Abrió los ojos y era la mañana
de un cristal transparente, sin perfiles,
de verdes bajo un cielo de candelas.
Abrió los ojos y era el calendario
un soplo en las pupilas de hora buena.
El alma se vistió de calentura
y soñaba la luna con ser llena.
Y vio que estaba en marzo, a veinticinco.
Y que en Nazaret de Galilea,
un día, tal cual hoy, un ángel vino
enviado por Dios aquí a la tierra
para a una joven virgen anunciarle
que sería su madre, pues en ella
halló la claridad de la hermosura
dentro de un corazón lleno de estrellas.
Y María aceptó, y rodó el mundo
en eco universal, como una esfera
azul para romper las rejas de esta cárcel
y hallemos en la fe una puerta abierta.
Abrió los ojos y eran los paisajes
acuarelas de lumbre y de cosechas.
Destellos de ilusiones, de esperanzas.
De pájaros en vuelo, de luciérnagas.
De músicas trayendo entre las nubes
dibujos de color, sueños que sueñan.
De silencios acrósticos dejándonos
sinfonías de paz en la conciencia.
Abrió los ojos y era la distancia
un abrazo sin sombras ni tristezas.
El agua era sabor a eternidades.
Y el aire era de olor a rosa y menta.
Abrió los ojos y era así la vida:
un asombro de alturas sin fronteras.
Abrió los ojos… y era, en su mirada,
en medio del amor, la primavera.
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