sábado, 19 de diciembre de 2020

UNA VEZ QUE LA PANDEMIA PASE



                                            Una vez que crucemos este túnel
                                            de llanto consumido en la tristeza,
                                            de soledad marchita por las horas,
                                            de fría calavera…

                                           Una vez que este eclipse que nos cubre
                                           con el velo terror de una pandemia 
                                           deje paso a la luz de un sol radiante
                                           y derrita la niebla…

                                           Sabremos valorar lo que es la vida, 
                                           el sentir de un abrazo, estar en fiestas,
                                           compartir una copa, un pan, un beso…
                                           andar en primavera. 

                                           Salir en procesión el Viernes Santo,
                                           juntarnos a cenar en Nochebuena,
                                           bañarnos en el mar y hacer amigos,
                                           jugar a ver quién juega.

                                           Volar con alas libres y de sueños.
                                           Viajar a los confines de la tierra.
                                           Descorrer los cerrojos de los miedos
                                           y romper las cadenas.

                                           Sabremos valorar lo que es rezar,
                                           con serena esperanza y honda pena,
                                           por aquellos que estaban y se fueron 
                                           sin un adiós siquiera.

                                           Sabremos valorar lo que es amor,
                                           lo que es palpar el alma que se entrega,
                                           el gozo que da el fuego en el invierno,
                                           lo hermoso de un poema.

                                           Cuando esta oscura noche se derrita
                                           y todo vuelva a ser como antes era
                                           –si no mejor–, si aún sigo con vida, 
                                           me tatuaré una luz en la conciencia
                                           para nunca olvidarme del valor
                                           que tiene un día cualquiera.


                Mientras tanto, FELIZ NAVIDAD A TODOS, dentro de lo que cabe.

  

sábado, 5 de diciembre de 2020

MARADONA

Confieso que me gusta el fútbol, deporte que he practicado y veo algunas veces. Y manifiesto que cada vez que he visto que se le ha dedicado a Maradona, antes de comenzar un partido, un emotivo minuto de silencio como homenaje, me ha dado que pensar. Como me ha hecho pensar el enloquecido y vergonzoso espectáculo de las masas estando de cuerpo presente.

Diego Maradona, como hay otros, era un genio del balón. Cierto. Una de esas personas tocadas por los dioses. Alguien capaz de crear arte, sentimientos y pasión en una cancha verde. Alguien, además, con carisma, atractivo, con don de gentes…, pero también un elemento, un degenerado, incoherente, cambiante, mujeriego, avasallador, abusador, irresponsable, endiosado...

Es decir, un Maradona genio dentro de un Diego botarate.

Genio porque con la pelota en los pies hacia lo que pocos. Botarate porque su vida fuera de un campo no hay por donde cogerla. Diego ha sido de todo menos ejemplar. Capaz de ponerse una camiseta con el eslogan NO A LAS DROGRAS siendo un drogadicto, antes, durante y hasta el último día. Incoherente total, predicador de claridades que trató con mafias, progresista de bocilla, capaz de ponerse a favor de los dictadores comunistas en pro de los pobres, según decía él, cuando vivía y ha vivido como lo que era, un capitalista supermillonario nadando en el lujo, el desenfreno y el derroche. Amigo de Castro, con un tatuaje inmenso del Che en la parte superior de su brazo derecho, pero siendo dueño de un gran hotel de cinco estrellas en Cuba. Poseedor de numerosas propiedades, coches, empresas, joyas… Coleccionista de mujeres, de todas las edades, y sembrador en distinto países de hijos reconocidos y sin reconocer. Maltratador y alcohólico, dependiente de fármacos, violento, mal enfermo…, la mano de dios. ¿Hay algo que le falte?

Ya sé que en esta sociedad nuestra infantilizada y relativista, más que buenista, idiotizada, no es políticamente correcto, y menos ante las izquierdas,  decir lo que ha sido el “barrilete cósmico” –que así lo llamara el periodista Víctor Hugo Morales–. También sé que algunos dirán que era humano y que todos cometemos fallos. Y es cierto, todo hombre y mujer comete errores en su vida, algunos graves, pero Diego no ha cometido errores, ha sido un error completo y más cuando estamos hablando de un DEPORTISTA en el que se miran los niños. Lo hemos visto con menores de edad denudas, enseñando el culo, borracho, drogado, golpeando a su novia, disparando a los periodistas, burlándose de todos, ridículo… Imagínense qué será lo que no hemos visto…

Aprecio el fútbol de Maradona. Valoro sus jugadas y goles. Lo he visto incluso in situ. Yo estuve en la final de la copa del Rey en Madrid cuando jugaba con el Barcelona, que sería su último partido, y donde acabó a patadas y puñetazos, tras perder por uno a cero contra el Atlético de Bilbao. Pero reconozco que ha sido deplorable como hombre. Ya sé que me vais a decir que hay que diferenciar al creador de arte con la persona que lo habita, que ha habido grandes escritores, pintores, escultores, cineastas, cantantes…, artistas en general, que han dejado obras maravillosas siendo abominables como seres humanos. Y ahí están, en la lista de oro de la historia y en los libros de texto.

Bueno, vale, doy por bueno que aceptemos la comprensión dada al personaje en consideración con lo que nos ha legado desde el punto de vista estrictamente futbolístico. Pero no sería equitativo si esa misma comprensión no la ejercemos con todos por igual. Porque es cierto que contamos con grandes y reconocidos artistas y otros grandes personajes en diferentes facetas de la vida que, siendo unos miserables sinvergüenzas, han sido y son encumbrados por sus obras y anda subidos a la cumbre de la fama y la gloria, mientras que otros, siendo geniales también, por casi nada, son arrojados al ostracismo, denigrados y despreciados. Toda una arbitrariedad y una inmoralidad muy en relación con la política. Una lástima. La ley del embudo es la mayor de las injusticias.  

Bien. Sin problemas. Que no se enfade nadie. Respeto a todos los que han ofrecido un homenaje al futbolista Maradona, especialmente en Argentina, que tan extraordinaria alegría le dio en el mundial de México. Pero respeto de igual manera a la chica futbolista, Paula Dapena, que se negó en la Ciudad Deportiva de Abegondo a rendirle homenaje por considerar que “para ser jugador hay que ser primero persona y tener valores más allá de habilidades, y aquí estamos tratando de un violador, pedófilo y abusador”.

