jueves, 19 de febrero de 2015

DON JUAN PÁRRAGA BARRANCO, UN CURA FELIZ

Cuando se acercaba a alguien, lo hacía siempre con una sonrisa tan natural y especial que te vencía el alma. A partir de ese instante ya podía pedirte algo que era imposible negárselo. Por ello, todo cuanto se propuso lo consiguió.

Nacido en Mengíbar, el 22 de junio de 1935, quiso ser cura. Con doce años ingresó en el seminario de Jaén. Fue ordenado sacerdote en junio de 1959 y enviado como coadjutor a Bailén. Después fue Martos. De ahí, ya como párroco, se encargó de los poblados de Solana de Torralba, Veracruz, y San Miguel. Director espiritual de los colegios Ahlzahir de Córdoba y San Felipe Neri de Baeza. Fundador en Úbeda de la residencia femenina de estudiantes “El Gavellar” y residencia masculina de estudiantes “Guadalmena”. Párroco en Puente del Obispo e Ibros… Y aquí, en Ibros, en cuya parroquia estuvo cerca de dos décadas, don Juan Párraga, en plena madurez, desarrolló toda una labor pastoral digna de los mayores elogios. Creó una cooperativa de confección, levantó un centro parroquial espléndido, en el que desarrollar infinidad de actividades religiosas y culturales, y organizó, entre otros muchos eventos, los cursos de monaguillos que tantos buenos frutos dieron. Compaginó también su labor pastoral por unos años con la de capellán de la Academia de Guardias de la Guardia Civil en Baeza. Más tarde, y conociendo muy bien sus dotes emprendedoras, el obispo don Santiago García Aracil lo trasladó a Torredonjimeno, a la parroquia de San Pedro, con el propósito de que levantase un nuevo templo. En julio de 2006 fue nombrado Canónigo de la Catedral de Baeza, director de la residencia Diocesana de La Yedra y, por último, párroco del Santo Cristo de la Yedra… Y aquí, en Baeza, en la mañana del día 16 de enero de 2015, lo hallaron muerto en su domicilio porque, según dicen, el corazón de repente dejó de latirle desgastado de tanto dar amor.  Murió “con las botas puestas”, como él mismo había pedido a Dios.

Y es que don Juan, perteneciente al Opus Dei, cercano y atrevido, bondadoso y servicial, sereno y valiente…, se dio sin reparo y sin límites, gozando de su labor como sacerdote, sintiéndose, además, muy orgulloso de serlo.

En más de una ocasión, sonriendo, se acercó también a mí. Me pidió dar recitales en Ibros, vino a Úbeda a ver, por muchos años, con cientos de feligreses, nuestras representaciones teatrales, nos invitó a representar “Natividad” en Torredonjimeno e influyó para que “El afortunado” se pusiera en diferentes ciudades… Y siempre me animó y me consideró…, y me quiso. Incluso tuve el honor de que asistiera en Baeza, hace poco, a mis obras “Malos tratos”, en el teatro Montemar, y “El poder de la oración”, en el convento de las Agustinas, saludándome cada final con su singular delicadeza y cariño. Ese día, en la sacristía, me habló de que iba hacer cuanto estuviese en su mano para que la obra dedicada a Santa Teresa de Jesús se siguiera representando.., sin saber yo, cuando nos despedimos, que era la última vez que nos veíamos. Ahora, don Juan descansa en paz lleno de gozo. A lo largo de su vida fue, según él mismo dejó escrito, feliz. Pues si en su estancia terrenal lo fue, ¿cómo no lo va a ser mucho más ahora que anda en el reino al que siempre soñó llegar? Dichosa estancia, don Juan, junto a los ángeles monaguillos, en la hermosa parroquia de la eternidad.   


1 comentario:

  1. Personas así, merecen el más sentido de los homenajes y he pensado que una entrada como ésta, nunca debe quedar huérfana de comentarios.

    Acompaño ese sentimiento y lo hago de la mejor forma que creo se puede hacer y que no es otra que orando desde la fe.

    Saludos

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