sábado, 20 de junio de 2020

LA GOMA DE BORRAR


La memoria es como escribir en un cuaderno. Luego seleccionamos y nos quedamos con lo positivo y borramos lo negativo. La memoria, además, se vuelve mayor desmemoria a medida que las personas nos adentramos en el carpe diem del hedonismo y el consumismo. Vivir al día es el modo más rápido de alcanzar el olvido.

Y si a esto le añadimos la enorme velocidad de crucero que hemos dado a la existencia, la rapidez con la que nos llega la información y la enorme cantidad de noticias, acontecimientos, sucesos, hechos y opiniones que se nos dan..., entonces más que olvido es amnesia. Y es que la infinidad de recuerdos almacenados son tantos y tan seguidos que se convierten en amasijo envenenado capaz de volvernos locos, por lo que para intentar impedirlo, antes de que la angustia nos asfixie, lo mejor es arrojarlo todo al cubo de la basura.  

Y quienes saben esto mejor que nadie son los políticos que, teniendo en cuenta estas características, se aprovechan de ellas tanto para alcanzar el poder como para mantenerse en él. 

Y así actúan como actúan, con la cara más dura que el cemento. Y si sale a la luz alguna de sus fechorías, de sus falsedades, de sus corruptelas, de sus errores…, si viene la nube negra cargada de agua, granizo, rayos y truenos, solo hay que abrir el paraguas, resguardarse en algún rincón y dejar que pase. Nada de abandonar la moqueta, ni el coche oficial, ni renunciar. Durante esas horas y tal vez días la cosa se pone muy negra, pero si resistes un poco, pronto saldrá un rayo de sol por algún sitio, y volará un pájaro y tal vez hasta se vea verde la hierba… Y ya se puede plegar el paraguas y seguir el camino. En cuatro días, todo lo más, nuestra goma de borrar habrá dejado todo el papel en blanco. Y todo ello sin que hayan pasado frío, ni siquiera mojarse con unas gotas el traje o el vestido, porque han sentido además en medio del chaparrón el glorioso calor de los aduladores, los apesebrados, los forofos, los hooligan que se toman las siglas de los partidos políticos como si de un equipo de fútbol se tratara: “¡Viva el Betis manque pierda! ¡Sevillista seré hasta la muerte!”  

Lo malo es que algunos políticos son tan malos, falsos, incoherentes y mediocres que no cesan de atizar la atmósfera y no paran de provocar tormentas, una tras otra, sobre sus cabezas. Pero ni por esas, aquí no dimite ni el Tato, aquel pertinaz torero que quiso seguir toreando pese a tener una pierna amputada. Aquí a aguantar y a dejar que pasen, que actúe la goma, llegando a tanto que ya ni abren el paraguas, ni se refugian en ningún rincón, ni siquiera esperan a que escampe. Han percibido que los suyos los apoyan así caigan chuzos de punta y los demás han pulsado el botón de estand-by, y ancha es Castilla.

Tantos nublados, tanta lluvia y tantos relámpagos no ya es que se olviden pronto, es que no rozan ni las mentes. Llega un momento en que las personas independientes, hartas, cierran el cuaderno de la memoria y lo guardan en la cartera bajo cremallera, largándose de paseo. Están tan cansadas de desastres, corrupciones, amiguismos, barrabasadas, mentiras, incompetencias, de escándalos, estamos tan cansados que no solo se nos ha desgastado la goma de borrar, sino que además tenemos rotos los dedos del alma de tanto usarla.

viernes, 5 de junio de 2020

¡EUREKA! SOY DE EXTREMA IZQUIERDA

Ante tantos enfrentamientos ideológicos, tantos insultos en las redes sociales, tantos golpes de estado que citan unos y otros, ante tanto odio…, uno se siente obnubilado, y si quiere seguir sobreviviendo y no verse perdido en tierra de nadie, está obligado a tomar una posición concreta, porque de no hacerlo, aparte de sentirse abandonado, más solo que la una, y ser tachado por unos y otros de complejines, recibirá tortas por todos lados.

Pues bien, me tengo que aclarar. Tomar una postura firme, definitiva. Y para ello solo hay dos opciones: DERECHA, es decir facha, fascista, franquista, carca y retrógrado; o IZQUIERDA, es decir: perroflauta, progre, rojo, feminazi  y socialcomunista.

