Estamos en Carnaval. Esa fiesta en donde por unos días don Carnal, tan desenfrenado y calavera, vence a doña Cuaresma, tan casta, triste y penitencial. Un don Carnal, por cierto, que cada vez le roba más tiempo al reinado de su contrincante. Y es que en el mundo en que vivimos ya bastante Cuaresma tenemos a lo largo del calendario con el paro, la corrupción, el IRPF, el IVA, las contribuciones, la gasolina, los políticos, los garzones, los camps, los gúrteles, los undargarines y los eres andaluces...
El Carnaval llega y así, al menos, disfrazamos nuestro dolor diario de decepciones, miserias y cabreos para sentirnos, aunque sea por unos días, reyes de nosotros mismos y soñar que somos lo que no somos, siendo los que de verdad queremos ser.
Para ya, siéndolo, decir lo que sentimos, lo que nos duele, lo que no nos gusta... Como yo digo ahora en estos versos carnavaleros referidos a mi pueblo que son mentiras de verdades:
El Carnaval ya ha llegado
disfrazado de pirata,
con garfio en la mano zurda
para pinchar a quien pasa;
con pañuelo en la cabeza
y de madera una pata;
con los ojos al acecho
pese al parche
que a uno tapa
(el libre para la crítica
y el tapao
para la guasa);
con cuchillo
entre los dientes
y la pistola
cargada
para apuntar
contra todo
lo que bien le venga en gana.
“Adiós, que no me conoces”,
y balazo que
dispara.
Y que nadie se
moleste
ni se pique,
que ajos traga.
Así que
aguante el alcalde
y los mandamás
que mandan
si les dice
cuatro cosas
merecidas y
ganadas:
que esta
ciudad asombrosa,
tan de amor,
tan enigmática,
tan alta..., va
para abajo,
sin sentido y
descuidada,
con baches,
manchada, fría,
injusta, politizada,
dividida, indiferente,
perdida en
cerros de escarcha,
con cagadas de
mil perros
que vas
pisando si pasas
por las calles
Patrimonio
de esta
Humanidad no humana.
Y mucho cuento
y mentiras,
y mucho ser de
fachada,
y mucha
envidia cochina,
y mucha
nobleza vana,
y mucho recelo
oculto,
y mucho clavo
en la espalda,
y mucha
desidia en todo,
y muchos robos
que sangran,
y no siempre
son pikikis,
que muchos son
gobernanza
machacándonos
a impuestos.
Y mucha música
y danza
venida del
extranjero
por todos
subvencionada,
y poca ayuda
después
para creadores
de casa.
Y muchas
torres e iglesias,
y mucha
parafernalia,
y mucho
procesionar,
y mucha Semana
Santa,
y mucha gente
en la calle...,
pero poca fe
sembrada,
y poco amor al
hermano,
y poco Dios en
el alma.
El Carnaval ya
ha llegado
con su disfraz
de pirata
para a mí
también decirme
que vaya mala
comparsa,
y peor si es
chirigota,
porque maldita
la gracia.
Así que largo
de aquí,
largo de largo
que larga,
que me vaya al
quinto pino
a donde pueda
hacer gárgaras.
Y mientras las hago, señoras y señores, que ustedes lo pasen bien disfrazados de Carnaval. Y que lo disfruten... sin enfadarse.