Pobre hombre Diego Armando Maradona Franco. Qué gran futbolista. Qué pena. Descanse en paz. Y que la mano verdadera de Dios, sin trampas, lo bendiga  y lo perdone.          

miércoles, 18 de noviembre de 2020

PALMEROS Y PALMERAS

A mí lo que más gracia me hace de la política española son los palmeros y palmeras. Esas personas adornos, floreros, muñecos de guiñol, perrillos y calienta sillas que vemos en los mítines, por las calles cuando llega alguno de los líderes del partido al pueblo y pululando por las Cortes y el Senado.

Qué elementos y elementas. Los ponen ahí, en tiempo de elecciones, detrás del cabecilla de turno que va a hablar en el escenario, como decorado, para que cada vez que el mitinero eleve la voz salten en aplausos enfervorecidos. De esta manera saldrán en la tele y ellos pasearan después por el barrio de su aldea con gran orgullo y satisfacción.

También los podemos ver en las ciudades y pueblos cuando aterriza en ellos algún jefecillo del partido. Detrás de él, como perrillos falderos, riéndole las gracias, poniendo cara de interesados a ver qué dice y aplaudiéndole ante cualquier ocurrencia.

De igual modo son esos y esas que andan calentando sillones en el Congreso y el Senado. Sin más misión que batir las palmas de las manos, cada dos por tres, dedicándole, diga lo que diga, el sonoro ruido a quien suba al estrado y hable en nombre del partido. Y luego, al final, ponerse en pie y aplaudir con mucha mayor vehemencia. Y si se trata del amado líder, no digamos, la intensidad ha de llegar hasta el límite, y no parar pese a que este haga, de manera reiterada, con ademanes de falsa humildad, gestos solicitando que cesen y se sienten. Lo tienen hasta ensayado.

Qué gran oficio ser palmero y palmera. De ser decorado de escenario puedes pasar a ser concejal de tu pueblo. De ser perrillo faldero puedes llegar a sentarte en algún sillón. Y de ser diputado y senador hasta puedes aspirar a ser ministro, que hoy ya no hace falta mucho más allá de saber medio leer y escribir y las cuatro reglas para que te nombren.

Y claro, de paso hay que perder la dignidad, tirar por el suelo la coherencia y echar más cara que el cemento armado. Porque hay que tener todo esto para ser palmero decorado, o perrillo faldero o calienta bancos en el Congreso y Senado. Hay que tener de todo eso para escuchar que es blanco, y aplaudir. Y a continuación escuchar que es negro, y aplaudir también. Ya pasó con Adolfo Suárez cuando decía aquello de: “Puedo prometer y prometo”, y lo aplaudían como a un dios. Para, poco después, al decir: “De lo prometido la mitad de la mitad”, aplaudirlo de igual modo. Y con Felipe González. ¿Recuerdan?: “OTAN no”. Y grandes aplausos. Para después: “OTAN sí”. Y más aplausos todavía. Y con Aznar: “En Irak hay armas de destrucción masiva”. Muchos aplausos. “En Irak nos habían dicho que había armas de destrucción masiva.” Aún más aplausos.  Y con Zapatero: “Jugamos en la Champions League de la economía”. Arden los hemiciclos. “Se ven brotes verdes”. Explosionan. Y con Rajoy: “No subiremos los impuestos”. Aplausos enfervorecidos. “Los subimos.” Más aplausos enfervorecidos. 

Y, cómo no, con Sánchez… Bueno, del señor Sánchez (dejando aparte la oposición que también tiene tela) no se puede decir nada en concreto porque todo son aplausos sin ton ni son, indecentes, ridículos, que dan vergüenza ajena. Toda una pura contradicción aplaudida más que nunca, y con toda la cara de los carotas, tanto por el derecho como por el revés. Y es que los palmeros y palmeras de hoy ya han perdido hasta la más mínima decencia y amor propio. “No pactaremos con los separatistas ni con los etarras… ni con el señor Iglesias porque no podría ni dormir.” Locura de aplausos. “Pactamos hasta con el demonio.” Orgía de aplausos. “En Cataluña ha habido rebelión.” Más aplausos. “En Cataluña ha habido sedición.” Infinidad de aplausos. “En Cataluña no ha habido más que una revuelta de amigos soñadores…” Extenuación de aplausos. “La Justicia ha de ser independiente del Poder Ejecutivo.” Las palmas echan humo. “La Fiscalía depende del Gobierno y nombro Fiscal General a una ministra.” El humo echa palmas. “La libertad de expresión es un derecho sagrado”. La ovación es extraordinaria. “Hemos creado un comité de la verdad para establecer qué es y qué no es desinformación y limitar falsedades en los distintos medios de comunicación.” La ovación ahora pone los pelos de punta hasta en los leones de piedra que custodian las Cortes. “La Covid es una gripecilla, no hacen falta mascarillas, vayamos al 8-M que nos va la vida, hemos salido más fuertes todavía, los muertos los escondo en las alcantarillas, y más y más y más rimas…” Y aplausos de locura… ¡Qué maravilla! "El que mienta lo más mínimo tendrá que dimitir." Arden los dedos y la conciencia. “Aquí no dimite ni Echenique, así lo condenen en veinte juicios y menos yo que he falseado mi currículum y he copiado una tesis doctoral hasta en los puntos y coma, y no he dicho una verdad en mi vida…”

¡Madre mía! Aquí ya es que se vuelven todos idiotas aplaudiendo mientras cantan cogidos por la cintura: “Asturias patria querida, Asturias de mis amores…” Para acabar diciendo, cuando se van para la casa, por lo bajini, con los bolsillos repletos de billetes y monedas, eso de: “Bueno, tú dame pan y dime tonto”.

Vivan pues los palmeros, pese a que no den fruto alguno. Pero vivan más las palmeras que, por lo menos, dan dátiles.  

 


domingo, 8 de noviembre de 2020

HOMOSEXUALES

Llevamos milenios despreciando, discriminando y condenando a los homosexuales, tachándolos de todo, desde degenerados a pervertidos. Por lo que, a lo largo de los siglos, muchos de ellos han sido no sólo juzgados y maltratados, sino condenados a muerte… Y continúan siéndolo, pues en no pocos países, y no muy lejos de aquí, aún son conducidos a la horca. 

