miércoles, 22 de febrero de 2023

UNA SOCIEDAD DESCONCERTADA

Cada día que pasa alucino aún más con lo que ocurre a mi alrededor. Escuchar la radio, leer la prensa, ver la televisión…, me desconcierta. Esto no puede ser, me digo. El mundo está perdiendo el juicio. 

 

No puede ser que nuestros políticos gobernantes sean tan necios y cínicos. No es comprensible que el barrizal sea tan espeso y voluminoso que nos esté llegando hasta los ojos y no distingamos ya la luz de la oscuridad. Terrible todo. 

 

Los pactos son aterradores. Cómo lograr el bien de un país yendo de la mano de quienes solo quiere destruirlo. Cómo acordar con ellos justicia, libertad, democracia, coexistencia, riqueza, solidaridad, honradez colectiva…, cuando solo buscan sus propios intereses, derogar leyes que les libren de sus hechos ignominiosos, crear conciertos que les beneficien de sus condenas por crímenes de terror, recibir más dinero que los demás, ultrajar los símbolos comunes, amenazar y chantajear con el volveremos a hacerlo…

Y a todo esto no cesan de promulgar nuevas leyes de ingeniería social que aterrorizarían al más pintado. Leyes de división, de enfrentamiento, de memoria interesada y sectaria. Leyes que no sirven, como no sierve la del solo sí, porque los violadores, acosadores, maltratadores y asesinos… no disminuyen. Y se comenten más violaciones y vejaciones que antes…, y para colmo se les rebaja las penas. Y son muchos más  los divorcios, las separaciones y las luchas de género, donde el hombre y la mujer se han convertido en meros títeres hedonistas de usar y tirar enfrentados que no saben lo que quieren, ni lo que es un compromiso de amor y convivencia, de proyecto familiar en el tiempo, llegando a perder todos los valores que nos hacían más humanos, hasta ya no valorar la fidelidad, el respeto, la lealtad, la responsabilidad, la comprensión…, ni siquiera la reflexión juiciosa y serena en bien de los propios hijos, que tanto sufren con las guerras familiares y las rupturas.

 

Y se nos quiere clavar en la conciencia que abortar es un derecho. Y uno piensa, intentando ser comprensivo y hasta moderno, sin partidismo político, que cómo se puede creer que matar a una criatura, que ya late dentro de un seno que toma por cobijo amoroso y al que se aferra para llegar a ver la luz del mundo y la grandeza del universo hasta hacerse parte de él y en él, es un derecho. Cómo va a ser un derecho arrancarla de cuajo de las entrañas, como a una garrapata pegajosa que se tira a la basura, mientras se contorsiona aferrándose a la existencia. Cómo romper la vida de alguien, cuyo corazón lleva semanas y meses latiendo, va a ser un derecho que se puede llevar a cabo incluso por menores sin saberlo siquiera sus padres y sin reflexión obligatoria. Cómo secar una vida puede ser un derecho cuando el artículo tres de la Declaración Universal de los Derechos Humanos ya dice con absoluta claridad que todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona.   

Y se aprueban otras nuevas leyes, como la trans, sin estudios previos, sin orientación sicológica, sin información debida, sin reflexión profesional… Para ya no saber uno si de cierto es mujer u hombre, con quienes competir, hasta donde llegar para dejar de serlo… 

 

Y se vive por vivir, en el carpe diem continuo. En la incoherencia. En la ley del embudo. Y sobran los que me importunan, y me desagradan los enfermos, y me molestan los viejos…  

 

Y los odios aumentan, y la radicalidad de las formas y los pensamientos se están incrementando hasta el punto de que ya no hay grises, ni hay colores, o blanco o negro, o rojo o azul, o de extrema izquierda o de extrema derecha, o comunista o fascista. O ateo o reaccionario beato. O estás conmigo o estás contra mí. 

 

Y lo más grave es que los radicales que promueven esta radicalidad ideológica han ocupado el mayor espacio de la esfera, en aras a la modernidad, al progreso, al avance… Y nos vigilan. Y nos controlan. Y nos inspeccionan. Y nos distorsionan el lenguaje. Y ya no queda nada por derrumbar. Ya, para más inri, preocupados por mi salud, qué bien, me dicen lo que debo comer y beber, cómo vestir, y a tanto están llegando que no voy ni a poder tener siquiera a mis queridas amigas tortugas terrestres que conviven desde hace lustros en el pequeño jardín de mi casa, como reinas, en sus casitas y bajo la sombra de un limonero, un naranjo y algunos rosales, y disfrutan del amor libre entre ellas sin trabas, por eso de una nueva ley que está a punto de aprobarse definitivamente y se llamará, un eufemismo más, de bienestar animal… Y no hay solución. Tampoco en que gobiernen los otros, los de la oposición, porque harán lo mismo, porque no se atreverán a cambiar nada, porque la cobardía obnubila, porque los complejos son tantos que ni saben ellos mismos a lo que pertenecen, acojonados siempre por el sunami que se les vendría encima por parte de los convencidos de poseer la autoridad moral, y porque en el fondo, como todos, solo buscan el poder por el poder. 

 

Y peor aún, si hablas de esto, si dices lo que crees y sientes, si te atreves a decirlo, has de saber que tiene sus consecuencias y graves. Porque serás de todo menos demócrata, y de ahí para arriba saldrán a la cacería los vigilantes de la playa de estómagos agradecidos y te lloverán todos los adjetivos habidos y por haber, llegando incluso, sin consideración alguna, a echar todos los cerrojos del portón de tu existencia. No eres nadie. 

 

Y uno se pregunta también, en general, viendo este panorama, qué se pretende con todo esto, con hacer una sociedad tan egoísta, tan perdida, tan tensa, tan miedosa, tan resquebrajada, tan enfrentada, tan desnortada, tan abducida… Y así se lo pregunté a una mujer sabia con la que mantengo honesta correspondencia…, respondiéndome que solo se pretende, movidos por los que de verdad gobiernan el mundo, dirigen la economía, mueven los hilos de los políticos, nos amenazan con una terrorífica guerra nuclear y andan ocultos…, allanar el camino para convertir al ser humano en posthumano. Algo así como más cerca de ser robot que persona, muñeco en manos de un alto consejo y tribunal competente que los gobierna. Y lo mismo tiene razón. No lo sé. Tanto desconcierto, la verdad, me tiene desconcertado

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