
La extrema izquierda verdadera, no esa listilla y pícara que
vive entre el caviar y el mercedes, el cuento y el amiguismo, sino la del
martillo y la hoz, la del rojo puro, la marxista, estalinista y leninista, la
castrista, la comunista, la chavista, la norcoreana, la china..., puede tener
muchos defectos, pero es coherente. Va a las claras, aunque a veces, cuando
andan en territorio por conquistar, tenga que usar estrategias disfrazadoras.
No creen en la democracia. Creen en la dictadura de la ideología única. La del
poder que va en una misma dirección marcada. Y no se esconden. Su obligación es
romper. De ahí que se declaren
laicistas, perseguidores de la religión católica, partidarios del aborto, del
sexo libre y cuanto antes, del desenfreno moral..., destructores de todo lo que
sea educación, tradición, familia, valores, liberalidad, capital... Y hasta que
no alcanzan el poder son rebeldes, agitadores, acosadores, manifestantes panfletarios, contrarios al orden
establecido... Y en aras a alcanzar un poco más la meta, callan cuanta
corrupción surge en los más próximos a su pensamiento. Por eso apenas protestan
ante las injusticias cuando mandan los más allegados a su círculo de
pensamiento, como los socialistas, incluso cuando ven que éstos toman decisiones
que erosionan derechos, aumentan el paro y empobrecen a la población, o cuando
saben que se inyectan miles de millones a los bancos, o se producen desahucios
a pobres personas, pero las montan sin miramientos cuando es la derecha la que
hace algo semejante. Aparte, llevados por sus ideales corporativistas, mientras
caminan hacia el objetivo, se ayudan los unos a los otros con cargos, honores,
publicaciones y, sobre todo, con subvenciones impresionantes... Con la
añadidura de que todo aquél que no se incorpore a la ideología no será bien
visto, se le apartará y se le indiferenciará, tenga el talento que tenga. Todo
lo que sale de ellos está bien, es razonable, positivo. Todo lo suyo es
cultura, arte, progreso, modernidad, altas miras, libertad..., lo demás es
anticuado, carca, retrógrado, facha, fascista... Y así, a base de decirlo una y
otra vez, a golpe de gota de agua sobre la roca, lo consiguen, minan a la gente.
No tienen prisa. Su único fin es llegar a la dictadura del líder –del proletariado
dicen ellos–, cueste lo que cueste. De ahí también que se alíen con quien haga
falta, con terroristas, separatistas, anarquistas, nacionalistas...
Y muchos
inocentes, lejos de ideologías políticas, como ocurre en Andalucía, van y se
rasgan las vestiduras cuando esta extrema suprime líneas en la enseñanza
religiosa concertada, o cuando no dan ni un euro y atacan a cualquier actividad
que huela a lo que no es de ellos, o cuando salen a la palestra y dicen que
matar a un niño en el vientre de su madre es un derecho básico..., que los que
defienden la vida no son otra cosa que una secta minoritaria recalcitrante y
rancia que está en contra de la mujer, la libertad y el progreso. Pero, ¿por
qué extrañarse? La extrema izquierda tiene las ideas claras. Repito, es
coherente.
Los que no tienen ideas ni son
coherentes son los de derechas. Los de ni agua ni pescado. Los que quieren el
poder por tenerlo, por el disfrute de mandar. De ahí que sean acomplejados,
pusilánimes y torpes. De ahí los bandazos que dan. Por eso cuando manda la
derecha no se mueve nada de importancia. No se atreven. No quieren problemas.
Saben que la extrema izquierda, aunque sea sin motivos, no los van a dejar en
paz, pero mucho menos si encima se alejan de la línea marcada, porque de ese
modo les darán razones más que suficientes para pegarle fuego a la Cibeles. Los de derechas, además de no tener ideología, todo lo más preocupación por lo económico, tampoco tienen coraje. Por eso hacen lo contrario
de lo que prometen, se esconden, no salen a la calle, hablan con suma
prudencia, no realizan cambios, juegan al juego de la avestruz... Y, pensando
que pueden sentirse más tranquilos, siguen dando a los mismos las mismas leyes
y las mismas ayudas y las mismas glorias. A sabiendas, incluso, de que los
Brutos, así les des lo que les des, andan siempre con el pañal bajo la toga. Y
es que la derecha, aparte de boba e incoherente, es también masoquista.
Pobre país el nuestro. Con
izquierdas coherentes, pero dictatoriales, y con derechas no sólo incoherentes
sino acobardadas. Pobre España. ¿Cual de las dos, como a Machado, me helará
antes el corazón?