viernes, 8 de marzo de 2024

PANORAMA INFECTO

Siempre he sabido que nuestra sociedad está constituida por personas honestas y personas indignas, por mujeres y hombres nobles y entregados, y gente miserable, traidora y corrupta. 

 

Lo comprobé siendo muy niño. Jugando en las eras lindantes al antiguo colegio salesiano al fútbol con un grupo de amigos, sufrí un desafortunado percance. Un chaval de gran envergadura venía veloz hacia la portería, consistente en dos humildes piedras como postes, que yo defendía como ilusionado guardameta. Le salí al paso, y cuando me arrojé valientemente a sus pies para atrapar el balón, lanzó un derechazo que me golpeó de manera brutal la cabeza. Quedé inconsciente. Perdí el conocimiento. Cuando desperté, me hallaba en uno de los servicios del colegio bajo un grifo de agua tan fría como desconcertante. De los veintidós jugadores de ambos equipos, solo se quedaron para salvarme la vida no más de cuatro. Los demás huyeron asustados y cobardes. Nunca he contado esto, ni siquiera a mis padres ni a mis hijos. Tampoco he querido darle mayor importancia. Cosas de niños, he pensado siempre. 

Mas ahora, muchos años después de aquello, cuando se van a cumplir cuatro años de vernos confinados por culpa de la pandemia que nos invadió tan sorprendentemente y viendo el terrible panorama que vivimos por culpa de unos políticos egoístas y una sociedad acomodada y hedonista, he recordado la grandeza de aquellos sanitarios que se lanzaron a los pies del virus para detenerlo con infinito sacrificio y aquellos que lo daban todo para que el país no se parará definitivamente. Todo un ejemplo de superación humana. Muchas personas murieron en la más honda de las soledades, sin despedirse siquiera de sus familiares más cercanos. Multitud de bolsas servían de sudario para el enterramiento de miles de cadáveres. UVIS, habitaciones y pasillos de hospitales abarrotados de enfermos que se asfixiaban inexorablemente…

 

Y aplaudíamos emocionados y agradecidos todas las tardes a este personal que daba su vida para salvar las vidas de otros. Y admirábamos a transportistas, tenderos, policías…, que seguían al pie del cañón por el bien de los demás. Todo un ejemplo impagable de honestidad, dignidad y grandeza de corazón. 

 

Pero la cruz de la moneda no podía faltar. Y mientras millones de personas estábamos aturdidas, preocupadas y hasta desorientadas, conmocionados, y miles seguían muriendo entre tubos y máquinas sin alma, otras cuantas se dedicaban a enriquecerse a costa de la urgencia y necesidad de salir del paso. Millones de euros malgastados en mascarillas y material sanitario que no servían para nada, en una trama no solo corrupta sino canalla y abyecta que más que asco da vómitos de sangre maloliente. 

Una trama que está saliendo a la luz con el consiguiente paño oscuro de los que nos gobiernan para evitarlo. Y aparecen comisiones, y tráfico de influencias, y malversación de caudales públicos, y presiones de peces gordos…, y compra de pisos, y dinero en metálico, y decenas de armas y juergas y prostíbulos, y nadie se responsabiliza, y nadie se declara culpable, y nadie dimite… Tajo de sinvergüenzas flotando sobre la pasividad de una sociedad amoral y agonizante. 

 

Y ante este panorama infecto, me ha venido a la mente aquel niño que jugaba en las eras un partido de fútbol en una portería limitada por dos piedras y que, cayendo conmocionado por culpa de la fortuita patada de un grandullón, se ve abriendo los ojos bajo un chorro de agua fría. Y, como entonces, pienso que, quitando a cuatro seres de luz, los demás somos una banda de ciegos, temerosos y cobardes, huyendo sin orden ni concierto, guiados por ciegos y corruptos.   

