Cuando Jacinto Benavente escribió “Los intereses creados”,
estrenada el 9 de diciembre de 1907 en el Teatro Lara de Madrid, bien que supo
el autor que había compuesto una obra genial que perduraría en el tiempo y se
convertiría en clásica.
Y así fue y así ha sido. Todavía se sigue representando esta
obra en numerosos espacios escénicos y raro es el grupo teatral tanto de
profesionales como de aficionados que no la haya puesto en escena. Y es que,
aunque se encuadre dentro del género de la comedia, es tanto su contenido, su
verdad, su crítica, su arranque de máscaras, que te asegura el éxito, tal como
fue desde el comienzo, cuando nada más cerrarse el telón del estreno ya contó
con el reconocimiento, el aplauso y la más alta valoración de crítica,
intelectuales y público.
Genial la obra. Única para mí. Una lección que en menos de
dos horas nos desnuda y desnuda a la sociedad de ayer y de hoy, de siempre. Una
obra que sólo viene a decirnos que ni hombres ni mujeres, ni ricos ni pobres,
ni jóvenes ni viejos, ni listos ni torpes, ni cultos ni incultos, ni pícaros ni
honrados…, nada, que no, que aquí, en esta vida nuestra, no hay más que un tremendo
entramado de intereses que nos lía, nos envuelve y nos mueve.
Y así podemos apreciarlo cada día. Basta solo con mirar a
nuestro alrededor: cada uno va a lo suyo, a ver lo que puede sacar, a ver por
dónde tirar según el provecho que se obtenga, a ver cómo actuar para alcanzar lo
propuesto, a pensar de esta o aquella forma y pertenecer a ese o aquel grupo si
con ello logro los objetivos deseados… Y de este modo somos dados a la familia
y a la amistad si se entra por el aro y se sacan réditos… Y hay más, incluso en
lo más sagrado, en el amor, no son pocos los que más que dejarse llevar por el
corazón se dejan llevar por la cartera… Y es que la vida es así: intereses,
intereses y más intereses.
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