Y presos bajo tantas rejas, los homosexuales han ido superviviendo como han podido. La inmensa mayoría haciendo como que no lo eran, disimulando hasta el extremo, disfrazándose constantemente como si de un perpetuo carnaval se tratara. Muchas veces, casándose y teniendo que capotear el temporal de la mejor manera posible. Otras, en soltería, dejando pasar el tiempo y secándose cada anochecer el agua fría y abundante caída de la lluvia de las críticas y las incomprensiones. Y no pocas, para qué nos vamos a engañar, ingresando en órdenes religiosas u ordenándose sacerdotes para así encontrar el respeto debido y darle sentido a una vida que de otro modo les hubiera resultado horrenda y miserable. 

Y qué tremendo todo esto. Tan tremendo como delicado. Tan delicado que uno ha de andarse, en pleno siglo XXI, con mucho cuidado ante lo comprometido del tema. Y el tema es que hay miles, millones de homosexuales por el mundo… sin tener culpa de serlo. Seres condenados a encontrarse habitando en un cuerpo que no es el que plenamente les corresponde, sentenciados de por vida a la angustia de ser lo que son, turbados y confusos por sentir atracción hacia personas del mismo sexo, castigados a no poder realizar una convivencia formalizada y pública… Y encima, se les estigmatiza, se les marca y se les etiqueta… Y se les dice que de relacionarse comprometidamente están perdidos; que, de abrazarse, andan en la perversa obscenidad; que, de confesarlo, están señalados… Y lo más tremendo, que si dicen…, y aun sin decir, están condenados al infierno, no se salvarán. 

Y los más convencidos de esto, mire usted por donde, los radicales con ellos, aparte del Islam y grupos extremistas varios, son los que se declaran severos custodios de la fe basándose en que así lo dice la Biblia. Como si la Biblia se escribiera para ser tomada al pie de la letra. Como si los textos sagrados fueran inalterables en todos los sentidos y no dados a la interpretación. Como si el capítulo con Galileo no nos hubiera servido… Como si no tuviéramos infinidad de antecedentes con respecto a otros hechos y aconteceres bíblicos que han quedado claramente desfasados o a los que, siguiendo el signo de los tiempos, se les ha dado otra significación más acorde con la vida, la ciencia y los avances sin que haya pasado nada. 

Sólo por señalar algunos: la sangre, los animales inmundos, el nulo valor de la mujer, la impureza menstrual, la pena de muerte para el hombre y mujer adúlteros, la lapidación, la prohibición de los tejidos de más de un hilo, la esclavitud permitida, la poligamia, el repudio, la norma de pasar al filo de la espada a todos los enemigos al tomar una ciudad, el cortarle las manos a la mujer que agarra la zona genital de quien anda golpeando a su esposo buscando defenderlo, la ley del levirato, el sometimiento de la esposa, el silencio de las mujeres en las asambleas…, o aquello de que el obispo sea marido de una sola mujer… Y tantos otros, fruto de un modo de pensar, de unas circunstancias históricas particulares, de una manera de entender y adaptarse a la sociedad en el tiempo. 

Modos y maneras que fueron también puestas en evidencia por el mismo Jesús de Nazaret, quien vino a mostrarnos que la suprema ley es el amor a Dios y al prójimo. Él mismo nos dio ejemplo acercándose a los más impuros y discriminados mostrándoles misericordia. 

Creencias, actuaciones y costumbres que han sido superadas ante el avance de la historia. Entendiendo que eran otros tiempos ya claramente desfasados. A lo que hay que añadir también malas traducciones del lenguaje bíblico e incluso tergiversaciones interesadas por copistas. Nadie en su sano juicio, por ejemplo, puede hoy condenar a no heredar el reino de los cielos a alguien por el solo hecho de ser, literalmente, “afeminado” (1 Cor 6, 9-10). Es claro que la palabra esconde mucho más de lo que en nuestro lenguaje actual parece decir.

Pues de igual modo, lo más seguro es que algún día, a los hombres y mujeres homosexuales –a los que tanto daño han hecho y hacen los provocadores amanerados pendencieros blasfemos, los escandalosos saltimbanquis del orgullo gay y los pervertidos cruzados de acera a causa del hastío inmoral, el vicio y la depravación–, esos que lo sienten en la hondura de su ser, conscientes de la imposibilidad de dejar de serlo sin que por ello tengan que sentirse orgullosos de nada, la sociedad los reconocerá y se dolerá por los errores cometidos, la discriminación homófoba de siglos y la incomprensión sembrada en ellos, y los considerará y respetará con absoluta normalidad. Y, como ya se viene haciendo, les abrirá las puertas de la plena integración con leyes justas. Y hasta puede que la Iglesia encuentre también con el tiempo el modo de encajar plenamente dentro de ella, desde el amor y la comprensión, y también desde la exigencia de un verdadero compromiso, tan evidente realidad. 

Por lo pronto, el papa Francisco ya ha dado algunos pasos al respecto a sabiendas de las tormentas que le vendrían encima. Las mismas que le cayó a Jesús cuando dijo que la ley se hizo para el hombre y no el hombre para la ley.

jueves, 22 de octubre de 2020

LA TERCERA GUERRA MUNDIAL

Ninguno de los nacidos después de 1945 ha vivido una guerra mundial. Un largo periodo de paz ha venido dándose en el mundo desde entonces. Eso sí, numerosos conflictos bélicos han continuado surgiendo en puntos concretos del planeta, pero ya no a la manera de un enfrentamiento generalizado capaz de cosechar millones de muertos y dejar a su paso una estela internacional de hambre, miseria y dolor.

Sin embargo, el destino nos tenía preparado algo, si no peor, sí semejante, parecido; algo tremendamente horroroso: el coronavirus.

 Y ya van, según nos dicen, más de un millón de muertos.

Imagen: YouTube
 El enemigo, en este caso, no son las bombas, ni las ametralladoras, ni los tanques…, es un espectro invisible que te invade cuando menos lo esperas y te deja en la inseguridad de no hacerte daño, o dejarte herido para el resto de la vida, o decidir de golpe destrozarte los pulmones y asfixiarte.

Es un enemigo mucho más peligroso de lo que nos dicen los medios de comunicación, siempre al servicio del poder, atril desde donde enviar consignas y muro de contención para evitar descontroles, altercados y desórdenes.

