domingo, 8 de enero de 2012

EL GOZO DE LA SOLEDAD BUSCADA

Nacemos en soledad y en soledad morimos por más que estemos rodeados de personas. El viaje de llegar a la vida es personal e intransferible. El viaje de partir, de ver que llega a la estación el tren con su redondo ojo de luz  para llevarte a lo desconocido, ha de hacerse también en soledad pese a que sean cientos los que estén a tu lado y varios los que suban contigo al mismo vagón en el mismo instante. Nadie está en nadie, ni nadie es nadie más que uno mismo, y si acaso, porque no son pocos los que pasan sus días regalados sin saber siquiera que los pasaron.

            De ahí que habitar consentidamente en la soledad sea uno de los mayores  placeres. Muchos han sido los que desde jóvenes ansiaron con vivir en solitario. Y se hicieron ermitaños, o se convirtieron en monjes de silencio y meditación, cuando no en aventureros a la conquista de lugares inverosímiles... Y todos ellos coinciden en exponernos la felicidad alcanzada.

La soledad buscada es siempre hermosa. Calzarte con las sandalias de la libertad y adentrarte por senderos desconocidos, paso a paso, contemplando los paisajes, el sol flotando en el horizonte, las nubes en su juego de figuras, el murmullo de los arroyos, el trinar de los pájaros, el crujir del viento, el siseos de las hojas de los árboles, sin chirridos de músicas agobiantes ni estridencias de las máquinas, sin prisas ni codicias, lejos de la perversidad de la gente que no cesa de buscar hacerte daño desde la maledicencia, la mentira y el egoísmo..., es beber un licor que embriaga de gozo. Huir de esta sociedad levantada en la babel de creernos todos verdaderos salvadores de nadas, incapaces de entendernos porque por encima del amor, el respeto y la generosidad, están las ambiciones, los intereses y las ideologías que llevan a los desencuentros cuando no a las traiciones, las amenazas y los crímenes, es un ejercicio de fe que puede no llevarte a cenas ni a condecoraciones que pagan o buscan favoritismos, pero sí te sumerge en el lago de la existencia que te transforma en pequeño e insignificante, pero a la vez en gigante de desnudez que aprende a saber que en esta vida lo mejor es estar uno en paz consigo mismo.

            La soledad es buena porque el sosiego del alma nunca podrá hallarse, como dijo Fray Luis de León, en medio de la vorágine del mundanal ruido. Y porque la soledad, como expresó Michel de Montaigne, es un verdadero instante de plenitud. Plenitud que merece la pena alcanzar.

1 comentario:

  1. Dice tanta pero tanta verdad con sus palabras que es como si resonara dentro mio, la voz de mi pensamiento...!!!

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