 

¡Y madre, qué batacazo nos vamos a dar como nos descuidemos!

miércoles, 28 de febrero de 2024

CRÓNICA DE LA PRESENTACIÓN DE MI LIBRO "SONETOS DE PASIÓN Y GLORIA"

El día 23 de febrero de 2024 amaneció frío. Veníamos disfrutando de una primavera adelantada adornada con esplendidas “aladas rosas de los almendros de nata” y un calor casi veraniego. La tarde fue empeorando, y hacia las siete, la lluvia irrumpió con fuerza desmedida hasta dejar desiertas las calles.

 

La hora de la presentación del libro era las veinte. Todo dispuesto en el Auditorio de Hospital de Santiago. Antonio Moral y su hijo Miguel Ángel habían adornado el escenario -un retablo de piezas de la antigua sillería con sabor de siglos-, con luces de colores serenos y delicados. La mesa presidencial, en el centro de la escena, sobria y elegante sostenía tres micros para tres asientos: presentadora del acto, presentador del libro y el autor. No contábamos con ningún representante político gobernante. El Ayuntamiento nos había remitido cinco horas antes del acto un escrito excusando la asistencia de la señora alcaldesa por encontrarse en la Asamblea de Ciudades Patrimonio de la Humanidad, sin añadir ningún nombre que la representase.

Pero, pese a los muchos actos organizados ese tarde-noche y demás contratiempos, de golpe, empezaron a acudir en masa hasta abarrotar la sala en pocos minutos. Algunas personas tuvieron que buscar acomodo en los laterales, permaneciendo otras de pie al fondo. 

 

A punto de comenzar, apareció don Pedro Jesús López, concejal de Educación, diciendo que lo hacía, sobre todo y, en primer lugar, como amigo. Ocupó lugar de honor en la tribuna, como debe ser para quien representa a la ciudad de Úbeda. 

 

Inés López presentó el acto. Su voz dulce y su perfecta dicción, sobre un contenido breve pero intenso, abrió la puerta para una noche inolvidable. A continuación, José Ramón Molina, mi hijo mayor, habló más que del libro, de la vida misma, de los valores, de la felicidad como fin último. Y habló de mí, del momento que vivo, de la contemplación que me cobija, de la esperanza que me alienta. Y habló de Juani, su madre, en su labor callada, fructífera, sacrificada…, hasta hacernos llorar de emoción. Fue la figura que sorprende, que asombra, que hace enmudecer, recibiendo un aplauso unánime, sonoro y larguísimo. Acto seguido tomé yo la palabra y hablé de gratitud, de las magníficas fotos que lo ilustran, obra de Diego Godoy Cejudo, de lo que significa crear un libro, de la necesidad de no venderlo, de lo que entraña dejar ahí sonetos escritos y recitados por mí mismo con música de marchas de fondo, fáciles de escuchar mediante un código QR adjunto dibujado bajo cada uno de los poemas, concluyendo mi exposición con la recitación de cuatro sonetos. Puso punto final al acto el concejal de Educación. Habló desde la amistad y la consideración, con sencillez y altura, ganándose muchos corazones que le eran ajenos.

 

Se regalaron ejemplares a la salida y yo firmé a prisa y lleno de satisfacción no pocos, en especial los de aquellos que se desplazaron de fuera, entre otros, de Jaén, Villacarrillo, Sabiote, Baeza, Rus…, e incluso de Daimiel. 

Todo quedó recogido en una grabación realizada por Domingo Barbero que circula por internet. Las redes sociales ardieron de bellas palabras esa misma noche y a lo largo de los días. A la salida, el tiempo seguía siendo frío, e incluso nos regaló una tormenta con relámpagos mientras yo recitaba los sonetos dedicados a mi Cristo Yacente y a mi Virgen de Guadalupe, cuyos estandartes estaban colocados a cada lado de la mesa por gentileza de sus dos cofradías y haciendo unidad con el incensario de la cofradía del Cristo de la Buen Muerte que creó, antes de comenzar el acto de presentación, una grata y perfumada atmósfera. 