Un enemigo contra el que no se sabe cómo defenderse. Algunas naciones están haciéndolo mejor que otras, no cabe duda, pero los confinamientos, el cierre de establecimientos, los estados de alarma, los toques de queda…, no son más que palos de ciego. De nada sirve que una ciudad entera o un país quede encerrado en sí mismo por un tiempo determinado si a la vez o incluso después se tiene o se vuelve a tener contacto con otras personas infectadas. La única manera de erradicar el virus de modo efectivo y total sería encerrarse toda la humanidad al completo una cuarentena sin asomarse siquiera a la ventana. Ni para aplaudir. Harta barbaridad, ya lo sé, algo imposible, pero todo lo que no sea eso es ir jugando a pasar las hojas del calendario a ver si sucede algo imprevisto o llega alguien y nos libera y acaba con este bicho tan traicionero. 

Un enemigo que, según opinan los expertos, ha venido para quedarse. Un enemigo, en fin, para el que no hay, por el momento, remedio seguro. Se habla de que cuando llegue una vacuna todo volverá a ser como antes. Y no es cierto. Para volver a la total cotidianidad que veníamos disfrutando harán falta años. Las vacunas, para ser plenamente seguras, necesitan numerosas comprobaciones. El virus, además, puede mutar, por lo que la vacuna de hoy puede no servir para mañana, como sucede con la gripe. También está por ver el tiempo de efectividad. La medicación, para contrarrestar la enfermedad, está en pañales. Las secuelas que deja apenas si se conocen. Incluso no se sabe bien el comportamiento del virus ni cuánto dura la inmunidad del que ya la ha padecido, algo que solo se sabrá con certeza mediante estudios detallados en larga duración.

Y a todo esto, la tremenda ruina económica a la que nos está llevando. Y los graves problemas sociales que nos está trayendo. Y las enfermedades sicológicas que anda causando y de los que nada se nos dice para no alarmarnos aún más. Y la desconfianza que nos ha sembrado. Y el miedo que nos ha invadido. Y la tristeza que vestimos. Y el dolor que derramamos. Y el llanto que ocultamos…

Como en una guerra. Una guerra terrible y angustiosa, con sus bombardeos y sus disparos y sus heridos y sus cadáveres. Una guerra que, aparte de todo, nos está mostrando la verdadera cara del ser humano. Y nos está descubriendo, de paso, la irresponsabilidad de muchos de nuestros jóvenes, consentidos, egoístas e insensatos. Y a la vez, el buenismo de los tontos, que la niegan o la subestiman. Y también el fanatismo de otros que, por política, intereses diversos o por simple cobardía, prefieren meter la cabeza bajo el ala y llamar alarmista y descerebrado a cualquiera que intente decir las cosas como son, como hizo, no hace mucho, el prestigioso doctor Cavadas en televisión, y a quien llamaron de todo. Una pena.

Una pena como esta pena de estar viviendo, se quiera o no, una auténtica tercera guerra mundial, más mundial que nunca.   

 

 

 

lunes, 5 de octubre de 2020

EL TATO CANTA A MIGUEL HERNÁNDEZ II

Víspera de la feria de San Miguel. Llaman a mi puerta. ¿Quién puede ser? ¡Qué raro! Desde que vivimos en el reino de la pandemia pocas son las visitas que nos hacemos. No está el horno para bollos. No están las cosas para tertulias, ni para conversaciones distendidas y ni mucho menos para anunciar proyectos. Anda todo como paralizado, a cámara lenta, a ir pasando el tiempo como quien atraviesa un túnel largo, ruinoso y desesperante, y solo espera que alguien, en algún momento, como Rodrigo de Triana, grite: “Luz a la vista”. O mejor, que alguien a la manera de un protodiácono vestido de esperanza, se asome al balcón de la noche y exclame con vehemencia: “Habemus vacunam”.

Cuando abrí la puerta apareció una figura conocida y querida. La figura de un hombre al que conozco desde hace muchos años. Un ser especial a quien estando ya en la dirección del colegio Juan Pasquau, cada vez que lo necesité me respondió. Un hombre creativo. Un hombre humilde por el peso del gran corazón que lleva dentro. Un corazón que le hace sentir el arte de la existencia y le empuja a vivirla y a componerle y a cantarle.

Venía a regalarme su última creación. Un disco grabado en la sencillez de un estudio personal, lejos del que suelen emplear las grandes marcas comerciales. Tal vez sea por ello, por no contaminarse de tanta química tecnológica, por lo que suena a limpio, a cercano, a puro. Como puro es ese plato que hacían nuestras abuelas al calor de la lumbre de leña. 

“EL TATO CANTA A MIGUEL HERNÁNDEZ II.” Lleva por título. Muy cuidado, bien presentado, con fotografías de cuando sembró, en 2016, su canto primero en el patio de la casa del poeta cabrero a quien tanto admira y tanto admiro. Con el gran guitarrista, Juan Manuel Álvarez, a su derecha. ¿A su derecha? Pero si es a la izquierda del cantaor donde ha de situarse. Sí, pero cuando se está en el templo del poeta de Orihuela, la atmósfera es tan dulce que cantaor y guitarrista se hacen un todo de unidad en el espacio y un viaje sin horas en el tiempo. Izquierda y derecha, arriba y abajo, las dos o las diez, ya no existen. Da lo mismo. Ya solo existe la gloria hecha infinito eterno. El prólogo es de su hermano José Ramón “Pepo”. Quien también presentó el recital oriolano. Otro hombre de bien, de vuelo muy alto y ágil, luchador tan heroico que hasta ha sido capaz de vencer a la muerte en más de una ocasión, desarmándola de la sangrienta guadaña a golpes de amor a la vida, la libertad, la familia y los sueños.

En las tardes de la triste feria de Úbeda, 2020, me he sentado a escucharlo, una y otra vez. Y mientras lo hacía leía los versos de Tato. Y contemplaba las fotos. Y me elevaba por la escalera de los quejíos, y los ¡ay!, y los lamentos… Y me parecía ver a Miguel asomado a la baranda azul del corral del mundo con las lágrimas saltadas por los ojos que tanta pena vieron y el alma serena y agradecida porque otro poeta, otro artista, otro cantaor del sufrimiento y el amor, le cantaba más que con la garganta con el duende genial que le corre por las venas.  

Felicidades Pepo, por tus palabras habladas y escritas. Felicidades, Juanma porque, te juro, que tu toque no solo acompaña, habla también, y recita, y llueve dentro hasta empaparte de belleza y elegancia. Felicidades, Tato. Para ti este poema con mi amistad y admiración. Gracias. 

 

            A TATO

              Quien tanto me ha hecho sentir.

 

 ¿Qué voz es la que suena

que se me clava dentro del costado,

y al llegar a la sangre

hace que broten versos por mis labios?

