La memoria es como escribir en un
cuaderno. Luego seleccionamos y nos quedamos con lo positivo y borramos lo
negativo. La memoria, además, se vuelve mayor desmemoria a medida que las
personas nos adentramos en el carpe diem del hedonismo y el consumismo. Vivir
al día es el modo más rápido de alcanzar el olvido.
Y si a esto le añadimos la enorme
velocidad de crucero que hemos dado a la existencia, la rapidez con la que nos
llega la información y la enorme cantidad de noticias, acontecimientos, sucesos,
hechos y opiniones que se nos dan..., entonces más que olvido es amnesia. Y es
que la infinidad de recuerdos almacenados son tantos y tan seguidos que se
convierten en amasijo envenenado capaz de volvernos locos, por lo que para
intentar impedirlo, antes de que la angustia nos asfixie, lo mejor es arrojarlo
todo al cubo de la basura.
Y quienes saben esto mejor que
nadie son los políticos que, teniendo en cuenta estas características, se
aprovechan de ellas tanto para alcanzar el poder como para mantenerse en
él.
Y así actúan como actúan, con la
cara más dura que el cemento. Y si sale a la luz alguna de sus fechorías, de sus
falsedades, de sus corruptelas, de sus errores…, si viene la nube negra cargada
de agua, granizo, rayos y truenos, solo hay que abrir el paraguas, resguardarse
en algún rincón y dejar que pase. Nada de abandonar la moqueta, ni el coche
oficial, ni renunciar. Durante esas horas y tal vez días la cosa se pone muy
negra, pero si resistes un poco, pronto saldrá un rayo de sol por algún sitio,
y volará un pájaro y tal vez hasta se vea verde la hierba… Y ya se puede plegar
el paraguas y seguir el camino. En cuatro días, todo lo más, nuestra goma de
borrar habrá dejado todo el papel en blanco. Y todo ello sin que hayan pasado frío,
ni siquiera mojarse con unas gotas el traje o el vestido, porque han sentido además
en medio del chaparrón el glorioso calor de los aduladores, los apesebrados, los
forofos, los hooligan que se toman las siglas de los partidos políticos como si
de un equipo de fútbol se tratara: “¡Viva
el Betis manque pierda! ¡Sevillista seré hasta la muerte!”
Lo malo es que algunos políticos
son tan malos, falsos, incoherentes y mediocres que no cesan de atizar la
atmósfera y no paran de provocar tormentas, una tras otra, sobre sus cabezas.
Pero ni por esas, aquí no dimite ni el Tato, aquel pertinaz torero que quiso
seguir toreando pese a tener una pierna amputada. Aquí a aguantar y a dejar que
pasen, que actúe la goma, llegando a tanto que ya ni abren el paraguas, ni se
refugian en ningún rincón, ni siquiera esperan a que escampe. Han percibido que
los suyos los apoyan así caigan chuzos de punta y los demás han pulsado el
botón de estand-by, y ancha es
Castilla.
Tantos nublados, tanta lluvia y
tantos relámpagos no ya es que se olviden pronto, es que no rozan ni las mentes.
Llega un momento en que las personas independientes, hartas, cierran el
cuaderno de la memoria y lo guardan en la cartera bajo cremallera, largándose
de paseo. Están tan cansadas de desastres, corrupciones, amiguismos, barrabasadas,
mentiras, incompetencias, de escándalos, estamos tan cansados que no solo se
nos ha desgastado la goma de borrar, sino que además tenemos rotos los dedos
del alma de tanto usarla.
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