 

En definitiva: poesía, misticismo, amistad, gratitud, amor…, como una pequeña antesala que lleva a la vida eterna.

 

No tengo palabras para agradecer tanto como recibí. 

Que Dios os lo pague a todos. 

sábado, 10 de febrero de 2024

SONETOS DE PASIÓN Y GLORIA

No queremos pensar en la muerte. De vez en cuanto nos viene su sombra y nos conmueve y tambalea. Unas veces ante el hecho de ver que nos deja un ser amado. Otras, por alguna noticia que nos impacta, porque nos vemos hundidos en el mar de los silencios…, o porque una enfermedad nos muerde y nos demuestra lo débiles que somos.

Yo lo haga con frecuencia. Desde que tengo uso de razón me preocupa la levedad que nos conforma. Y ante el vacío del absurdo, como un náufrago que se ve en medio del océano, me agarro a la tabla que se cruza en mi camino sin saber muy bien quién la dejó ahí. Y esa tabla me ayuda a nadar hacia la orilla del infinito, me consuela en los esfuerzos, me alienta en el ahogo de las oscuras olas que buscan hundirme, me ayuda a ser mejor, me hace ver a los demás como amigos y me obliga a dar de mí lo mejor que tengo. 

 

Y en ese dar, me siento obligado a poner en circulación las pequeñas monedas que guarda mi corazón. Y lo hago bajo el nombre y por mandato de quien vino a darnos la esperanza de que llegaremos a buen puerto, aunque sea cansados, mojados y harapientos. 

 

Y mis monedas, los pequeñísimos talentos que poseo, los intento multiplicar para dar la ganancia gratis, porque de gracia los recibí.

 

Y subido a la tabla de la fe, he ido a lo largo de mi vida sembrando pequeñas semillas de vida que hoy, ya en mi última etapa, compruebo con resignación, muchas de ellas quedaron olvidadas, como vanas espigas sin color. Pero quedándome el consuelo de que he hecho lo que he podido.

 

Y lo sigo haciendo. De ahí que, dejándome llevar por mi amor a la poesía, le dedicara a mi ciudad un libro completo de poemas, y a Jesús de Nazaret otro, ilustrado, titulado Dejad que los niños se acerquen a mí, para ahora complementar ambos con sonetos a Dios y a Úbeda en sus cofradías y asociaciones religiosas.

 

Un libro que me ha llevado años. Que he publicado con sumo cuidado. Con fotografías a todo color de cada titular realizadas por mi amigo Diego Godoy. Llevando cada soneto incorporado además un QR mediante el que poderlo escuchar recitado por mí con música de marchas de fondo. 

Un libro que no pondré a la venta, en cuanto considero que, aparte de ser un testimonio de fe, es un regalo a mi ciudad y a sus hermandades, y a cuantos quieran acompañarme el día de la presentación, que tendrá lugar, si Dios quiere, el próximo viernes, día 23 de febrero, a las 20’00 horas, en el Auditorio del Hospital de Santiago. 

 

Quedáis todos invitados. 

miércoles, 24 de enero de 2024

REDES SOCIALES

En el colegio, el maestro le habla al niño de paz y convivencia, de compartir, de ser solidario, de decir la verdad. Luego, el niño o la niña, crece y comprueba que la sociedad es una selva que te rodea, te ataca, te ahoga y te condena.

 

Ahí no hay convivencia, ni se comparte, y la solidaridad es falsa, y la verdad no se ve. Y no hay paz. 

 

Siempre la selva ha existido. Salir de casa por la mañana y pisar la calle es adentrarte en la arboleda de la opacidad, trabas, enfados, mala educación, engaños, exigencias, torpezas, intereses creados… 

 

Pero la selva ahora es mucho más asfixiante. Entre los árboles, los yerbajos, las lagunas cenagosas, las zarzas y los espinos se ha construido una tela de araña llamada redes sociales que es para temblar. En ella se deslizan hombres y mujeres que con sus comentarios te pueden levantar a las estrellas o hundirte hasta el pozo del infierno.