 

¿Qué voz es la que canta

que me eleva en el vuelo de los pájaros

y me desgarra el alma,

y sabe a libertad y gozo y llanto…?

 

¿Qué voz es la que escucho que me abrasa?

 

Y me responde un eco hecho de aplausos:

 

Es la voz de un poeta,

de un cantaor flamenco enamorado

del amor, de la paz, de la belleza,

de la vida, del beso y del abrazo.

 

Es la voz de un jilguero

que hasta muere cantando,

humilde y grande,

labrador y artesano,

ubetense y artista

por los cuatro costados.

 

Es la voz magistral

de Francisco Delgado Molina:

                                                 “Tato”.

 


  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

viernes, 25 de septiembre de 2020

RECONOCIMIENTOS Y HONORES

Nadie puede poner en cuestión que Úbeda es una ciudad asombrosa, una dama de sueños que enamora a propios y extraños. Como tampoco puede negarse que sus gentes son un tanto “especiales”. Hasta el punto de que pocos de los que se quedan en ella, pese al talento, son considerados, y solo unos cuantos de los muchos que triunfan fuera son reconocidos. Reflexión ésta, por cierto, tan delicada que puede provocar recelo y hasta convertirse en conflictiva.

Una prueba más, en definitiva, de la singular idiosincrasia de este pueblo que con demasiada frecuencia confunde amor a lo nuestro con realidad crítica. Y de paso, como en este tema, en un argumento de peso para que el que lo dice quede en entredicho.

No obstante, durante años, yo me he atrevido, no sin costo, a expresar algunos de estos enjuiciamientos. Como también es cierto que me ha adherido y solicitado reconocimientos oficiales para algunos personajes que en los diversos campos, tantos sociales como culturales, según mi opinión, se habían hecho acreedores en nuestra ciudad a ellos por sus muchos méritos.

Y todo ello a sabiendas de que a pesar de ser una enorme satisfacción, algo extraordinario en la vida de cualquier persona, una honra y un orgullo, viene a ser también, en cierto modo, una realidad parcial con dosis de partidismo, y hasta puede que algo poco transcendente, aparte de un regalo accesorio.

Realidad parcial debido a que siempre se acabará formando parte de un cuadro incompleto, desnivelado, porque si bien se lo merecen todos los que están, no están todos los que son. Y todos los que son constituyen un grandioso número en el tiempo, porque si algo tiene Úbeda es que, por todos los siglos, desde su especial carisma, inyecta a raudales en la sangre la magia del ingenio, la sabiduría, el arte, la creatividad y la belleza, por lo que hay infinidad de hombres y mujeres que, en mayor o menor escala, a lo largo de la historia, dando lo más sublime de ellos, la han ilustrado y engrandecido hasta el punto de ser dignos de tenerse en cuenta.

Dosis de partidismo, en cuanto estos reconocimientos son concedidos por los gobernantes, y éstos, ya se sabe, no solo se dejan llevar por la equidad sino también por la política, las presiones, los intereses y las afinidades.

Incluso algo poco transcendente si estas distinciones se quedan en meros cumplimientos, en puro trámite sin apoyo. Puede, en todo caso, que sirvan para motivar, animar, incentivar…, pero a la postre, a la larga, si no hay un compromiso explícito que evite el olvido de las obras, y su promoción y desarrollo, todo se queda en vanidad de vanidades.

Y accesorio. Porque por más altos que sean las distinciones y los títulos concedidos a nivel de Úbeda, el más importante es el que ya se tiene por nacer, por vivir, por sentirse de ella.

Que ser ubetense es el primero y más grande de los honores. 


martes, 8 de septiembre de 2020

MESSI


Leo Messi es, para muchos, el mejor jugador de fútbol de todos los tiempos. Los seguidores del Barça han gozado con su juego durante muchos años y los aficionados adversarios lo han sufrido con rabia y hasta desesperación. Toda una figura mundial que ha aglutinado a su alrededor infinidad de fans, sobre todo niños, que lo han idolatrado y han soñado día y noche con parecerse a él.

Messi era su estrella, su espejo, su dios. Y Messi respondía no solo haciendo regates increíbles y goles asombrosos, sino con un comportamiento exquisito dentro de la cancha en donde apenas protestaba y aguantaba con estoicismo las duras entradas. También fuera del campo era de conducta intachable, lejos de juergas, escándalos y vida desordenada. Demostrando así ser una persona cabal, responsable, humilde, sencilla y cercana. 

Pero de repente vienen algunos fracasos estrepitosos del equipo que hacen que quede eliminado de la Champions. Y llega, el pasado mes de agosto, como broche de hielo, un dos a ocho en Lisboa que no solo congela la sangre sino que avergüenza al más pintado.

Y Messi, capitán, en lugar de dar un golpe de coraje sobre el timón del barco que se hunde, decide, como una rata temerosa, abandonarlo porque el equipo decae. Y señala a sus compañeros haciendo creer que no llegan, que no están a la altura de ser grupo ganador, y despotrica hasta lo vomitivo sobre su presidente y junta directiva, y manda un burofax diciendo que rompe relaciones con el club y que con arreglo al contrato ya no pertenece al Barcelona C.F., por lo que piensa irse a otro equipo de los grandes gratis llevándose toda la ganancia del fichaje, declarándose además en rebeldía no haciéndose el test de la covid ni acudiendo a entrenar.

Y ante el caos reinante, la afición se divide, corren ríos de tinta, saltan comentarios en todos los medios de comunicación…, y cuando ve que no hay modo de poder marcharse por no haberlo dicho unos días antes, según marcaba lo firmado, y que ningún equipo estaba dispuesto a correr el riesgo de ficharlo y luego verse condenado a pagar la supermillonaria cláusula…, echa marcha atrás y dice en una entrevista pactada no sé qué de su amor al club y bla, bla, bla…, para intentar quedar bien.

Pero no. A Messi lo que le ha pasado es que como toda persona endiosada se ha creído por encima de todo y de todos. Y aunque él lo niegue, lo mismo que ha influenciado, directa o indirectamente, en todo lo bueno que ha sucedido en el club estos años, también en lo malo. Él ha hecho poco equipo en cuanto ha formado grupitos de amigos intocables separados del resto que no han entrenado como se debía, ha presionado a los entrenadores, ha mediado en la confección de alineaciones, ha requerido la marcha de jugadores no afines, ha terciado en la generosa renovación de sus camaradas, ha sido responsable de que pasen en fila ante su escalón los cadáveres de varios directores deportivos, no ha permitido que los directivos le critiquen lo más mínimo, le han perdonado y le han abonado aunque sea por la puerta de atrás lo mucho defraudado a Hacienda… y ha cobrado y cobra más que nadie, alrededor de diez millones de euros mensuales brutos. ¡Casi nada!

