
A mí, desde hace mucho tiempo, las palabras me dicen muy poco. Lo que me convence son los hechos. Y ellos, los de esta izquierda adulterada que ha traicionado los verdaderos valores de nuestros abuelos que andaban oprimidos por el hambre y el caciquismo, cuando no por la humillación constante del poderoso, no me convencen por muchas películas partidistas que hagan y muchas canciones protesta que canten y muchos poemas ininteligibles que compongan y muchas novelas interesadas que escriban y muchas soflamas a favor del aborto que expresen y mucho laícismo que profesen... Ellos no convencen ni a ellos mismos, por muchas ropas de marca, estilo andrajoso, carísimas por cierto, que se pongan, y poco se afeiten ellos, y muchos pelos en los sobacos se dejen ellas. Pero lo peor es que algún día la Historia , esa Historia que se escribirá desde la sensatez y rectitud de la perspectiva del tiempo, los despreciará y los expondrá como ejemplo de lo que nunca debió ser la izquierda, no ésa de Rusia, China, Corea del Norte, Cuba, Laos o Vietnam..., y menos esa suya, de la que se aprovechan y viven como reyes, sino ésa verdadera en la que creían y por la que luchaban honestamente muchos de nuestros antepasados y que les hacía soñar con la vida, la libertad, la justicia, la fraternidad y la igualdad... Igualdad no por abajo, desde la penuria, la incultura y la mediocridad para todos, sino desde las más altas cimas de la individualidad para hacer una humanidad más sabia y mejor.