Y hay más de lo segundo que de lo primero. Conozco establecimientos, bares, comercios, eventos, artistas, personas profesionales en mil campos que han tenido que cerrar no solo sus negocios sino sus vidas. 

 

Y se ensañan con ellos. Con razón y sin razón. El caso es coger la presa y no soltarla hasta que quede en el pellejo. Y se comenta el hecho, y se difunde en los medios, y se expande sin límites, y te llaman para que no te lo pierdas y disfrutes. 

 

Es cierto que la libertad de expresión es sagrada, y que no se puede ni se debe ir contra ella, pero también es cierto que la verdad nunca debe convertirse en calumnia. 

 

Yo no ando por las redes sociales, tengo otras distracciones que me llenan más y me hacen más feliz, pero me asustan estas guerras que a lo lejos aparecen, los ataques furibundos de unos y otros, la falta de respeto, de comprensión, de delicadeza, como si fuéramos títeres, muñecos de paja a los que hay que moler a palos, sin medir las culpas, como si fuera lo mismo una bofetada que un crimen, o un pico que una violación, o el robo de una gallina que una estafa millonaria.   

 

Y no me opongo a ello, que conste, la libertad es también eso, pero sí me gustaría que cuando alguien, por ejemplo, haga algo digno, importante, bello…, se alabe también, con igual o más fuerza, y se empuje a que la difusión llegue de igual modo a todos los rincones del planeta. 

 

Pero qué va. Me quedo con las ganas. El morbo es el morbo. Qué le vamos a hacer.

 

Y lo peor de todo es que cuando los ataques van dirigidos a políticos, a esos poco les afecta lo que de ellos se diga. Como quien ve llover, esperar a que escampe en unos días y listo. No se van a ir, no van a dimitir. Y en ningún pueblo. Los niños imitan a sus papás El gobierno de Sánchez ya no puede hacer más barbaridades, romper más leyes, retorcer más disposiciones, cruzar más líneas rojas…, y de todo sale, y todo lo va consiguiendo, y todo lo va logrando, y todos siguen en las poltronas…, y eso que depende del apoyo de más de veinte partidos… Unos genios. 

 

Y a mí esta selva ya me cansa. No hay manera de bajarlos del burro. Hacen y dicen lo que les da la gana. Ahora blanco y a la media hora negro, y encima el imbécil soy yo por no pensar blanco y a la media hora negro, por ser tan radical, por no saber interpretar las circunstancias, por no querer la paz social.  

 

Por lo que harto ya de redes sociales y ser tan bobo, me retiro. Yo sí dimito. Ya no voy a ver la tele ni leer noticia alguna. Me pongo, como aquel a quien también hay que echarle de comer aparte a contar nubes. 

miércoles, 10 de enero de 2024

¡MADRE, LO QUE HACEN LAS MONEDAS!

Es que uno no levanta cabeza cada vez que mira por la ventana a ver el sol. Un sol que alumbra día a día con menos brillo, con más niebla en su centro, con menos esplendor en sus rayos. 

Tampoco ayuda quedarse en casa, encerrado en la oscuridad de la habitación, porque nada te distrae ni te saca de la umbría. La prensa es un amasijo de noticias a ver cuál más sensacionalista para invitarte a ser leída. La radio una monotonía interesada y partidista. La televisión, cada vez más un estercolero, donde los anuncios imponen sus gritos y las películas de las últimas décadas son pésimas, hechas por directores y productores subvencionados y actores tan ridículos que no saben pronunciar, hablando para ellos, creyéndose naturales, cuando son tan solo muñecos salidos de las academias dónde lo primero que les deben enseñar es a tener claridad en la palabra y sencillez en la expresión para nunca sobreactuar por defecto. Una tele que es madre y maestra, la que nos dice qué vestir, qué comer, qué pensar, cómo vivir, quién es el bueno y quién es el malo. 