Y se queda. Dice que porque no quiere denunciar al amor de su vida. Pero en cuanto pasen unos pocos meses buscará irse al mejor postor, a no ser que el nuevo presidente se arrodille en súplica con la cartera abierta y le prometa lo indecible.

Con lo hermoso que hubiera sido que Messi aguantara un par de años más desde la prudencia, el sacrificio y la modestia luchando por quien todo se lo dio desde niño y tanto lo consideró y le pagó. Y después marchar a una división de viejas glorias para terminar de llenar las alforjas de oro. El ídolo hubiera quedado para la eternidad sobre el pedestal intachable de los dioses más admirados y queridos. Ahora el ídolo se ha roto. Lo mismo hasta lo pegan, pero pese a los muchos esfuerzos que hagan los restauradores ya no tendrá la brillantez de lo impoluto.

Las lágrimas de muchos niños –como muestra el fotomontaje aparecido en “El Confidencial”– cuando Messi anunció su marcha del Barça no solo era porque perdían a su diez con el que crecieron, sino porque cayó sobre ellos la decepción más tremenda, una decepción además tan inesperada como repentina, muy dolorosa: la decepción de ver que Messi era humano.  

jueves, 20 de agosto de 2020

HABLANDO DEL REY

Que España no es monárquica lo sabemos todos. Por eso, cuando don Juan Carlos de Borbón sucedió a Franco como heredero no tuvo más remedio que ceder el poder y crear un estado democrático en el que cupieran todos los partidos políticos. De no haberlo hecho, tarde o temprano, hubiéramos tenido gravísimos problemas y conflictos.

De este modo, y tras la Constitución del 78, el rey se queda como Jefe del Estado a perpetuidad y el pueblo elige, mediante sufragio universal, al resto de gobernantes.

El rey se convierte en figura que reina pero no gobierna. Se dedica a representar al país como supremo embajador, a recibir a los presidentes del gobierno y demás ministros, a asistir a actos relevantes, a entregar premios y honores, a exponer discursos siempre a modo de homilías sociales… y salir en televisión en Nochebuena. Bien es verdad que es también árbitro del juego político, así como Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas y símbolo de la unidad de España, por lo que en caso de extrema gravedad puede imponer su autoridad.

Hasta aquí no hay nada que objetar. Lo que ocurre es que el poder corrompe, y más a quienes se perpetúan en él. Y aquí viene el problema. El rey Juan Carlos I, orgulloso de su labor, siempre jaleada por cuantos le rodean y medios de comunicación, se ha ido poco a poco creyendo que se lo merecía todo. Y como buen Borbón ha ido teniendo sus devaneos de faldas, consentidos por los presidentes y miembros de los servicios secretos, que no solo lo toleraban sino que lo protegían. Se pensaba, además, que el pueblo en general, en caso de salir estas cosas a la opinión pública, no lo vería tan mal. En el fondo y pese a tanto feminismo de cartón piedra, se le aplaudiría bajo cuerda viéndolo como un machote digno de salir en “Sálvame” y competir con los innumerables vende vidas que por ahí pululan disputándose el honor de ver quién ha colocado más y mayores cornamentas en la selva de la inmundicia. Es decir, que eso de tener relaciones extramatrimoniales no solo está a la orden del día en nuestra sociedad sino que, de alguna manera, hasta se valora.

Y poco a poco también, dado sus muchas amistades con peces gordos, sobre todo con los ricos jeques de Oriente Medio, ha ido recibiendo regalos y –yo no sé, pobre de mí– si también comisiones por los negocios que lograba de manos de empresarios. Lo cierto es que a sus ilustres manos han llegado, que sepamos, obsequios, aparte de pequeñeces como jamones ibéricos, valiosos relojes, lujosas plumas, una pistola con piedras preciosas, joyas y demás bagatelas, otros como el palacio de La Mareta en Lanzarote, el yate Fortuna y varios Ferraris. Estos últimos regalos donados al Patrimonio Nacional al verse obligado a tener que pagar los correspondientes impuestos. 

Y ya está bien de pagar. Aquí, donde todo el mundo defrauda a Hacienda, ya he pagado bastante donando estos tesoros. Así que lo que me den en dinero lo guardo en bancos extranjeros. Debió pensar. Y no hago nada malo. Además, la balanza está más que equilibrada. Ya he dado y doy demasiado al Estado trayendo numerosos negocios que lo favorecen. Como aquel mandamás de una ONG de ayuda al tercer mundo que, cuando el que le sustituyó en el cargo descubrió que se había quedado con dinero de algunos donativos y limosnas, expuso sin cargo de conciencia que también cada vez que había tenido junta directiva invitaba a los miembros en el bar de la esquina pagándolo de su bolsillo. ¿O eso no cuenta? Vaya la uno por lo otro. ¿No?

Y ahora, cuando los de extrema izquierda han considerado que es un buen momento para cambiar de régimen e implantar su dictadura del proletariado, apoyándose en las investigaciones de la Fiscalía suiza respecto a más de sesenta y cinco millones de euros “regalados” por don Juan Carlos a una de las amantes de turno y tras las pérfidas declaraciones de esta, que ha engañado de manera extraordinaria al engañador, han sacado sin miramientos todo esto a relucir y han logrado, como gran paso para acabar con la Monarquía e imponer sus sueños dictatoriales, que el rey emérito se vaya del país sin saber, durante dos semanas, nadie a dónde ni, por lo pronto, hasta cuándo. Y malo. Un rey no se va así porque sí. Primero, porque se toma como huida. Segundo, porque al hacerlo da a entender que se está confesando culpable. Si uno no ha hecho nada malo, no tiene que salir de su país despechado, aunque esté todo el mundo en contra diciendo que es un sinvergüenza. Ya lo expuso Anthony de Mello en un bellísimo relato. Cuando al maestro Zen le atribuyeron, bajo toda clase de improperios, la paternidad de una criatura que había dado a luz una joven soltera y le llevaron el niño para que se hiciera cargo de él, solo dijo: “Muy bien, muy bien…”. Quedando desprestigiado y despreciado por todos. Pasado un año, la chica confesó que en verdad el maestro no era el padre sino otro chico que vivía en la casa de al lado. Entonces, fueron todos a rogarle al maestro perdón y a pedirle que el niño les fuera devuelto. El maestro solo dijo: “Muy bien, muy bien…”

