lunes, 5 de octubre de 2020

EL TATO CANTA A MIGUEL HERNÁNDEZ II

Víspera de la feria de San Miguel. Llaman a mi puerta. ¿Quién puede ser? ¡Qué raro! Desde que vivimos en el reino de la pandemia pocas son las visitas que nos hacemos. No está el horno para bollos. No están las cosas para tertulias, ni para conversaciones distendidas y ni mucho menos para anunciar proyectos. Anda todo como paralizado, a cámara lenta, a ir pasando el tiempo como quien atraviesa un túnel largo, ruinoso y desesperante, y solo espera que alguien, en algún momento, como Rodrigo de Triana, grite: “Luz a la vista”. O mejor, que alguien a la manera de un protodiácono vestido de esperanza, se asome al balcón de la noche y exclame con vehemencia: “Habemus vacunam”.

Cuando abrí la puerta apareció una figura conocida y querida. La figura de un hombre al que conozco desde hace muchos años. Un ser especial a quien estando ya en la dirección del colegio Juan Pasquau, cada vez que lo necesité me respondió. Un hombre creativo. Un hombre humilde por el peso del gran corazón que lleva dentro. Un corazón que le hace sentir el arte de la existencia y le empuja a vivirla y a componerle y a cantarle.

Venía a regalarme su última creación. Un disco grabado en la sencillez de un estudio personal, lejos del que suelen emplear las grandes marcas comerciales. Tal vez sea por ello, por no contaminarse de tanta química tecnológica, por lo que suena a limpio, a cercano, a puro. Como puro es ese plato que hacían nuestras abuelas al calor de la lumbre de leña. 

“EL TATO CANTA A MIGUEL HERNÁNDEZ II.” Lleva por título. Muy cuidado, bien presentado, con fotografías de cuando sembró, en 2016, su canto primero en el patio de la casa del poeta cabrero a quien tanto admira y tanto admiro. Con el gran guitarrista, Juan Manuel Álvarez, a su derecha. ¿A su derecha? Pero si es a la izquierda del cantaor donde ha de situarse. Sí, pero cuando se está en el templo del poeta de Orihuela, la atmósfera es tan dulce que cantaor y guitarrista se hacen un todo de unidad en el espacio y un viaje sin horas en el tiempo. Izquierda y derecha, arriba y abajo, las dos o las diez, ya no existen. Da lo mismo. Ya solo existe la gloria hecha infinito eterno. El prólogo es de su hermano José Ramón “Pepo”. Quien también presentó el recital oriolano. Otro hombre de bien, de vuelo muy alto y ágil, luchador tan heroico que hasta ha sido capaz de vencer a la muerte en más de una ocasión, desarmándola de la sangrienta guadaña a golpes de amor a la vida, la libertad, la familia y los sueños.

En las tardes de la triste feria de Úbeda, 2020, me he sentado a escucharlo, una y otra vez. Y mientras lo hacía leía los versos de Tato. Y contemplaba las fotos. Y me elevaba por la escalera de los quejíos, y los ¡ay!, y los lamentos… Y me parecía ver a Miguel asomado a la baranda azul del corral del mundo con las lágrimas saltadas por los ojos que tanta pena vieron y el alma serena y agradecida porque otro poeta, otro artista, otro cantaor del sufrimiento y el amor, le cantaba más que con la garganta con el duende genial que le corre por las venas.  

Felicidades Pepo, por tus palabras habladas y escritas. Felicidades, Juanma porque, te juro, que tu toque no solo acompaña, habla también, y recita, y llueve dentro hasta empaparte de belleza y elegancia. Felicidades, Tato. Para ti este poema con mi amistad y admiración. Gracias. 

 

            A TATO

              Quien tanto me ha hecho sentir.

 

 ¿Qué voz es la que suena

que se me clava dentro del costado,

y al llegar a la sangre

hace que broten versos por mis labios?

 

¿Qué voz es la que canta

que me eleva en el vuelo de los pájaros

y me desgarra el alma,

y sabe a libertad y gozo y llanto…?

 

¿Qué voz es la que escucho que me abrasa?

 

Y me responde un eco hecho de aplausos:

 

Es la voz de un poeta,

de un cantaor flamenco enamorado

del amor, de la paz, de la belleza,

de la vida, del beso y del abrazo.

 

Es la voz de un jilguero

que hasta muere cantando,

humilde y grande,

labrador y artesano,

ubetense y artista

por los cuatro costados.

 

Es la voz magistral

de Francisco Delgado Molina:

                                                 “Tato”.

 


  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1 comentario:

  1. Me uno a tu admiración por el gran "Tato". Cuando lo veas Ramón, dile que lo saluda y le manda un fuerte abrazo Paco, celador (ahora jubilado por una lesión en la pierna) del Servicio de Quirófanos del Hospital San Juan de la Cruz. Estoy seguro que se alegrará.

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