sábado, 10 de diciembre de 2011

PALABRAS TRAS UN SENCILLO Y EMOTIVO HOMENAJE

El Ayuntamiento de Villanueva del Arzobispo acordó dar mi nombre al Certamen de Relato Corto en Red que convoca. Regalo que acepto con orgullo y honor, porque para alguien como yo, que llegó a Villanueva del Arzobispo, ensimismado y nervioso, en autobús, con la intención de tomar posesión por vez primera del cargo de maestro en el Colegio de la SAFA, donde había sido destinado tras aprobar las oposiciones, justo el día que cumplía 20 años, es algo tan especial y extraordinario que lo consideré y lo sigo considerando como un nuevo nacimiento.

El nacimiento de un joven tímido y solitario que llevaba las alforjas cargadas de inocencia y de ilusiones, de ganas de hacer algo por los demás, de deseos de formar parte de la historia grande de este pueblo.

            Y nada más nacer ahí, me sentí acogido de una manera excepcional. Desde el primer instante al último. Recuerdo cuántos fueron los días felices. No olvido la estancia en el viejo y señorial caserón de los Benavides, el cual cada noche se transformaba en un lúgubre espacio de ruidos y temores, donde los eternos fantasmas acudían, incansables, a perturbarme la paz de los descansos. No puedo olvidar tampoco el calor y la ayuda de un director, don Pascual Megina, y unos compañeros grandiosos: Pedro Tapias, Gregorio Alfaro, Pepe Valverde, Antonio Expósito, Diego Martínez, Antonio Domínguez y José Cornejo, así como a Antoñita en párvulos. De unos alumnos que todavía me saludan con afecto y a quienes recuerdo con especial cariño. De unos padres que no me dieron ni un solo disgusto, todo lo contrario. Como no olvido cuando también por un tiempo tuve que comer en el comedor de la Escuela Hogar del Colegio de Nuestra Señora de la Fuensanta, donde me dieron toda la facilidad y donde conviví con grandes profesionales de la enseñanza que me trataron, dicho sea con toda gratitud y consideración, como a uno más, y donde conocí, entablando una amistad que será eterna, al ilustre villanovense, bueno y entregado, sencillo y noble, hombre grande en todos los sentidos, cronista oficial, escritor, investigador, creador y maestro de maestro, don Manuel López Fernández.

            Casi dos lustros viví en Villanueva. En ella celebre mi primera noche de bodas y aquí, Juani, vivió sus primeros años de joven esposa, y yo, al estilo de Juan Ramón Jiménez, mis primeros sueños de poeta recién casado. Aquí concebimos y alentamos amistades y compartimos vivencias. Hasta el verano de 1980, en que después de numerosos acontecimientos profesionales, literarios y poéticos, fiestas de la poesía, concursos, actos culturales, conmemoraciones, discursos, obras de teatro..., me dieron el traslado al C. P. “Juan Pasquau” de Úbeda.

            Villanueva me despedía con gratitud y amabilidad... Y yo me dejaba en ella un trozo de mi corazón que, treinta y un años después, continúa revoloteando por sus calles, sus colegios, sus plazas, sus templos, sus casas... y su parque, por el que me he perdido, en profunda soledad, sin que nadie lo supiera, no pocas noches.

            Y desde entonces, esté donde esté, he sentido y he expresado que Villanueva es mi segundo pueblo. Es éste un sentimiento que surge del alma y no se puede evitar. Amo a Villanueva con todas mis fuerzas. Sólo escuchar su nombre y el alma se me llena de nostalgia. Sólo saber que alguien que está a mi lado es de Villanueva y ya lo siento como amigo entrañable y compañero de siglos. Sólo con recibir una noticia de Villanueva y ya se me desborda la pasión por las entrañas.
           
              De ahí que cada vez que allí se me ha necesitado lo he dejado todo y he acudido. De ahí que el día que Diego Jiménez  me llamara por teléfono para invitarme a este acto de entrega de premios, una vez más me emocionara. Y de ahí que al decirme que se le quería poner mi nombre al certamen literario, llorara como un niño, sí, como un niño, ese niño que era yo en verdad cuando llegué aquí y que vuelvo a ser, pese a tantas cicatrices de años como arrastra ya mi conciencia, cada vez que Villanueva del Arzobispo se acuerda de mí y me llama.

            Por todo ello, quiero dedicarle a Villanueva, como resumen de gratitud, lo que para mí es lo más puro, inmaculado e impoluto: un poema, en este caso un soneto, que es el mejor regalo que le puedo ofrecer, ya que sólo los versos pueden brotar de lo más hondo y limpio del corazón:


                                 A VILLANUEVA DEL ARZOBISPO

                                   Así: pueblo leal y sabio. Casa
                                   de paz. Rosa de luz que se hace vida
                                   en los mares de olivos. Bienvenida
                                   sin tiempo. Abrazo. Esencia que traspasa.

                                   Plenitud de las villas. Blanca brasa
                                   para incendiar inviernos. La medida
                                   que tiene el corazón cuando no olvida.
                                   Fuente santa. Mañana. Noche rasa.

                                   Así: voz de leyenda. Cervantina
                                   huella que en su grandeza se renueva.
                                   Sonido azul. Canción. Silbo. Redoble.                        

                                   Primavera de amor que se encamina
                                   siempre hacia el alma...
                                                                            Así es Villanueva
del Arzobispo. Así: tan bella y noble.



             



1 comentario:

  1. Felicidades amigo Ramón por este homenaje...,
    te lo mereces porque siembras Amor, Amistad y Poesía por donde vas....
    Bello soneto para este noble pueblo de nuestra provincia...,
    un abrazo José.

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