En España hay un grave problema que se viene generando desde
hace mucho tiempo y se va agravando con el paso de los años: el de las
etiquetas.

Todo lo
etiquetamos. Aquí se es de derechas o de izquierdas. No hay término medio. Hay
blancos y negros absolutos, ningún gris. Y ya puedes hacer o decir cuanto
quieras que de nada te vale. Si te han etiquetado de derechista, ya hables a
favor de los pobres, de la indignidad de los poderosos, del ladroneo de
señoritos, banqueros y empresarios, de la paz, la igualdad, la libertad y la fraternidad
y en contra del capitalismo..., no eres más que un fascista, un carca, un
reaccionario y un retrógrado disfrazado, por más, además, que vistas con telas haraposas,
te dejes la barba, lleves el pelo sin peinar, parezcas sucio y te pongas
al cuello el pañuelo palestino. Y si te han etiquetado de izquierdoso, por más
que hables de tradiciones, de valores, de creencias en Dios, de estar en contra
de la empresa pública, del aborto y de la cultura y el arte subvencionados..., por
más que te vistas con traje y corbata de Armani, lleves un mercedes, pares y
comas en hoteles y restaurantes de lujo, y tengas propiedades, millones en paraísos fiscales y bajo la cama, te seguirán llamando camarada rojo.
Aquí no
vale lo que tú pienses y digas que eres, sino lo que los demás piensan y dicen que
eres. Y es un grave error que, de no variarse, no llevará a nada bueno, porque
mata las conciencias, ciega las miradas y genera violencia. Cada vez nos
empeñamos más en poner etiquetas y, mirándolas, salir en defensa a ultranza, o
airadamente en contra del sinvergüenza y embustero de turno según sea de los
míos o no.
Todo esto,
al fin, triste, muy triste, y que se solucionaría, sencillamente, con dejar de
poner etiquetas en la espalda de la gente. Por sus obras los conoceréis. Y
porque además cada uno puede decir libremente que es de derechas o de
izquierdas, y merecer tanto unos como otros el mismo respeto... Como también es
digno del máximo respeto el que exprese nos ser ni de uno ni de otro bando. Los
que no son dignos de respeto son los corruptos y mentirosos, porque esos no
tienen color, ni bando, ni ideología, son solamente ladrones y falsos. Y con éstos,
consideración y tolerancia cero. Absolutamente. Todos en contra de ellos a
muerte: y a devolver el dinero y a la cárcel.