Pongo entonces las televisiones y radios para informarme y solo veo y escucho noticias rojas o azules. No existe el blanco. Presto atención a los tertulianos bien pagados y encuentro tigres y leones con los ojos saltones y las garras afiladas lanzándose zarpazos en forma de argumentos que vienen a resumirse en el: “Y tú más”. Leo artículos y a las dos líneas ya sé en cuál de los dos bandos milita el autor sin comprender muy bien la explicación ni los motivos.


Lo que veo claro es que no es cuestión de ricos y pobres. ¿O sí? Y nada. Sufro. Sufro como lo he venido haciendo desde siempre. Pues muchos han pensado que yo soy de derechas, tal vez por haber interpretado durante varios lustros el personaje de Jesucristo. Pero también de izquierdas. Quizás por lo mismo, porque ahondando en la persona de Jesús se ve que está del lado de los más necesitados. Hubo hasta quienes aseguraron que yo estaba afiliado al partido de Izquierda Unida, que habían visto mi nombre en las listas, lo que me llevó a disminuir de golpe el número de los suscriptores de mi inolvidable revista IBIUT. Publicación, por cierto, que se mantuvo, pese a todo, treinta años solo de la aportación de ellos. Algo a destacar en estos tiempos donde únicamente se hacen cosas si se recibe ayudas de los políticos. Olvidando unos y otros que la libertad y la independencia solo son verdaderamente tales si no se depende de ninguna oficialidad gubernamental.

Pero sigamos. Bueno, a las claras, que quiero saber de una puñetera vez si de verdad soy de derechas o soy de izquierda.

Y me pongo vehementemente a informarme con la intención de ver si me aclaran los conceptos. Y leo mucho. Y todo son rodeos que en realidad nada clarifican. También acudo a publicaciones de ninguna dudosa ideología, tales como “El País”, “Infolibre”  o “Elplural”. Y sobre todo encuentro “Elperiódico” de Cataluña. Madre mía, este sí que me sirve, pues uno de sus periodistas, Andrés Herrero, publica en él un artículo aclaratorio titulado: “En que se distingue la izquierda de la derecha”. Impactante. Desde el comienzo. Leo: “Muchas personas que se presentan como de izquierdas no lo son, mientras que otras que se consideran de derechas se engañan sin saberlo, intercambiando sus papeles”. Genial. Menuda razón tiene. Ya me voy enterando. Bueno, no, estoy más laido. Pero sigamos. Dice ahora: “Nuestras posiciones políticas e ideológicas son consecuencia de nuestras necesidades e intereses”. Fantástico. Así que mi vecina, que dice ser de izquierdas desde el vientre de su madre, puede no serlo, y si lo aparenta es porque saca tajada. Como también conozco a uno que de cofrade acérrimo pasó hace poco a fanático socialista ateo para que le dieran un carguillo. Igualmente sé de uno que siendo de Podemos, al tocarle la lotería se afilió a Vox. Lleva razón el articulista. Se me van aclarando las ideas.

Y sigue a continuación lanzando estas preguntas: “¿Consideras aceptable utilizar, explotar, manipular, engañar y dañar a otros para obtener fama, riqueza o poder? ¿Intimidarías, acosarías y apartarías a quienes se interponen en tu camino para alcanzar tus objetivos y mejorar tu estatus? ¿Apruebas comprar bebés a mujeres pobres y pagar por sexo, sí o no? ¿Prefieres sacrificar lo que haga falta a tus intereses, a intentar conciliarlos con los ajenos para no perjudicar a nadie? ¿Te preocupa el futuro del planeta y de la humanidad, o no te importa arruinarlos si con ello obtienes un beneficio personal? Tú mismo tienes la respuesta. No necesitas preguntarle a nadie. Estamos hablando de elegir entre dos formas diametralmente opuestas de concebir la existencia: o con los demás, o contra los demás”.

Les juro que a estas preguntas he respondido desde mi conciencia con absoluta sinceridad: A las tres primeras con un NO rotundo. A las dos siguientes con un SÍ gigantesco. En definitiva, yo siempre con los demás, nunca contra nadie.

Pues bien, es claro que me voy viendo de izquierdas. Continúo. Dice ahora: “Pero lo que certifica, sin margen de error, si una persona es de izquierdas o de derechas es qué pesa más en ella, si el egoísmo o la conciencia”.