Pues eso es lo que tenía que haber hecho Juan Carlos I de tener o no grandes trapos sucios. “Muy bien, muy bien…” Y dejar que la justicia obre. Es más, de no tenerlos, pedir con insistencia que obre. Y si la justicia obra y sale culpable, lo acata y sufre con hombría las consecuencias. Lo cortés no quita lo valiente, quedando de este modo también menos empañada su gran obra

Yo, como la inmensa mayoría de los españoles, no soy monárquico, pero menos soy republicano mientras no haya una verdadera democracia, basada en la cultura, el respeto la tolerancia, la honestidad y la libertad, donde no se me insulte ni discrimine por pensar distinto, y donde no se tomen los partidos políticos –insisto– como si se tratase de ser del Betis Balompié, “manque pierda”.  Prefiero a Felipe VI, hasta ahora intachable, como Jefe del Estado, que a cualquier vivales que llegue a la suma poltrona basándose en el engaño, la publicidad, el márquetin y la compra de votos. Aquel, me da confianza. Este, miedo. 

miércoles, 12 de agosto de 2020

POBRE ÚBEDA


Hace ya años que estoy en Úbeda pero no vivo en Úbeda. Quiero decir que me siento feliz en ella por ser mi dama de sueños a quien amo y porque está llena de historia, de arte y de belleza, pero muy lejos también, la verdad, de sus gentes, de sus luchas innobles, de su creatividad ralentizada, de su cultura politizada, de su religiosidad vacía, de su desviación folclórica, de sus sones de pandereta y charanga, de su barniz de cáscara y souvenirs, de terrazas sobre las aceras de la limpia añoranza y de un turismo de paso que la maquilla con selfis sin sentido…

Y de vez en cuando viajo a otros lugares donde perderme para ver si al volver alguna esquina termino encontrándome para entender la verdadera esencia de la vida. Y cada vez que regreso a esta isla, a mi isla entre cerros, me duele su fracaso. Porque es un fracaso verla a más que pasa el tiempo menos idéntica, más superficial, más en manos de quienes solo buscan beneficiarse de ella a base de tergiversarla, de dominarla a golpes de destellos partidistas y apegos al poder, sin el que son incapaces de levantar una mínima piedra desde el altruismo, o sembrar siquiera desde la independencia un noble grano de trigo.

Y me la encuentro fría como siempre, pero también cada vez más triste y abandonada. Hay por aquí una atmósfera de desolación, de desunión, de melancolía que duele. Y ella, mi Úbeda, calla, mientras la revisten de pantomimas, dejando mostrar bajo el vestido de la seda artificial y mundana, calles en mal estado, calles recién arregladas que parecen viejas y rotas, casas a medio caer, establecimientos de gran calado heridos y sangrantes, cuando no extintos, locales cerrados que gritan por sus candados oxidados, jardines melancólicos cansados de humos y silencios, plazas desoladas, palacios moribundos que crujen su desconsuelo por las maderas resecas, espacios intransitables que huelen a orines y alcoholes de garrafa, paredes acribilladas de grafitis obscenos y asquerosos, de pintarrajos roídos por los desconchones y los olvidos de años... Y suciedad, mucha suciedad que muda el aire de un lugar a otro, como recreándose en la basura por el incivismo y la falta de manos, soñando con que lleguen pronto las elecciones para que se contraten temporalmente a un buen puñado de obreros y le den un barrido que alumbre lo suficiente como para engañar una vez más al pueblo. Y letreros que más que anunciar lloran porque se cuelgan para vender y nadie quiera comprar nada.
Letreros. Muchos letreros por todas las calles y rincones de se alquila y se vende. Tantos que casi es mejor decir que es Úbeda entera la que está en venta.

Pero no haya preocupación. Los ubetenses seguiremos amasando nuestra indiferencia colectiva, alimentando nuestra tibieza sin levadura mientras cantamos las alabanzas del génesis, escondiendo de paso, con fuerza, el miedo que nos da ser libres. Y los que nos gobiernan seguirán haciéndonos creer que el emperador va vestido desde su magistral atalaya de la propaganda, alentada y glorificada por no pocos pelotas de condición humilde y afines ideológicos, y no pocos aduladores del mundo de la cultura y el arte nunca críticos y ansiosos de ayudas, distinciones y honores.

Pobre Úbeda. ¡Qué pena! Pero también qué grande, en cuanto nunca cierra las puertas a la esperanza.La Historia así nos lo enseña: lo malo de Úbeda es que en todas las épocas ha habido quienes se han querido aprovechar de ella. Lo bueno es que ella siempre ha salido gloriosa sobre sus raquíticos cadáveres.   

viernes, 31 de julio de 2020

GOBERNADOS POR PSICÓPATAS


Quien miente algunas veces es un mentiroso. Quien miente constantemente es un psicópata. Quien apoya, acepta o salva a un farsante, se hace cómplice de la falacia y es también un embustero. Y quien hace esto una y otra vez se convierte igualmente en psicópata.

Y esto es lo que tenemos en este gobierno que nos ha tocado en suertes: psicópatas. Enfermos mentales que no solo son serviles al mandamás sino que le aplauden y lo vitorean.

Mentiroso nuestro presidente desde que salió al ruedo político. Mentiras una tras otra, con toda la cara dura. Tantas mentiras que ya ni nos causan asombro, todo lo contrario, provocan risa. Los comentarios de las gentes en las redes sociales están llenos, más que de enfado y rabia, de ironía y ocurrencias divertidas.

Pero los psicópatas están tranquilos porque aunque el país entero se hunda estarán apoyados por otros trastornados del calibre de chupopteros, separatistas, etarras, comunistas y demás tropa movida por intereses personales, y todo ello adobado por medios de comunicación vendidos, periodistas comprados y afiliados borregos.

Y esto tiene difícil arreglo. Las mentiras de hoy son mayores que las de ayer pero menores que las de mañana. La penúltima, porque cuando acabe de escribir esto ya tendremos otra más gorda, ha sido, según ha confesado el mismísimo Ministerio de Sanidad al Defensor del Pueblo, la de que no teníamos “Comité de Expertos” para salir de la pandemia.

