
Caballeros Veinticuatro
y otros hidalgos sin número
caminaron abrigados
por los caminos antiguos.
Y a mitad de la distancia,
entre Úbeda y Baeza,
en la encina legendaria
enarbolaron su empresa:
En homenaje a Machado
alzaron una pancarta
referida al centenario
de su enviudada llegada.
Se relató la grandeza
de este lugar y su enigma.
Y se leyeron poemas
de sus “Campos de Castilla”.
Después buscaron las trochas
por donde el poeta iba
desde su casa, tan sola,
al calor de compañía.
Y cuentan que descansaba,
rendido, ya de regreso,
buscando ganar las fuerzas
perdidas por tanto esfuerzo.
Y ahí, meditaba en paz
sobre estas tierras resecas.
Campos con los que soñar,
luego, cuando no los viera.
Y ya, sin ningún percance,
en amistad y sin prisa,
retornó el grupo de andantes
a su Úbeda querida.
Ellos fueron: Juan Antonio,
fotógrafo de alma limpia.
Y los sabios y muy doctos
Juan de Dios y Luis María.
Con ellos Ramón Beltrán,
conquistador de cultura.
Y Antonio Almagro, sin más
un hombre grande y de enjundia.
Y Fernando Sánchez Resa,
dado al arte y siempre presto.
Y yo, con gorra de tela,
cronista en verso del hecho.
Y para que sea legal
rubrico, en fin, este escrito.
Espero que el encinar
sea aún más protegido,
y Machado, en su soñar,
sueñe un sueño agradecido.