martes, 26 de septiembre de 2017

LO DE CATALUÑA ES CULPA DEL ODIO

Lo de Cataluña es como un serrucho que ha ido marcando con sus dientes afilados la línea fría sobre la madera de la convivencia y ya sólo le falta partirla definitivamente en dos. Los separatistas quieren hacerlo a partir del día 1 de octubre y para ello andan serrando con todas sus fuerzas… Lo que no se sabe es si el tablón por esas fechas se acabará partiendo… Mas, sea como fuere, lo cierto es que la hondura del surco es ya tan larga y tan profunda que recomponerla es casi imposible. Lo más fácil, por lo tanto, será ver, tarde o temprano, su ruptura

Dicen que más de la mitad de los catalanes no son separatistas. No lo sé. Pero sí sé que en la mayoría de los que sí lo son, hay miradas que clavan alfileres, ojos con el matiz mate del desprecio abrasando los párpados, pupilas con destellos de rabia que se aviva si quien se pone frente a ellos no piensa de igual forma. Hay, en definitiva, odio en sus corazones.

Y cuando es el odio el que te reviste el alma todo está perdido. Se acabó el diálogo, la comprensión, la razón, la bondad…, y se acabó la concordia y la anexión, porque donde reina su negra oscuridad no hay lugar para el abrazo.
 
Y lo que más me duele es ver a niños inocentes, incluso recién nacidos, adornados de banderas esteladas. Ver también a pequeños de infantil dibujando, sin tener fuerza en sus manos, pancartas de animosidad hacia lo que es ley de leyes y soberanía nacional. Ver a jóvenes gritando “independencia”, como ovejas manipuladas, sin que en serio sepan nada de Historia, ni ser conscientes de la ruina en la que se adentrarían y nos adentraríamos de llevarse a efecto sus ensoñaciones. Y peor aún, ver a centenares de curas y monjas, que deberían ser los adalides de la fraternidad, adhiriéndose a la segregación. Y todos, basándose en el amor, en el gran amor a una tierra en la que, para colmo, no pocos, ni siquiera han nacido en ella. Unos y otros, todos ellos, invadidos por la mentira, ciegos por el rencor inoculado en vena, dirigidos y empujados por líderes demagogos y corruptos, creyendo a pies juntillas que todo mejorará con la ruptura, que todo será jauja, que ganarán más –les dicen que multiplicado por siete–, porque son los mejores, los diferentes, los más listos, los  más grandes, los especiales, la raza suprema…, y que no han llegado a ser los reyes del universo porque la España imperial los ha subyugado y esclavizado por muchos siglos, pero que enseguida, así proclamen la independencia, todos los países de la tierra los reconocerán como nación gloriosa, porque es tan evidente que son tan superiores al resto, que el mundo entero no podrá vivir sin ellos, por lo que no tendrá más remedio que venir a arrodillarse ante su presencia para adorarlos.

¿Y quién para esto? ¿Quién frena este tren de las falacias? ¿Quién pudo parar al social-nacionalismo?  ¿Quién pudo detener al nacismo? Miedo me da pensarlo. Pero también me da miedo saber que esta cizaña de tijeras no se va a detener, que seguirá creciendo, multiplicándose…, adoctrinando en el odio desde el victimismo. Porque el virus de la animadversión se ha adueñado de las familias, de las escuelas, de los centros culturales, de las universidades, de las instituciones, de las plazas, de las fiestas…, hasta de los deportes. Y así, día tras día, se seguirá hablando de los catalanes en todos los telediarios y en todos los medios de comunicación…, para más orgullo y vanidad de ellos, y seguiremos escuchando en las cortes, en los parlamentos, en las televisiones…, frases indignas, villanas e indecorosas, más que insultantes… Y se seguirá pitando al himno de todos y quemando la bandera constitucional de todos… y con más vehemencia si cabe. Y lo que es peor, nos seguirán mirando con expresiones de desconsideración cada vez más rabiosa mientras no se salgan con la suya…

El serrucho no se detendrá, ya lo verán, y por más dura que sea la madera harán lo imposible para cercenarla en dos. Y entonces habrá hondura de pena en unos y brincos de alegría en otros. Aunque al final, con el tiempo, todos acabaremos llorando.

Y todo por culpa del odio, del odio que divide… Y no del Amor, como dicen, porque el amor nunca separa. El amor sólo une.

2 comentarios:

  1. Cuánta razón amigo Ramón..., el odio sembrado desde la más tierna edad ha calado hondo en los corazones de los catalanes y al final cuando el serrucho parta la madera, será la ruina de Cataluña.., algo perderá también España, pero menos.

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