 

La que nos aclara, además, una y otra vez, hasta el hastío, que las puertas de las cárceles están abiertas a los que no entren por el carril del progresismo. Que la mujer es sagrada, siempre dice la verdad, tiene prioridad, nunca es la mala de la película. Que ser homosexual es guay, y abre puertas. Que tirarte al que o a la que te cruzas por la barra del bar de copas es lo suyo. Que ni un mínimo mal pensamiento para los que constituyen el grupo LGTBI… Que la democracia es lo sublime. Que la Iglesia es una ensaimada de alcanfor y los llamados cristianos unos ridículos anticuados, casposos y retrógrados. Que fuera ya de una vez la fe de nuestras vidas infinitas. Y se ridiculiza lo sagrado, y se quema la Biblia, y se arrancan las cruces. 

 

Y de golpe, el espectáculo que nos tiene entretenidos, lo más importante de lo menos importante, dicen los filósofos de la postmodernidad, la Supercopa entre los cuatro equipos españoles de fútbol que han hecho méritos para ello, cuales son haber sido campeón y subcampeón tanto de liga como de copa. Y, ¡hala!, a jugarla un año más en Arabia Saudí. 

 

Sí, en Arabia, porque es allí el espejo donde mirarnos los pobres occidentales. El país más democrático del universo, el que más considera a la mujer, el que más protege a los homosexuales, el más abierto a las relaciones sexuales de las personas, el que más disfruta de un buen vino, o un cubata, el que come los mejores embutidos ibéricos y el mejor jamón de bellota del mundo… Y sobre todo, el que más respeta nuestras costumbres, formas y maneras de aquí. Y más consideración tiene además a los que creen en otra cosa que no sea Alá. ¡Una maravilla! 

 

Y los clubes que van a jugar allí, sobre todo el catalán, el Barça de mis amores de niño, ya han dado instrucciones para que sus seguidores sepan comportarse mientras están en esas tierras paradisiacas, emergidas en un mar de petróleo que alucinas. 

 

Y todos los borregos, a obedecer, todo sea por ganar la copa, aunque se pierda el honor y la honra por la lluvia de petrodólares que pueden caer en el páramo de sus bolsas vacías. 

 

Y ni mú. Que os la jugáis. De democracia ni una palabra, que es cuchillo que raja. A las mujeres dejadlas en paz en sus harenes, que así son felices y más si llevan el velo o el burka. De gays nada de nada que no existen, y como a alguno se le ocurra existir, a la cima de la grúa colgado. A tu mujer ni un beso en la grada, que la compostura puritana e hipócrita se impone. Tampoco eso de llevar una cerveza y un bocata de jabugo en la mochila para el descanso, que te puedes atragantar y hasta acabar entre rejas. Y reverencias a Alá por todos lados, ni una sonrisa al pronunciar la palabra que te puede costar la vida. Y nada de preguntar dónde hay una iglesia para pedir por tu equipo, que es jugártela a la ruleta rusa. Y menos mostrar una cruz, por lo que si llevas alguna colgada del cuello, escóndetela bien dentro de la camisa. Vamos, que si el escudo del Barça tiene la cruz de San Jorge, desde su fundación, hace 125 años, se le quita el travesaño horizontal y ya cuantos la vean pueden creer que se trata de la roca vertical sobre la que Mahoma ascendió a los cielos. Y si el escudo es el del Real Madrid, pues se le arranca entera de su majestad corona, como quien no quiere la cosa. Y todos felices.

¡Madre, lo que hacen las monedas! Y luego dicen que el dinero no da la felicidad. Y hasta puede que sea así, pero lo que sí da es poder para convertirte en un guiñapo de goma tirado por la arena y te tragues, junto al polvo arenoso de Arabia, tus creencias y valores. 

