viernes, 18 de septiembre de 2015

DEL OLVIDO

El poeta Pablo Neruda lo expresó magistralmente en uno de sus versos: Es tan corto el amor y tan largo el olvido…

Tan largo el olvido que de no ser así la vida se nos haría insoportable y más, mucho más, en nuestro mundo de hoy, tan agobiante en sucesos, tan abrumador en episodios, tan rápido en acontecimientos… Antes de que podamos digerir un hecho ya han sucedido varios. Antes de que una noticia nos haya impactado, ya han aparecido varias que nos asombran… El mundo se nos ha hecho una aldea global en la que al segundo quedamos enterados de lo que sucede hasta en las antípodas de donde estamos. Los medios de comunicación y, sobre todo, internet han contribuido a ello. Y tanto y tan veloz que la prensa escrita nada más llegar al kiosco ya es obsoleta  Y son tantas las noticas, tanta la saturación que recibimos, tantos los mensaje de las redes sociales, tantos los comentarios, las diversidades, los pareceres, las opiniones, las decisiones tomadas… que o bien abrimos de par en par el pozo del olvido o nos volvemos locos porque nuestra mente no puede retenerlo ni asimilarlo todo. 

Y optamos por lo primero, por abrir el pozo del olvido donde echar a diario la inmensa mayoría de los asuntos que nos llegan a la mente y quedar liberados de su peso.

Y del olvido saben mucho nuestros políticos. De ahí sus comportamientos, sus decisiones, sus actuaciones… Ellos conocen perfectamente que lo que hoy llama poderosamente la atención, mañana está olvidado; que la indigna corrupción que surge en un momento preciso, se convierte en amnesia apenas unos días después; que el daño causado por la promesa incumplida, la subida de impuestos, la aprobación de una ley vergonzosa, el cese fulminante del que estorba, el comportamiento indigno, la ambición y la arrogancia del que anda en los sillones…, todo ello acaba siendo aire, tamo que lleva el viento, apenas rastro de polvo en el sendero de nuestras vidas… Y, de ahí que, una y otra vez, nos engañen, nos mientan, nos hagan comulgar con ruedas de molino. De ahí que nada más llegar las elecciones salgan, como siempre, a la calle a hacerse cercanos, simpáticos, como de la familia. De ahí que prometan lo que no está escrito… Total, si luego, poco tiempo después, nadie recuerda nada. De ahí también que no tengan demasiada preocupación por cuanto de obsceno hacen. La lección la tienen bien aprendida, en caso de ser pillados en algo, lo único que hay que hacer es esconderse en la concha de su propio caracol, no echar leña al fuego, guardar silencio y esperar unos días a que escampe, entonces se podrá salir de nuevo al sol y gozar de sus cálidos rayos dorados.

Y del olvido saben igualmente mucho los sembradores del mal, los que sacan beneficio de las desgracias de los otros. A base de bombardearnos con imágenes que eliminamos sin descanso acabamos como rocas, sin alterarnos, petrificados, acostumbrados, ahítos. Por ello somos cada vez más insensibles al dolor ajeno. Y ya ni las pequeñas ni las grandes desgracias nos arañan siquiera la conciencia. Vemos montones de seres humanos muertos, puñado de cadáveres flotando en el mar, miles de caminantes buscando refugio, ciudades bombardeadas, inundaciones, terremotos, tsunamis, ríos de sangre, crímenes, violaciones, raptos, hambrunas, infinidad de injusticias…, y miramos para otro lado. “¡Qué pena!”, decimos, mientras comemos, para añadir, con la intención de lavarnos, a modo de como lo hacen los gatos, la conciencia: “pero yo no tengo la culpa”.  Y tan tranquilos.

Y a tanto ha llegado el olvido, tan abierto tenemos el brocal de la negra hondura, que hasta estamos perdiendo la mínima decencia. Y para demostrarlo baste decir que no paramos de ver, no ya a lo lejos, sino a nuestro alrededor, muy cerca, a nuestro lado, a personas que han dado todo a su pareja, a sus hijos, a su familia, a sus vecinos…, que se han dejado la piel en su profesión, que se han desgarrado el alma por los demás y que incluso han repartido los bienes que tenían para ayudar…, y cuando ellos han necesitado una mano, una sonrisa, un trozo de pan, un simple consuelo… no han recibido más que indiferencia, ingratitud y desprecio… Y no por culpa de nadie, sino tan sólo porque el olvido se está haciendo hoy en día tan grande, tan inmenso, tan dominante, que se ha convertido en una especie de agujero negro capaz de tragárselo todo, hasta el corazón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario