miércoles, 8 de mayo de 2024

DESCONFIANZA

Cuanto les voy a contar es verídico. 

 

Cuando sonó el teléfono y descolgó, quedó obnubilado. “Mire, le llamamos de Antena Tres para hacerle saber que ha sido usted agraciado en el programa especial de “El hormiguero” de esta noche, mediante sorteo realizado ante notario, con veinticinco mil euros. Dentro de unas horas, en plena emisión, le llamaremos en directo y usted hará como que recibe la noticia de improviso y, tras responder a la pregunta, de “¿sabe usted qué es lo que quiero?”, que le hará un invitado, diciendo “la tarjeta del hormiguero”, dará saltos de alegría. Para poder ingresarle el dinero ha de darnos su número de cuenta y demás datos…

Y el hombre, que confesó que conocía muy bien el funcionamiento del programa porque lo veía casi todos los días, le dio felizmente sus datos y firmó con su firma electrónica. ¡Qué suerte la suya! 

 

Pero aquella noche, reunidos en su casa toda la familia para ver el programa, resulta que no sucedió nada de lo que esperaban. El programa finalizó como tantas otras veces y nada se dijo del premio.

 

Aturdido, pensó que habría podido suceder algún imprevisible y lo mismo lo llamarían desde el programa del día siguiente. Pero tampoco. Nada ocurrió. Lo que sí sucedió es que la cuenta corriente que tenía en su bancó de toda la vida se le quedó a cero.

 

Una estafa más, un engaño más, un timo. Y es lo que nos está tocando vivir. Y es lo que nos está haciendo que seamos cada vez más desconfiados. 

 

Desconfiados hasta el punto de que andamos entre recelos, suspicacias y escepticismos. Y cada llamada que recibimos nos pone en alerta. Y son muchas. Que si tiene usted un paquete en correos y ha de pagar un sobrecoste para retirarlo. Que si una marca de telefonía le ofrece mejores condiciones. Que si la luz se la dejan más barata. Que si ha comprado por internet un reloj de marca y recibe una patata. Que si vienen a revisar la goma del butano y que les dejen pasar. Que tienen un regalo para usted y a ver cuándo pueden llegarse por la casa para dejárselo… Que si su banco está teniendo problemas porque alguien ha pretendido entrar en su cuenta y han de verificar los datos para ver si todo está correcto… O hace unos días, en Sabiote, que entra en tu casa alguien y, aparte de robarte, te asesina…

 

Una vergüenza. Un sinvivir. Un mundo de pillos, estafadores, ladrones… incluso de criminales Y nadie sabe ya donde está la verdad y dónde la mentira. 

 

Y claro, no nos fiamos ni de nuestro padre, de nadie. Y así pasa lo que pasa. 

 

Llamaron a la puerta. Abrió la mujer. “Mire, vengo en nombre de su compañía telefónica. Verá, por ser cliente nuestro, le vamos a hacer entrega en unos días de un televisor último modelo, gratis, totalmente gratis. Solo que usted se compromete a seguir con nosotros por dos años más. ¿De acuerdo? Pues bien, dígame su nombre y apellidos, su teléfono, su número del DNI…, y, por favor, firme aquí”. Y fue escuchar el marido, que andaba en la habitación lindante, eso de firme aquí, y salir como un rayo para arrancar de la mano del visitante el escrito con la firma y romperlo. 

 

El comercial no daba crédito al comportamiento del individuo. 

 

–Tranquilícese. Mire, déjeme que le explique.

–No tiene nada que explicarme. 

–No me levante la voz.

–No le estoy dando voces, es que estoy ya cansado de que me engañen. 

–Verá, esto no es un engaño. 

–Pues claro. Lo que usted diga.

–Mire, aquí llevo ya la firma de varios engañados vecinos suyos de la calle aceptando el regalo. ¿Se los leo?

–No me interesa. Yo no quiero ningún regalo.

–Es que puede perder un televisor último modelo.

–Qué bien, qué risa. 

–Oiga, no se ría de mí ni de mi trabajo.

–No me río. Es que me hace gracia los farsantes.

–No me insulte. 

–No venga usted a mi casa a molestarme.

–Es usted un grosero.

 

Y sonó un portazo. 

 

Pasado un tiempo coincidieron los vecinos en la fiesta del barrio y comentaron algunos de ellos lo bien que les iba con el nuevo televisor regalado por la empresa de telefonía. Todo un acto de buena atención a sus clientes. 

 

El vecino desconfiado, trágame tierra, llamó a toda prisa a la compañía para que a él le enviaran también un televisor igual. No iba a ser el tonto del barrio.

 

–Lo sentimos, señor, pero el plazo de esa generosa oferta caducó la semana pasada. 

 

Y es que uno, en este lodo social, ya no sabe si es mejor ser un descreído, un receloso, un maleducado, un bobo… o pegarse un tiro. 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario