡Quién sabe! Lo único cierto es que morimos mientras avanzamos. Que vemos con absoluta claridad que quienes iban por delante, o a nuestro lado, e incluso por detrás, van cayendo, desapareciendo, deshaciéndose, dejándonos… Y que nada podemos hacer por evitar que nuestro asesino, tarde o temprano, se salga con la suya. No hay manera. Él es tan imperturbable, duro y frío que no se deja sobornar, ni engañar, ni doblegar. Ni siquiera conoce el olvido. Te la tiene sentenciada desde el mismo momento de ser y no parará hasta salirse con la suya.

Yo conozco al mío. A medida que me voy acercando a él, sin verlo, veo que anda dejando escapar una mueca de jactancia por ese extraño rostro suyo medio tapado por el fusil que fijamente me apunta con el dedo puesto en el gatillo.  

Y desde aquí, antes de caer, quiero que sepa que lo perdono dentro de la pena que me da. Al fin y el cabo, además de tener un aspecto horroroso, no es un ser libre, por lo que bastante desgracia tiene ya. ¡Bah!