miércoles, 26 de junio de 2013

POR LOS CAMINOS DE ÚBEDA

Es mucho ya el tiempo que llevo adentrándome en mi paraíso particular. Son espacios que están ahí, como perdidos, cercanos, pero llenos de un misterio de lejanía, donde los olivos te hablan en su lenguaje de sufrimiento y de esperanza, generosos cristos de troncos retorcidos que saben responder al golpe dando fruto y fruto en abundancia. Son lugares donde se pueden escuchar la música callada y la soledad sonora que tan místicamente supo definir nuestro frailecillo descalzo. Son balcones donde asomarse a un horizonte de sierras violetas y cielos azules, en círculo, en abrazo a la inmensidad del mundo y la pequeñez de lo que somos. Son paisajes vestidos de un romanticismo perpetuo que te embriaga el alma de paz y de sosiego, al tiempo que hace que la mente ascienda a los confines de las estrellas en un vuelo de infinitos encuentros con quien eres, para luego descenderte a la llanura ataviado de mayor humildad y más sabiduría.  

            Había, lo confieso, una Úbeda que fue mía. Una Úbeda, Dama de Sueños, que pese a los intereses creados, los malos gobiernos, las especulaciones insaciables y la siembra de plagiadores protagonistas que la venían poco a poco desvistiendo de su túnica de originalidad al tiempo que lijaban su pátina de antigüedad sorprendente, se mantenía bella y confidencial. Una Úbeda en la que me sentía feliz de ser uno de sus grandes amantes, a sabiendas incluso de que yo no era para ella ni tan siquiera el más pequeños de sus favoritos. Pero su corte de guardianes aduladores y arrogantes, tan vanidosos como envidiosos, ya no fingieron más y la desnudaron en muy poco tiempo de su gloria mágica para vestirla con el vestido del viejo rey desnudo, aunque para ello tuvieran, entre otras muchas barbaridades, que arrancarle sin contemplaciones el corazón con máquinas depredadoras para poner en su lugar un parking espantoso. Y le cambiaron los ojos que antes eran dorados como el sol, y su mirada se torno entonces fría y calculadora. La adornaron sin más con velos traídos del oriente sevillano y malagueño, así como con tules de lugares vistosos que sólo adoraban al dios moneda. Y cada amanecer aparecía más turística y folclórica, más pintoresca y festivalera, más anacrónica, maquillada además de leyendas para bobos... Y sin darme cuenta, empujado por una especie de golpe de estado de sus propios guardianes falsamente innovadores, maestros del plagio, triste por tanta apatía colectiva, decepcionado ante la traición de algunos amigos que no lo eran, cansado de una política de egocentrismos, una cultura propia contracorriente y una religiosidad poco evangélica..., dejé de verla, mejor, dejé de habitarla. Le regalé entonces mis versos más profundos y me exilié en otro territorio desde donde la podía seguir sintiendo y amando sin que me rozara su piel, ahora mucho más oculta, de muchacha asombrosa.

            Y desde ese exilio escribo. Exilio que a veces es de distancia física y casi siempre de distancia de ausencia consentida. Estoy aquí, pero no vivo en ella. Y, en su recuerdo, deambulo a su alrededor por el camino de la Carralancha, de la Vía y otras muchas veredas sin nombre, por las que cruzo pilares, traspaso riachuelos, paso túneles, transito pendientes, asciendo cerros...,  senderos por los que me pierdo con un sombrero en la cabeza y una caña en la mano, sin más, libre, completamente libre, anónimo, con las alas abiertas a la aventura de encontrarme conmigo mismo.
            Son caminos de los alrededores de Úbeda, caminos todavía especiales del sureste, caminos de fríos y calores, sequedades y lluvias, caminos desde los que veo, casi siempre al atardecer, el valle, las montañas, los cielos de mil colores..., y desde los que contemplo, perdido en el mar de olivos, a mi Úbeda del alma hecha barco, soñando que viene a mi encuentro para abrazarme y llevarme con ella al puerto de la autenticidad de un pasado que se hace futuro eterno sin perder su identidad de hermosa mujer de sueños.        

1 comentario:

  1. Te comprendo, Ramón, te comprendo. Lo que dices es verdad: han roto el corazón y los ojos, que eran soles. Esos ojos, los vi, hace un mes en Sevilla ...luces de sol; en la giralda, en el Alcázar, en la Catedral. Pero..., aún hay ubetenses que piensan y ven como tú ( mi hermano Juan de Dios vico...y muchos más; y El Salvador permanece hermoso en su sitio, y el palacio de las cadenas, y la Colegiata - sin el ciprés de don Marcos...aún nos queda un poco de esperanza...Querido Ramón, aún sabiendo que llevas toda la razón en lo que bellamente dices, yo te animo ( te veo en mi mente en los portalillos de la plaza, junto a Jesús Maeso, a Juanito Martínez, a mí...,años 68, 69...)a que te reconcilies con tu, nuestra asombrosa Ciudad. Un fuerte abrazo.

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