Cuando se acercaba a alguien, lo hacía siempre con una
sonrisa tan natural y especial que te vencía el alma. A partir de ese
instante ya podía pedirte algo que era imposible negárselo. Por ello, todo
cuanto se propuso lo consiguió.
Nacido en
Mengíbar, el 22 de junio de 1935, quiso ser cura. Con doce años ingresó en el
seminario de Jaén. Fue ordenado sacerdote en junio de 1959 y enviado como
coadjutor a Bailén. Después fue Martos. De ahí, ya como párroco, se encargó de
los poblados de Solana de Torralba, Veracruz, y San Miguel. Director espiritual
de los colegios Ahlzahir de Córdoba y San Felipe Neri de Baeza. Fundador en
Úbeda de la residencia femenina de estudiantes “El Gavellar” y residencia
masculina de estudiantes “Guadalmena”. Párroco en Puente del Obispo e Ibros… Y
aquí, en Ibros, en cuya parroquia estuvo cerca de dos décadas, don Juan Párraga,
en plena madurez, desarrolló toda una labor pastoral digna de los mayores
elogios. Creó una cooperativa de confección, levantó un centro parroquial
espléndido, en el que desarrollar infinidad de actividades religiosas y
culturales, y organizó, entre otros muchos eventos, los cursos de monaguillos
que tantos buenos frutos dieron. Compaginó también su labor pastoral por unos
años con la de capellán de la Academia de Guardias de la Guardia Civil en
Baeza. Más tarde, y conociendo muy bien sus dotes emprendedoras, el obispo don
Santiago García Aracil lo trasladó a Torredonjimeno, a la parroquia de San
Pedro, con el propósito de que levantase un nuevo templo. En julio de 2006 fue
nombrado Canónigo de la Catedral de Baeza, director de la residencia Diocesana
de La Yedra y, por último, párroco del Santo Cristo de la Yedra… Y aquí, en
Baeza, en la mañana del día 16 de enero de 2015, lo hallaron muerto en su
domicilio porque, según dicen, el corazón de repente dejó de latirle desgastado
de tanto dar amor. Murió “con las botas
puestas”, como él mismo había pedido a Dios.
Y es que don
Juan, perteneciente al Opus Dei, cercano y atrevido, bondadoso y servicial,
sereno y valiente…, se dio sin reparo y sin límites, gozando de su labor como
sacerdote, sintiéndose, además, muy orgulloso de serlo.
En más de
una ocasión, sonriendo, se acercó también a mí. Me pidió dar recitales en
Ibros, vino a Úbeda a ver, por muchos años, con cientos de feligreses, nuestras
representaciones teatrales, nos invitó a representar “Natividad” en
Torredonjimeno e influyó para que “El afortunado” se pusiera en diferentes
ciudades… Y siempre me animó y me consideró…, y me quiso. Incluso tuve el honor
de que asistiera en Baeza, hace poco, a mis obras “Malos tratos”, en el teatro
Montemar, y “El poder de la oración”, en el convento de las Agustinas,
saludándome cada final con su singular delicadeza y cariño. Ese día, en la
sacristía, me habló de que iba hacer cuanto estuviese en su mano para que la
obra dedicada a Santa Teresa de Jesús se siguiera representando.., sin saber
yo, cuando nos despedimos, que era la última vez que nos veíamos. Ahora, don
Juan descansa en paz lleno de gozo. A lo largo de su vida fue, según él mismo
dejó escrito, feliz. Pues si en su estancia terrenal lo fue, ¿cómo no lo va a
ser mucho más ahora que anda en el reino al que siempre soñó llegar? Dichosa
estancia, don Juan, junto a los ángeles monaguillos, en la hermosa parroquia de
la eternidad.
Personas así, merecen el más sentido de los homenajes y he pensado que una entrada como ésta, nunca debe quedar huérfana de comentarios.
ResponderEliminarAcompaño ese sentimiento y lo hago de la mejor forma que creo se puede hacer y que no es otra que orando desde la fe.
Saludos