martes, 31 de julio de 2018

EL DOCTOR CAVADAS


Yo soy de los que, de cierto, ven poco la televisión. Pero, sobre todo, lo que me niego a ver son esas cadenas que te echan cientos de anuncios intercalados con trozos de programas o películas. Y lo que no veo, desde hace años, pese a que me lo intentan colar en cuanto me descuido, son esos bodrios de obscenos personajillos despellejándose y discutiendo durante horas, diariamente, dando a la luz, aireando, entre verdades y mentiras, problemas íntimos, familiares y personales, ciegos por la pasta fácil, ebrios de desnudeces, sucios en el alma de desamor, y lo que es el colmo, peleándose por ver quiénes van en cabeza de la lista de las infidelidades, los adulterios y las fornicaciones. Todo un ejemplo a seguir.  

¿Saben cuánto cuesta un anuncio en televisión de unos veinte segundos? ¿Saben cuánto tiene que hacer una persona de bien, de ciencias o de letras, para que le concedan unos minutos en la pantalla? ¿Saben que hay grandes logros que ni siquiera se citan?

Mas pese a todo esto, ahí los tienen. Hombres y mujeres de pacotilla, vacíos, sin moral, ocupando meses y años enteros ese espacio. Llegando a tanto que hasta la prensa seria habla de ellos, publican sus fotos, los persiguen y nos cuentan sus vidas con tanto afán que se diría que ese día no pudiéramos dormir si no sabemos algo al respecto.

Y así, hasta hace muy poco tiempo, en que, con sorpresa para mí, menos mal, apareció, apenas unos segundos, en el telediario, un hombre que parecía corriente, sin excesiva preocupación por su aspecto exterior, informal hasta el extremo, sin bata blanca, mientras se decía que había logrado, después de más de un cuarto de siglo dedicado a la medicina, lo que nadie había conseguido, aparte del primer trasplante mundial de cara, mandíbula y lengua, y otros retos tales como trasplantes de manos, piernas y brazos…, reconstruir una separación de columna vertebral con la pelvis, mediante la utilización de hueso del peroné, en un paciente tetrapléjico desde los nueve años y que sufría de grandes y constantes dolores. Y punto. Apenas unos segundos en la pequeña pantalla cuando se le debería de dedicar horas, días y años…, para que aprendamos todos, en especial los más jóvenes y quieran ser como él, imitarlo, emularlo. Y no con el único afán de ganar dinero, sino, sobre todo, para salvar vidas, para mejorar vidas, para ayudar a los más necesitados. Cosa que él y algunos miembros de su equipo hacen, yendo, desde hace años, patrocinado todo por su propia fundación que él mismo costea básicamente, a países africanos en donde han realizado más de 11.000 intervenciones, Sin embargo, pocos son los programas dedicados a su persona, muy pocos… Y si aparece, tiene que ser rápido, y si es mezclado con humor, mejor, para que no baje la audiencia.

Qué pena. Tanta que nos puede arrastrar al pesimismo. El mismo doctor Cavadas lo expresó en el discurso de investidura como Doctor Honoris Causa por la Universidad Internacional de Valencia. “La especie humana no tiene arreglo posible… Y muy poquita gente hace cosas dignas”. Y aunque se puede estar o no de acuerdo con ello, como compartir o no otros pensamientos suyos, sí creo que este hombre debe ocupar más programas de televisión y radio, y más páginas en los periódicos y revistas, para que el mundo sepa que con personas como él, la especie humana sí que tiene arreglo, y habría, como consecuencia, muchas, muchísimas más personas que harían cosas dignas.  

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