Un señor separado recoge un fin de semana a sus dos hijos
pequeños. Los lleva a un parque de Córdoba, tiene un despiste y cuando quiere
acordar los niños han desaparecido. Busca ayuda y llama a la policía, que lo
detiene. La historia no se la cree nadie. Venganza. Lo que ha hecho este hombre
ha sido pura venganza, puro daño a la que siendo su esposa quiere separarse de él.
Pues para que te enteres. Si no me quieres a mí, tampoco vas a querer a
nuestros hijos, que son también parte mía. Debió pensar la policía que pensó el
señor. Así que a la cárcel. Verás qué pronto, con lo listos que somos,
descubrimos qué has hecho con los pequeños. Córdoba, pese a todo, no es muy
grande y el señor dijo que había estado con sus hijos en una parcela de sus
padres, Las Quemadillas. Premonitorio nombre. Así que andando a Las
Quemadillas. Entran y descubren lo imbécil que es este padre. Allí mismo, a las
claras, hay nada menos que una enorme hoguera recién apagada sobre la que se
aprecian restos de huesos. Es evidente. “Aquí”, como dijo aquél famoso policía
al ver una colilla junto a un cadáver, “ha fumado alguien”. Todo solucionado.
En menos de veinticuatro horas esclarecida la verdad, ni desaparición ni ocho
cuartos, un crimen abominable. Se te va a caer el pelo, Sr. Bretón. Que es como
se llama el criminal.

Y once
meses más tarde, después de un gastazo impresionante, de levantar la finca de
un extremo al otro, tirar paredes de la casa, arrancar árboles, pasear al Sr.
Bretón una y otra vez por el espacio, horas y horas de georadares... y hacer un
ridículo espantoso, van ahora y dicen que no, que se han realizado otros
informes particulares encargados y costeados por la madre de los niños (se
supone que con autorización del juez, ¿no?, ¿es que éste también dudaba de la
policía científica?) y que los huesos de la hoguera no son de animales, sino
que pertenecen a niños, a niños de entre dos y seis coma veintidós años... ¡Qué
exactitud en la medida! Como para que
dudes
Pero yo ya
no me creo nada. Sé que los que no gobiernan, que deben ser ejemplo de verdad,
sólo mienten. Además, poseen toda una maquinaria mediática por encima y por debajo
de las alcantarillas que los apoyan, les siguen el juego, lo revisten y lo disfrazan.
Las noticias no son, en verdad, otra cosa que lo que interesa que se sepa. Todo
comprado, todo ambición, todo intereses. Todo mafia. Desde jueces a sindicatos. Aquí no se hace otra cosa que mentir. ¿Por qué ahora no? ¿Por
qué no puede ser que ante el ridículo policial de no poder encontrar a los dos
pequeños, y que salpica al gobierno, se haya montado la mentira y hacer de la
pista falsa pista verdadera? Y si la pista es cierta a todas luces, y mañana el
mismo padre se derrumba y así lo testifica, ¿quién paga el tremendo fallo, el
garrafal error de confundir huesos de animales con huesos de seres humanos...? ¿Es
esto de recibo? ¿En qué manos estamos? ¿Va a dimitir alguien? Y si para colmo, sale
ahora el Brotón de las narices y dice que los mató pero que están enterrados en
tal o cual otro sitio..., que nada de hoguera... Qué vergüenza, ¿verdad? Pues
no, porque la policía, que siempre gana, apoyada por el ministro y sus voces
secuaces, saldrá a la palestra para decir que todo fue una trampa, un juego
inteligente, todo un perfecto cepo para hacerle picar... y que picó.
El caso es que juegan con
nosotros. Lo que nos quieran decir y punto. Juegan con nosotros como siempre. Juegan
con nosotros, pobres súbditos a quienes ya de principio nos mienten diciéndonos
que mandamos en una gran mentira llamada democracia.