lunes, 24 de mayo de 2021

ACERCA DEL MONUMENTO A LA SEMANA SANTA DE ÚBEDA

Gobernar y presidir es difícil. Hay presiones, intereses, amiguismos, traiciones… Pero, sobre todo, hay críticas y diversidad de opiniones. Y entre ellas, aparecen las de quienes no comulgan con que se levante un monumento a la Semana Santa de Úbeda. Extraño parecer este, ahora, cuando, después de años de estudio, quedó aprobado por la Corporación hace ya muchos meses. 

Y salen los que están en desacuerdo, clamando al cielo, con la pancarta progre de que este hecho alienta el pasado, no aporta una narrativa de futuro y es una mala inversión social en tiempo de crisis.

Pues bien, mostrando el respeto debido a lo que se ha dicho puesto que vivimos en democracia y la libertad de expresión es sagrada, hago saber que yo sí estoy a favor de que Úbeda levante un monumento a su Semana Santa. Y lo estoy porque nada ni nadie se lo merece más que ella. Si aquí se alza un monumento a un personaje o a un símbolo y se ve bien, cuanto más no ha de verse bien si ese monumento representa a centenares de miles de personas. Porque el personaje en cuestión, por mucho que haya hecho y por más grande que sea, nunca habrá aportado a nuestra ciudad y a nuestra historia lo que la Semana Santa y cuanto ella aglutina. En el penitente que aparece en el monumento (otro tema es si gusta más o menos o qué lugar es el más idóneo para instalarse) no están personificados solo los magnos, los insignes, los famosos…, sino todas las clases sociales, pobres, ricos, nobles, campesinos, artesanos, gobernantes, intelectuales, artistas, ignorantes, analfabetos, discapacitados…, porque bajo la túnica y el capirucho no hay diferencias. Están simbolizadas generaciones enteras. Ahí, nuestros antepasados, padres y abuelos, y también nuestros hijos. En el penitente del monumento estamos todos, hombres y mujeres y niños, los que creen y también los que no creen, los que se han vestido con la túnica penitencial y los que no, pero viven la Semana Santa desde la tradición, la cultura, la convivencia, el reencuentro con la familia, el comercio, la música, la gastronomía, el turismo, la fiesta, el esplendor de la primavera…  Un monumento a la Semana Santa de Úbeda es algo, en definitiva, que representa y homenajea a todos, al colectivo, porque todos hemos hecho historia de alguna manera y juntos hemos logrado a lo largo de los siglos que Úbeda sea lo que es. 

Y esto que expreso no es porque ahora quiera yo salir al paso de nadie. Ya lo hice saber hace muchos años en mi obra teatral “Úbeda dama de sueños”, en donde de todos los ilustres que están enamorados de ella, nuestra ciudad elige al personaje anónimo: al Pueblo, porque es el pueblo al fin y al cabo quien en verdad construye su ciudad.

A mí me hubiera gustado, eso sí, que fuese costeado por suscripción popular y no con dinero público. Y así, al mirar la figura levantada en su pedestal, poder decir con orgullo: “Ahí estamos todos; y todos, en homenaje a todos, lo hemos costeado.” Pero también en este caso (y lo dice quien ha estado siempre en contra de las subvenciones), estoy de acuerdo en que el Municipio aporte dinero público, en cuanto se hace cierta equidad en relación al mucho gasto que realiza y ha venido realizando costeando otros proyectos a particulares y de grupo que a la postre nunca tendrán ni por asomo la misma trascendencia por muy de progreso que los quieran vestir. Porque para labor progresista ninguna como la que realizan las cofradías y hermandades, en activo todo el año, realizando un trabajo totalmente altruista y sacrificado que sí que repercute en todo el pueblo, primero porque establecen cadenas heredadas de vida y amor que unen tiempos y personas, siendo además los grandes artífices de la grandiosa fiesta cristiana de la Semana Conmemorativa de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, y después, porque innovan, fomentan, publican, fundan, conservan y amplían el patrimonio artístico, mejorándolo, aportan trabajo, crean riqueza directa e indirectamente, contribuyen al mundo de las artes, originan convivencia, igualdad y fraternidad, participan y cooperan en todas las demás fiestas, mantienen tradiciones, siembran fe y esperanza, participan en el mantenimiento de los monumentales templos, auxilian a la Iglesia, organizan campañas, dan cobijo, libros, medicinas y alimentos, ayudan a los necesitados… ¡Tremendo!