 

Mas cuando ellos vengan aquí, a tragar también, abriéndoles muchas mezquitas y tratándolos con sumo respeto y consideración, para que aprendan y acaben prendiéndonos. Y yo de acuerdo en todo, que no quiero que me llamen xenófobo. Lo que me faltaba.

viernes, 29 de diciembre de 2023

FELIZ AÑO NUEVO

Cuando el reloj da las doce campanadas de fin de año, nos comemos las uvas a trompicones, descorchamos el cava y elevamos las copas en brindis efusivos para fundirnos a continuación en abrazos deseándonos un feliz año nuevo, lo que en realidad estamos haciendo es un esfuerzo tremendo por huir de los fantasmas que sabemos nos esperan tras cruzar la línea que pone punto final a un año y da comienzo a otro nuevo que durará doce largos meses de incertidumbres.

Todo el mundo sabe en el fondo de su corazón -y ya lo he comentado otras veces- que cada día que avancemos en el calendario será como ese soldado que avanza desde su trinchera hacia la trinchera del enemigo, esquivando las balas, los misiles, los socavones del terreno, los arroyos, el barrizal… intentando llegar a un foso o parapeto donde cobijarse, respirar y una vez más realizar el ritual de las campanadas, las uvas, el cava y los abrazos… Y al hacerlo, mirar atrás y ver que han sucedido muchas cosas mientras corríamos hacia el horizonte, muchas penas, tristezas, visitas médicas, diagnósticos, dolores, fracasos, muertes…, envuelto todo en papel de regalo de alegrías, curaciones, fiestas, éxitos, amores, nacimientos… Es decir, la vida que siempre mira hacia delante, porque sabe que vivir no es regresar, que está prohibido, que volver es desertar y en caso de que lo intentes hay un militar sin escrúpulos ni misericordia a la espalda que no te dará otra opción que aniquilarte con un tiro en la nuca. 

 

Por ello, a medida que pasa el tiempo, los que nos vamos haciendo mayores, vemos esto de fin de año con mayor desasosiego, hemos corrido mucho hacia la trinchera enemiga, incluso nos hemos cansado ya de regatear los disparos, nos pesan las botas de tanto barro en las suelas, tenemos demasiadas heridas en la carne y llagas en el alma, y hemos visto caer a nuestro lado a demasiados amigos y compañeros, a demasiados familiares a los que abrazamos muchas veces deseándoles de todo corazón feliz año nuevo y ese año nuevo se lo llevó en una camilla sin conciencia al hospital de nunca regresar dejándonos ya tan tocados que nunca nos hemos repuesto del miserable golpe.

 

Y dentro de esa desazón e incluso miedo a lo que está por llegar, lo que más me inquieta es que el nuevo año, tan bien recibido con licores, manjares, fuegos artificiales, luces de colores, presentadores famosos…, es que en el campo de batalla seguirán cayendo demasiados porque los gusanos tienen también que comer su ración diaria, y nos dirán adiós personas ancianas y personas maduras…, y lo que es peor, jóvenes llenos de esperanzas y proyectos, incluso niños a los que no les ha dado tiempo siquiera a saber de qué color es el mar. Para algunos será tan cruel que esa misma noche, estando llenos de alegría, no saben que le quedan horas o pocos días para que un proyectil perdido le atraviese el corazón. Como también sé que este, o uno de estos años en los que entramos gozosos será el último mío. Me doy cuenta una vez más porque miro hacia la trinchera de los que nos disparan y observo que no se les acaba nunca el armamento, que tiran a ciegas y que alguno con cara de pocos amigos se ha fijado en mí y ya no me va a dejar tranquilo hasta acertarme. Y no me cabe duda de que si no es hoy será mañana cuando acierte, porque el elemento es imperturbable y más frío que el hielo.