Pues miren, el egoísmo para mí es asqueroso, nunca lo he podido aceptar ni aguantar. Jamás ha sido el dinero ni las riquezas ni la ambición mi principal objetivo. Ni tampoco el segundo, ni siquiera el tercero. Tengo bien claro que no se puede servir a dos señores. En cambio la conciencia la he tenido siempre a flor de piel. De hecho si me estoy informando acerca de esta dualidad es para ver si, después de casi setenta años, me deja de una vez en paz. Lo que dudo llegado aquí es que haya muchas personas verdaderamente de izquierdas. Porque muchísimas de las que conozco no tienen más conciencia que su incoherencia. Que además rima. Y ya, por último, el autor presenta dos campos a elegir, exponiéndolos a derecha e izquierda, a modo de columnas. Veamos:

Si eres de derechas: buscas el bien privado. Si de izquierdas: al bien común. Elijo: el bien común, el bien común…

Derechas: atesorar. Izquierdas: compartir. Elijo: compartir, compartir…

Derechas: competir. Izquierdas: cooperar. Elijo: cooperar, cooperar…

Derechas: depredar. Izquierdas: respetar. Elijo: respetar, respetar…

Derechas: jerarquía. Izquierdas: igualdad. Elijo igualdad, igualdad… Pero si hasta soy partidario del sacerdocio femenino, opinión tan peligrosa que casi me cuesta la excomunión y la cárcel por expresarlo por escrito.

Derechas: meritocracia. Izquierdas: equidad. Elijo: equidad, equidad.

Derechas: riqueza. Izquierdas: bienestar. Elijo, por supuesto, bienestar, pero para todos, no solo para los que andan en las poltronas y pisan moqueta.

Derechas: orden. Izquierdas: justicia. Elijo: Justicia, justicia, vamos, justicia total, pero de verdad, de la buena, de la que no mira si eres rico o pobre, listo o bobo, hombre o mujer, gobernante o gobernado.

Derechas: ley del más fuerte. Izquierdas: apoyo al más débil. Elijo esto último, faltaría más. Y con hechos. Pero si nada más que desde Maranatha, con centenares de representaciones y distintas obras, hemos repartido más pesetas y euros a los pobres que olivos tiene esta provincia.

Y punto. Pues bien, haciendo balance, según el test del señor Herrero, soy más de izquierdas que la bandera roja de la hoz y el martillo.

Y ahora, no conforme del todo, siguiendo otras búsquedas, me encuentro con las declaraciones, también en “Infolibre”, que dirige el prestigioso señor Maraña, de un gran intelectual, nada menos que el Gran Wyoming. Acaba de decir el afamado humorista el pasado 23 de mayo, textualmente: “Hay que ser de izquierdas a muerte”. Y aclara los motivos: “Vivimos en un mundo tan escorado a la derecha que si tú eres partidario de la igualdad, de que cualquier niño nazca donde nazca tengan derecho a la educación, a una sanidad universal y quieres justicia, si quieres esas tres cosas, eres de izquierdas. Entonces, hay que ser de izquierdas a muerte”.  

Pues yo también. Yo también quiero esas tres cosas y las quiero con locura. Vamos, que moriría por ellas. Yo quiero educación para todos y en todos los lugares del mundo. Es más, quiero que los niños pobres sean los predilectos. Por eso durante muchos años hemos costeado desde la Asociación estudios a niños y niñas de Madagascar y por eso elegí trabajar en el colegio de los más humildes de Úbeda en su día, el colegio Juan Pasquau, y por eso quise ser director, para que a los más desfavorecidos no les faltara de nada; y en lucha con muchos de mis compañeros conseguir que el centro estuviera a la misma altura que el mejor de los colegios. Por lo que recibimos numerosos premios. Y quiero una sanidad universal, de máxima calidad, aunque no me importa que exista otra sanidad cualquiera siempre y cuando se la pague quien quiera hacer uso de ella de su bolsillo. Como hacen muchos artistas famosos, diputados y ministros progresistas… Y quiero justicia, ya lo he dicho antes. Justicia para que no me avasalle nadie, para que brille la verdad, para que no se me discrimine por mis ideas, raza, sexo o creencias, para que todos seamos considerados y respetados…, libres.

Es decir, que, según veo, incluso soy más exigente en la ideología de izquierdas que  “Elperiodico”, “Elplural”, “Infolibre” o El País” y hasta más que el mismísimo  Wyoming, y mucho más que muchos de los militantes de carnet.

Es decir, que he descubierto, en definitiva, que no solo soy de izquierdas sino que soy de extrema izquierda. Y yo sin saberlo. ¡Eureka!

Ahora solo me hace falta vestir andrajoso, sucio y sin peinar… y lo clavo.

Qué alegría. ¡De extrema izquierda! ¡Cojonudo! Ya me siento moralmente superior. Ya puedo decir y hacer sin miedo lo que me dé la gana. Ya tengo todas las puertas abiertas. Ya me pueden subvencionar.