Sí, por lo tanto, a que se haga realidad el monumento a nuestra Semana Santa como los hay, dicho sea de paso, en otras muchas grandes ciudades y nos da además nombre internacional. Y porque levantándolo no olvidamos lo bueno del pasado, aporta poesía de futuro y es una buena inversión social en cuanto anima a seguir en la lucha para antes salir de la crisis, aparte de que nos iguala y nos representa a todos por muchos siglos o, cuando menos, si me apuran, a una grandísima mayoría.  

martes, 11 de mayo de 2021

UNA JOYA COMO REGALO

No es exageración de padre, pero tener en mis manos el libro escrito por mi hijo José Ramón, dedicado a su hijo Ramón Aléxandros, mi primer nieto, con motivo de su primera comunión en la Iglesia de Cristo Rey y Nuestra Señora del Valle de Córdoba, el pasado sábado, es saber que la historia de los pueblos y del cristianismo tiene una aportación más a su legado de grandeza que viene a hacerlos, cuando menos, más dignos y más universales.

El libro, EL EVANGELIO DE JUAN Y LA EUCARISTÍA. Un punto de vista personal. Análisis del capítulo 6, es todo un reto literario, reflexivo y teológico, que ha supuesto, después de una labor ímproba y de una entrega sin límites diaria en el campo de la medicina, tanto en el Hospital Reina Sofía como en los Centro de la Cruz Roja y San Juan de Dios, cientos de horas de trabajo personal robadas al tiempo de ocio, desde la compra de libros en distintos idiomas y su lectura y estudio, muchos de ellos ejemplares únicos ya agotados, mirlos blancos en bibliotecas perdidas, hasta verlo, tras la impresión en Gráficas Minerva, encuadernado en pasta dura y tela blanca, con letras doradas y sobrecubierta inspirada en un cuadro al óleo de Blas López, pasando por un contenido hondo, estructurado, desmenuzado y argumentado que se ha forjado a golpes de quietud a altas horas de la madrugada, en la intimidad de un despacho silencioso, bajo la luz de una lámpara que deja entrever a su alrededor, en la penumbra, pese a ser aún tan joven, numerosas placas y reconocimientos… y, de manera particular, recuerdos de enfermos, entre ellos niños, que agradecen seguir teniendo vida porque él le está ayudando con mucho amor a no perderla. Todo también mérito de su esposa, Nieves, doctora de reconocido prestigio, que ha regalado de igual modo sacrificios y entregas silenciosas a manos llenas, sin escatimar palabras y hechos de ánimo y aliento en las horas que venían vestidas de desaliento y fatiga.       

Es, en definitiva, este libro una joya que ha de tenerse en cualquier salón de cualquier interesado en la exégesis evangélica, tanto eclesiástico, como laico, investigador, teólogo, historiador…, o persona interesada en conocer la mística joánica y su trascendencia en el acontecer de los tiempos.

En la obra se nos habla de San Juan, el autor que da nombre a su evangelio, de su estructura, así como fecha y lugar de composición. Para adentrarse a continuación en el estudio y desarrollo del capítulo 6, el más complicado, hondo y misterioso de cuantos escribió o promulgó el discípulo amado del Señor, dividiéndole en ocho grandes bloques: El signo de la multiplicación de los panes y los peces. Jesús camina sobre las aguas. Transición. Primer fragmento del discurso del pan de vida. Segundo fragmento del discurso del pan de vida. Tercer fragmento del discurso del pan de vida. Cuarto fragmento del discurso del pan de vida. Y reacciones al discurso del pan de vida. Terminando con una dilatada relación de autores y una amplísima bibliografía.

Y lo más hermoso de todo, se ha escrito y publicado el libro, en edición limitada, sin ánimo de lucro, como regalo de José Ramón y Nieves a su hijo en su primera comunión, y para regalarlo de paso a la sociedad. De tal modo que si alguien tuviese interés por hacerse de un ejemplar sin coste y no precisamente para servir como simple reclamo de polvo en una estantería con carácter ornamental, solo bastará con que muestre interés y se ponga en contacto con su autor.

EL EVANGELIO DE JUAN Y LA EUCARISTÍA, escrito desde la fe y la grandeza de corazón, no es, en definitiva y ello ha de quedar claro, una obra trivial, nimia y ligera, sino todo un amplio y condensado compendio para el análisis, el estudio, la formación y el conocimiento misterioso de quien escuchó a su Maestro decir que quien come su carne y bebe su sangre tiene vida eterna y él lo resucitará en el último día.

Felicidades, hijo. Gracias, Nieves. Enhorabuena, Ramón, por ser artífices de un libro tan sencillo y a la vez tan grande. ¡Dios os la pague!