miércoles, 6 de marzo de 2019

HOMBRE Y MUJER, IGUALES PERO DIFERENTES


La mujer ha salido de la penumbra de la Historia y ya es por ley igual al hombre en muchos lugares del mundo. Todo un logro que debe alegrarnos y hacer que nos sintamos orgullosos.

Ahora, la mujer tiene los mismos derechos y obligaciones que el hombre. No debe, pues, haber barreras para sus aspiraciones. Que sea lo que quiera y alcance los logros que desee. Nadie lo impida. Que vuele a los confines de los sueños, que supere todas las fronteras, que alcance las cimas más altas del universo.

Yo, que he sido testigo, en pleno siglo XXI, de la opresión a la mujer, que he visto como muchas no podían pisar un bar, ni vestir pantalones, ni cruzar la plaza a solas porque había hombres…; que he sabido del esfuerzo, la lucha y el sacrificio, en los duros tiempos del hambre, como ya he dicho en alguna otra ocasión, de mi abuela materna, analfabeta y pobre, para que sus hijas estudiaran y sacaran una carrera; que he vivido lo que es una madre dada al trabajo sin horas y de un padre amo de casa, cuando eso era de lo más indigno y despreciable… Yo, que he escrito y representado durante varios años la obra “Malos tratos” por infinidad de pueblos y ciudades, y que incluso estoy a favor de que la mujer pueda llegar algún día a ser ordenada sacerdote y tener plena voz y voto en la Iglesia… Yo, sin embargo, no puedo dejar de sentir, después de escuchar las noticias y ver el proceder de tantas mujeres que se manifiestan y gritan, que se está llegando a un extremo que en verdad no busca igualdad, sino confrontar, confundir y pretender desvestirnos de nuestra propia naturaleza para convertirnos en simple plastilina amorfa cuando no en incoloro blandiblú.  

Pienso que ante todo y por encima de las presiones e influencias que la sociedad intenta imponernos está la libertad individual y la decisión de pareja. Tampoco acepto los radicalismos de que hombre y mujer renuncien a lo que son para ser lo que no son y llegar a no conocer ni conocerse. Estoy a favor del feminismo y del masculinismo, pero en contra del machismo y del hembrismo. Porque el machismo es la dominación de la mujer por el hombre y el hembrismo la dominación del hombre por la mujer. Y machismo y hembrismo siempre acaban en sumisión cuando no en enfrentamiento, dolor, desesperación y violencia. Sin embargo, feminismo y masculinismo es todo lo contrario. El feminismo es luchar para que la mujer sea igual al hombre, sin que por ello deje de ser mujer, sin perder su propia idiosincrasia, su sentir especial, su naturaleza innata, sin masculinizarse… Y el masculinismo es desprenderse de la hombría mal entendida y dominante para unirse al feminismo y luchar junto a la mujer para que alcance la plena igualdad moral, social, política, cultural, religiosa…, sin dejar por ello de ser hombre, con sus características, sus diferencias físicas, su singularidad…, sin buscar feminizarse. Hombre y mujer iguales pero hermosamente diferentes.

Porque si no son hermosamente diferentes perderán la chispa de la vida, el cielo azul de la convivencia, la pasión más honda, el sentimiento más grandioso, el fruto más divino.

Y ya está bien de irnos a los extremos y creer que todo es acoso, violación, abuso, maltrato… Ya está bien de exagerar hasta el punto de hacer que sea un crimen un halago. Ya está bien de que mostrar cortesía sea de retrógrados; de que expresar sentimientos amorosos se catalogue de hostigamiento; de que insistir con elegancia y delicadeza para buscar trasformar el corazón del otro sea sinónimo de persecución… Ya me entienden… Dejemos al hombre cortejar, hablar, recitar versos, conquistar, enamorar, buscar un beso…, sin que se le llame abusador. Dejemos a la mujer que se embellezca, vista como quiera, sea atractiva, recite poemas, atraiga, seduzca, enamore, pretenda un beso…, sin que se le llame fulana.

Lúchese a favor de todas aquellas personas que andan en las diferentes ramas del árbol de la homosexualidad para que no sufran discriminación ni homofobia alguna. Lúchese también para que la igualdad entre hombre y mujer sea una realidad plena y absoluta. Pero dejemos, por favor, que siga habiendo hombres y mujeres que se sepan distintos, diferentes, complementarios, y que desde el respeto, desde lo íntimo, pacíficamente, sin que nadie se lo prohíba, se miren, se busquen, se atraigan, se cautiven… y disfruten de la vida, del deseo, del abrazo, de la locura, del amor eterno.


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