Se abre ante mis ojos este inmenso espacio en blanco, como una sábana gigante, o como un océano de nieve, por el que sumergirme para dar rienda suelta, desde la mayor de las libertades y la más honda independencia, a mis pensares y sentimientos.
Quiero aquí dejar escrito cuanto mi alma siente, viajar por mi propio mundo de íntimas ausencias, lejos de espadas traidoras y amistades peligrosas, lejos de compañías disfrazadas de alquimias interesadas, solo, pero cerca, muy cerca del latido del corazón de quienes buscan mirar sin odio más allá de la piel de las estrellas.

Se abre ante mis ojos esta infinita inmensidad sin tiempo ni distancias, y me voy a lanzar a su conquista, como un marino solitario rumbo a lo desconocido. Confieso que al hacerlo siento inquietud y desasosiego..., nadie sabe qué puedo encontrarme, ni a qué orillas llegaré, ni qué territorios se cruzarán en mi camino, ni qué peligros saldrán para asfixiarme, ni cuántos calendarios de travesía... Pero también siento paz, porque si bien sé que sé pocas cosas, la más importante es saber que no regresaré a Ítaca, aunque regrese, porque sé que, loco yo de amor por ella, Penélope nunca me ha querido.
Acepto mi destino y mi derrota. Desde el exilio parto hacia el exilio. Tened, los que quedáis en tierra firme y segura, salud y larga vida. A nadie deseo el mal y para todos mi perdón. Perdonadme también a mí. Podéis seguir, no obstante, durmiendo a todas horas. Yo buscaré estar en vela, para que cuando me llegue la muerte me encuentre vivo.
Hasta siempre. Iré enviando, cuando me sea posible y pueda y quiera, mis postales dentro de botellas de náufrago por si tengo la suerte de que alguien las encuentre flotando por las olas. Que seáis felices.