¡Dios mío! Toda una nación inmersa en la lucha contra un virus tremendamente contagioso y letal y no estábamos en manos de nadie realmente preparado, ni epidemiólogos, ni científicos, ni economistas, ni médicos, ni sociólogos, ni técnicos de ningún tipo, ni pensador alguno independiente. Nada. El jefe y cuatro de los suyos con un portavoz payaso medio ronco de tanto engañarnos y confundirnos también. Como para echarse a temblar.

Pero nada. Aquí no pasará nada. Todo seguirá igual y las mentiras campando a sus anchas que ancha es Castilla. Y eso que alguien de los suyos, que en gloria esté, cuando no mandaban, decía que España no se merece un gobierno que nos mienta.

Pero sí, puede que pase. Y es que algún personajillo del pueblo, semejante al capitán calzoncillos de Dav Pikey, salga una vez más, con el carnet en la boca, en auxilio de su jefazo con la intención de seguir ganando puntos para el ascenso en el escalafón de los carguillos y carguetes, y me razone en su perfil de batalla con el siguiente, profundo y excepcional argumento: “FACHA”.

Sin entender que incluso facha es mejor que mentiroso.



sábado, 11 de julio de 2020

NI LOS PERROS


El domingo pasado, temprano, a eso de las ocho y media de la mañana, yendo en mi coche camino de San Millán, donde suelo aparcar para perderme después, andando, por los túneles y puentes de la antigua vía del tren que nunca llegó a ser, cruzando por una de las calles cercanas a la Explanada, me sorprende la expresión a viva voz de una señora de edad: “¡Eres una guarra! ¿Por qué no te vas a hacer eso en la puerta de tu casa?”.

Detuve el coche, bajé el cristal de la ventanilla y pude observar entonces que, justo en la puerta de un bloque de pisos, una chica de alrededor de veinte años se había subido la falda, bajado las bragas y en cuclillas orinaba y defecaba tranquilamente. De nada sirvió la exhortación de la señora.

Después, sin alterarse, se incorporó, se colocó la ropa y se marchó despacio. La pobre mujer hacía cruces. Negaba insistentemente para ella con la cabeza mientras murmuraba: “Ni los perros”.

Pero lo peor es que al llegar la muchacha a la esquina la estaban esperando, seguro que para no oler el perfume de la miseria, otra chica y un chico de la misma edad. Y ahora vino la venganza.

Los tres fueron en busca de la mujer. “¿Por qué le has llamado guarra a mi amiga. La guarra serás tú, tía”. (Nada de usted, que eso ya es reaccionario y poco guay). Expuso el niñato con ademanes afeminados. La señora, realmente enojada, le respondió que esa era una calle pública, céntrica, dentro de una ciudad nombrada Patrimonio de la Humanidad, por lo que no era lugar para esa guarrería. El argumento del lumbreras fue antológico: “Pues a ver, si mi amiga ha tenido necesidad de cagar, pues caga, no va a reventar”. Las otras dos, admiradas por tan concluyente razonamiento, lo apoyaron: “Eso, eso.” Dijo una. La de marras cerro el círculo: “Es verdad, no va a reventar una porque a ti te dé la gana”.

Y ahora vino el subidón. Seguramente hartos de ver programas tan culturales y formativos como “Sálvame” de diario y de luxe. “Pues que sepas que te vamos a denunciar por insultar a mi amiga.” Amenazó el gallito mostrando un tatuaje algo así como esotérico que llevaba impreso en el dorso de la mano derecha y que intentaba dar a conocer orgulloso en sus gestos de abanico. La mujer estalló: “¡Venga y corre. Ya estáis tardando!” El niñato, no satisfecho con la respuesta, atacó con el insulto de moda: “Eres una facha”. Pero la mujer no se amilanó: “A mucha honra. Y tú un sinvergüenza maricón”. Y para qué… ¡Madre mía! La que se armó.

Ahora no fueron insultos, fue lo de siempre y a tres voces: “Fascista, que eres una fascista, vieja, fea, asquerosa, so carca…” Y lo que no podía faltar, la habían pillado: “¡HOMÓFOBA!”

El chaval se empavonó. “Eres una facha homófoba”. Yo me pregunté cómo es posible que mostrando esos tres chicos tanta incultura, desvergüenza y mala educación, supieran expresar tan exactamente el adjetivo. Nada de homófoga, ni homófona, ni hamófoba… HO-MÓ-FO-BA. Con todas las letras, claramente, bien pronunciadas. Y la clave: “Ahora sí que te voy a denunciar por llamarme maricón.”

La mujer se dio cuenta del error tan políticamente incorrecto cometido y casi se viene abajo. El trío La, Lo, La, vio sangre y fue a degüello. “Te vamos a seguir hasta tu casa para ponerte la denuncia y después vamos a escribir en la fachada con espray que eres una facha guarra homófoba.”

Yo, la verdad, mero espectador de los hechos, junto a otros dos hombres que desde la distancia contemplaban también la escena y se largaron ante la tensa situación, tome la decisión de bajarme del coche e intentar que la sangre no llegara al río… Y al hacerlo, ya bajándome, vi que a la señora tuvo un destello brillante…

“La que de verdad va a poner la denuncia, si no os vais ahora mismo de aquí, soy yo, so idiotas. He grabado con mi móvil a ésta cagando y no solo lo va a ver la policía sino que lo voy a colgar en todas las redes sociales que pille”. Dijo mientras sacaba el móvil del bolsillo del pantalón y lo mostraba.

Se hizo un silencio. Se miraron los tres. Dudaron… “¡Que te den, tía. Vete a tomar por culo!” Y se perdieron entre las calles más estrechas y cercanas.

La mujer respiró. Se pasó la mano por la frente, miró el móvil que lo tenía apagado, y susurró para ella diciendo: “Eso tenía que haber hecho, grabarlo. ¿Cómo no se me ha ocurrido antes?”. Y se perdió también en dirección contraria.

Yo, que me niego a tener móvil, por primera vez entendí que no solo es bueno si se usa debidamente, sino que puede ser un gran salvador en situaciones comprometidas. Fue entonces cuando me vino a la mente que alguien, nombrada por la señora Colau nada menos que Directora de Comunicación del Ayuntamiento de Barcelona, hace ya algún tiempo, hizo también en pleno centro de una concurrida avenida de Murcia algo semejante.

Subí al coche y lo puse en marcha. Pero antes de salir volví a mirar por la ventana y comprobar que el mojón de mierda seguía ahí, como un grito de analfabetismo, barbarie y retroceso, sin que nadie lo recogiera.

Eso, ni los perros.