martes, 23 de abril de 2019

DE ÚBEDA A MENGÍBAR

El pasado domingo, 23 de abril, en el Auditorio Municipal de Mengíbar, pronunciaba el Pregón de la Romería de la Virgen de la Cabeza. Dicho pregón comenzaba con el siguiente poema:



Vestido con la túnica más pura
me dispongo a salir en romería.
Llevo un blanco sombrero hecho de luna
y un cayado de plata evangelista.

Llevo un zurrón de versos que no pesan.
Cíngulo de humildad. Pobres sandalias.
Un corazón latiendo a dulce fiesta.
Y una medalla al cuello que me ampara. 

Salgo de aquí, del sur, de entre los cerros.
De esta ciudad de luz renacentista
con torres elevadas a los cielos
y piedras de bellezas infinitas.  

Salgo de aquí, romero hacia mí mismo.
Salgo de aquí, de Úbeda, mi pueblo,
con los ojos abriéndome el camino
y el alma transitada hacia lo eterno.

Cruzo campos de olivos y arroyuelos.
Paisajes de elegancia. Sombras claras.
Y veo venir a un ángel sobre el viento
y a Dios Amor ardiendo entre las zarzas.

Y ya me queda poco, apenas nada.
Y aunque surcan mis pasos las malezas,
campo a través y solo, no me pierdo.
Tengo el Guadalquivir por referencia.

Y al cruzarlo y bañarme en sus asombros,
al alzar la mirada, te contemplo:
ahí ya tú, Mengíbar, pueblo hermoso,
acuarela inmortal hecha de sueños.

Y hacia ti que aligero, abro mis brazos
buscando se hagan alas para el vuelo.
Quiero tenerte ya para el abrazo,
para clavarte al fondo de mi pecho.

Tres pasos más y ya, ya estoy contigo,
gozando de tu Historia tan antigua,
haciéndome atalaya en tu castillo
y león en tu escudo y en tu vida.

Y te alcanzo, y te toco, y te venero.
Ya he arribado por fin donde quería.
Ya he llegado a Mengíbar. Ya te tengo.
Ya te has quedado en mí mientras que viva.

Allí, donde partí, quedaron soles
de valor sin medida, monumentos,
calles, plazas, murallas, torreones,
iglesias, palacetes y conventos…

Igual allí, el arcángel San Miguel,
y San Juan de la Cruz, y el Nazareno,
Y una Virgen así: gota de miel.
Y un Yacente que abrasa por adentro…

Allí, en esa Úbeda que quiero,
me dejo todo ello y mucho más.
Me dejo de mi vida un libro entero
y un puñado de tierra en que enterrar. 

Pero aquí encuentro yo algo especial.
Aquí en Mengíbar hallo amor y fe,
y aromas de poesía y de amistad,
y música y respeto y sencillez.  

Y hombres y mujeres que trabajan
buscando el blanco pan de cada día.
Y luchas y sudores y esperanzas,
y llantos e ilusiones y alegrías…

Y encuentro al buen San Pedro por Patrón
junto a Santa María Magdalena.
Y a Jesús el Señor, y a San Antón.
Y encuentro sobre todo a la que es reina,

y señora y auxilio y primavera…
A la que es espiga hecha de sol,
la luz de luz, la más brillante estrella,
la dulce y celestial Madre de Dios:

¡LA VIRGEN DE LA CABEZA!

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