domingo, 26 de octubre de 2025

"LA COLUMNA": UN CENTENARIO GLORIOSO

En toda la historia de la Cofradía de Nuestro Señor en la Columna y María Santísima de la Caridad, se ha visto algo igual. En plena tarde misteriosa del último sábado del mes de octubre, poco antes del cambio de hora que nos introduce de lleno en el invierno, con motivo de celebrarse su primer centenario de amor infinito, ha salido a las calles  de Úbeda, a hombros de sus discípulos portadores, elegantes y señoriales, que más que sostenerlo lo acariciaban para que pareciese flotar sobre el aire, Nuestro Señor azotado, alzado en su original trono, sin más acompañantes que su propia figura, para que nadie pueda ponerse a su nivel y golpearlo con su látigo de miseria, porque ya es suficiente, porque ya se ha dado este Cristo al martirio de la flagelación por diez décadas y tiene el cuerpo y el alma en carne viva…, y ha salido para decirnos lo que en verdad es su cofradía, algo más que un grupo de hombres y mujeres que se desviven por seguirlo, algo más, toda una hermandad que brilla más que el sol y las estrellas y en la que todos los que la configuran se quieren y se ayudan, hasta hacernos decir a los que la vemos desde fuera: “¡Mirad cómo se aman!

Lo digo tal y como lo siento. Siempre me ha emocionado contemplar esta procesión, su túnica negra y cárdena la visten mis dos hijos varones y cuatro nietos, motivo suficiente como para sentir el orgullo de verlos, pese a la niebla espesa de este mundo trivial y necio, en la senda de la fe profunda y llena de esperanza.

 

La procesión conmemorativa fue excepcional. Despacio, muy despacio, porque una historia de cien años se ha de beber y saborear a sorbo lento, a dulce quietud, a pasos pequeños como queriendo no llegar a encerrarse nunca. La banda tradicional de cabecera, con la solera de setenta y cinco años y sus toques que nos hacen volver a ser niños, de negro todos, sobrecogieron los corazones. Los representantes de las cofradías columneras, llegados de toda España, supieron estar a la altura y se han llevado de nuestro pueblo una impresión y un recuerdo imborrables. Los directivos de nuestras cofradías ubetenses expusieron dentro del cortejo sus notas de unidad cofrade y armonía. Los hermanos de guante negro, con velas, en orden y en altura, en fila, pusieron las luces sobre el celemín de las conciencias. La banda del Amor, elegante como un atardecer de primavera, marcaba el compás sin estridencias… Y las mantillas. Esas damas del rosario y velo negro, con porte distinguido, vírgenes prudentes del evangelio, dispuestas dentro del cortejo a que no se les apague el candil mientras van acompañando al Esposo y a su bendita Madre. 

Y llegó la Virgen de la Caridad, majestuosa en su sencillez, portada también en su cabecera por un puñado de hombres y tras ellos un ejército celestial de mujeres con el escudo en el pecho para que todos sepan que, si bien el trono era prestado por la cofradía del Carmen, ellos y ellas lo llevaban como propio, con toda delicadeza, a la manera que se lleva un sueño en un barco de leyenda. Marcaba el paso la banda de Gracia, uniformada y disciplinada, dibujando sonidos y notas de autor que recogían las palomas de las torres de Santiago, de las murallas, del reloj y de San Isidoro para convertirlas en sutiles sinfonías heroicas. 

Y cuando finalizó la procesión, antes de que terminara todo, porque nadie quería poner punto y aparte a este jueves santo otoñal, yo me alejé, bajo la luna que quiere empezar a crecer, para mecerme en el pasado y dejarme arrastrar por la añoranza de un tiempo que no volverá, pero dando gracias a Dios por haberme hecho vivir con gozo y ser testigo, si no de cien años de una particular y bellísima historia cofrade, sí de casi tres cuartos de siglo, que no es poco. Lo suficiente como para decir hoy que, entre los cofrades columneros que ya se marcharon y dieron sus vidas sin pedir nada a cambio, y los que aún viven dando las suyas, nos han hecho vivir y han hecho vivir a nuestra Úbeda unas horas gloriosas que quedarán grabadas por siempre en su libro de oro, y de paso, quienes así lo hemos vivido, por más que pasen siglos y siglos, allá donde nos encontremos, cuando surja la conversación, podremos decir … “Pues sí, yo viví aquel primer centenario de la Cofradía de Nuestro Señor en la Columna y María Santísima de la Caridad. Yo lo viví. Y fue extraordinario. 

 

Gracias de todo corazón. Felicidades.  

 

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