jueves, 26 de julio de 2012

A DOS VELAS Y DESNUDOS


Las castas políticas hace ya mucho tiempo que se dieron cuenta de que los ciudadanos son rebaño, tan manejable como una tableta de plastilina. Por eso, lo mejor, para seguir gozando de los privilegios que dan los sillones, es hacer todo lo posible para que las ovejas no salgan del redil. De ahí su lucha por hacernos ineptos, vulgares, incultos... De ahí también esa mala enseñanza, basada principalmente en deseducar a los padres para que deseduquen a los hijos. Nada de exigencias, sacrificios, responsabilidades, valores... Nada de correcciones, castigos o reprimendas... De ahí la constante televisión basura, con su impresionante hipocresía, sus luces de neón y su mano de guante blanco dirigiendo el todo vale, todo es normal, todo es bueno... Nada es verdad ni nada es mentira... De ahí el apoyo, más o menos disfrazado, al hedonismo, al usar y tirar, la bebida, la droga, el sexo libre... De ahí la ruptura de las tradiciones, los símbolos, la familia, la facilidad del divorcio, el aborto... De ahí la aniquilación de la fe, del sentimiento de trascender, del amor.

            De ahí, igualmente, que a nivel de pueblos promuevan que ocupen los cargos de base los mediocres más sumisos. Así nunca se sublevarán. Y, como en “El lazarillo”, hasta les consienten que se las coman de dos en dos, para ellos poder comérselas de diez en diez. Y de los carguillos andan disfrutando toda una multitud sin preparación ni formación, imitadores en pequeño de sus mayores, que buscan rodearse de más mediocres, inútiles ya, para que nadie venga a hacerles sombra.             

            Y ya sí. Teniendo el rebaño lo suficientemente dócil, pueden hacer cuanto consideren. Controlan y compran la justicia, las instituciones, los sindicatos, la prensa, los demás medios, la cultura, el arte... La mentira no tiene costes. Robar sale gratis. Y lo que es peor, pueden despojar tranquilamente al pueblo de sus derechos logrados a base de muchos años de lucha, sudor y lágrimas.

            Y eso están haciendo. En tan sólo unos meses hemos retrocedido décadas. Los trabajadores han vuelto a las plazas, bajo la sombra del reloj, a esperar a que alguien les dé un trabajo por lo que sea. Los sueldos se han reducido a la miseria. Los impuestos vuelven a aplastar a la sociedad. Las horas de trabajo han amentado. Las vacaciones se han recortado cuando no desaparecido. Los despidos están a la orden del día. Los jóvenes no tienen futuro. La sanidad ha empeorado....

            ¡Y qué dócil el rebaño! Apenas nadie se mueve, nadie se levanta. Todo lo más algunos que pronto son tachados de insolidarios, vagos, antisistema..., al tiempo que son duramente criticados, calumniados, recriminados... Algunos, unos pocos, que no tragan la gran mentira: esa de que la crisis sea culpa de todos... Porque de todos no es la culpa. De todos, no. La culpa es de las castas dirigentes que, en su ambición desmedida, en sus nuevos reinos de taifas, se le han llevado y se lo siguen llevando calentito, dejándonos a dos velas y desnudos. 

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