Lo sé. Ya sé que alguno de mis lectores del blog, siempre buenos, dirán que menudo último artículo para fin de año, que es demasiado aguafiestas, triste, que no es momento para lo negativo… Pero, con todo el perdón y respeto del mundo les digo que se equivocan, que, pese a que lo que ahora escribo lo hago desde el dolor que me ha tenido imposibilitado varias semanas, es todo lo contrario, que este es un artículo, aparte de realista, optimista, lleno de gozo y esperanzador. Porque, pese a todo, serán muchísimos más los que llegarán al nuevo fin de año que los que no lo harán, y dirán, de nuevo, entre júbilo y fiesta, feliz año nuevo, porque la vida sigue, porque la vida es así, porque la vida es tan hermosa e ilusionante y tan rica precisamente porque sabemos que obligatoriamente se tiene que acabar y al mismo tiempo tan apasionante porque no sabemos ni el día ni la hora… Y tan maravillosa para los que tenemos fe que hasta nos duele menos morir, porque esperamos una nueva manera de existir en la que cada fin de año será tan extraordinario como que el que está por llegar, porque no habrá pasado, solo futuro sin tristeza ni dolor alguno, completamente justo, fraternal y eterno.

 

FELIZ AÑO NUEVO, amigos. 

viernes, 15 de diciembre de 2023

EL POBRE ANCIANO PASTOR DE BELÉN


                                        Un año más había nacido el Niño en Belén. 
                                        Y, como siempre, también, en la misma cueva.

                                        Y una vez más todos los pastores 

                                        a la llamada del ángel de la buena nueva,

                                        marcharon a adorarlo a toda prisa.

                                        Solo uno, muy anciano, con ropaje de pobreza,

                                        se fue acercando despacio,

                                        como decepcionado de tantas compraventas

                                        comerciales, de tanta, pese a todo, 

                                        desesperanza inmensa. 

                                        Los pastores se fueron aproximando al pequeño

                                        y cada uno le presentó el listado de su cuenta.

                                        Cuando el pastor anciano quedó solo,

                                        acercándose al Niño, lo miró con ojos de tristeza

                                        y le dijo muy despacio al oído,

                                        con cierto dolor desbordándole las venas:

                                        «Yo no vengo ya a pedirte nada. ¿Para qué,

                                        si no recibo respuestas?

                                        Desde joven te vengo pidiendo por la paz 

                                        y cada vez surgen más guerras.

                                        Te he rogado por la unidad de los cristianos

                                        y cada vez andamos levantado más fronteras.

                                        Te he suplicado para que todos tengamos pan

                                        y cada vez hay más hambrientos en la tierra.

                                        Te he requerido por el cese de las plagas

                                        y cada vez hay mayores epidemias.

                                        Te he instado por el fortalecimiento de la fe

                                        y veo como se derrumba entre la niebla.

                                        Te ha implorado me devuelvas la vista

                                        y cada vez es más honda mi ceguera. 

                                        Te recé por la curación de mi hijo

                                        y se me murió en los brazos al llegar la primavera.

                                        Te he solicitado tener algún amigo 

                                        y cada vez estoy más solo con mi ausencia.

                                        Te he orado por la bondad de las gentes

                                        y cada vez hay más egoísmos y miserias. 

                                        Te he invocado para que los mejores nos gobiernen

                                        y nos gobiernan los indignos que dan pena…

                                        Nada entiendo de ti. ¿Para qué pedirte nada?

                                        Pero antes de morir, al menos, sí quisiera

                                        saber que si tan pocas cosas nos concedes,

                                        ¿para qué naces cada año?, ¿a qué viene esta manera

                                        hacerte reiteradamente

                                        tan minúscula presencia?»

 

                                        El niño lo miró entonces

                                        con ojos de luna llena 

                                        y le dijo, muy despacio, 

                                        de corazón a corazón, con voz serena: 

                                        «Para que no pierdas la esperanza, amigo.

                                        Yo nazco, sencillamente, para que nunca mueras».