miércoles, 26 de diciembre de 2018

ANTE LA NOTICIA DE LA MUERTE DE MEMÉ ALVARADO


A la caída de la tarde del pasado 25 de diciembre, me llaman de Córdoba para decirme que Bartolomé Alvarado había fallecido el día anterior.

La noticia fue un clavo en las entrañas. Y el dolor se hizo más hondo al no haber podido asistir a su entierro para decirle adiós desde el alma y rezar una oración de gratitud a Dios por todo lo mucho y bueno que hizo. Miré el reloj y marcaba las cinco y veinticinco. Lo mismo todavía me daba tiempo de ir a la iglesia. Así que me puse el chaquetón y salí a la calle al encuentro de una esquela que me informara del fatal desenlace. Pero nada encontré.

¿Un bulo entonces? ¿Tal vez habrá querido ser enterrado desde el silencio y la humildad que siempre le han caracterizado? ¿Quizá no estuviera en Úbeda y lo tengan que traer? Preguntas que al no hallar respuesta me inquietaban aún más. Entonces decidí ir al cementerio y salir de dudas. Y hasta allí me dirigí cuando ya la noche dejaba caer su manto de negra tristeza sobre las lápidas y los cipreses. Y nada, ni rastro, ni una mínima estela de luz a modo de cadena de estrellas sobre el suelo del camposanto que me llevaran a mi admirado amigo. Y así hasta hoy, que me entero por medio de Alberto Román en IDEAL, que Memé ha fallecido en Barcelona, el día 24, para irse esa noche con su muerte a cuestas para celebrar la vida que nace en un Niño pobre y humilde, sereno, delicado y santo, en Belén.

Se nos fue Memé lejos de su Úbeda, es verdad, pero con la mirada puesta siempre hacia el sur, buscando constantemente las torres y las cúpulas de una Dama que lo enamoró y le inspiró sin poderlo evitar. Y donde será su entierro, que tendrá lugar mañana, día 27, festividad nada menos que de San Juan Evangelista, el apóstol amado del Señor, y a quien él ha dado forma en determinadas ocasiones, en especial el que salió de sus manos para la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno.

Adiós querido amigo. Echaré de menos las conversaciones contigo hablando de arte, de pintura, de imaginería, de esta ciudad nuestra que tanto queremos y tanto duele. Echaré de menos las visitas a tu estudio, el sobrecogimiento ante tus tallas que tenían vida, que hablaban, que te emocionaban hasta el llanto. Echaré de menos las miradas exclamativas ante tus cuadros repletos de delicadeza, magia, misterio, realidad y profunda belleza… Echaré de menos tu sinceridad, tu educación, tu timidez de hombre grande, tu danzar de puntillas sobre las sombras que hacen daño, tu baile de sabio sobre las luces que abrazan y enamoran.

Te has ido sin hacer ruido, como ha sido toda tu vida. Sin dártelas de ser discípulo predilecto, junto a mi otro gran amigo Marcelo Góngora, del genial Francisco Palma Burgos, de tener imágenes y cuadros tuyos repartidos por diferentes ciudades y pueblos de nuestra geografía, de haber sido uno de los grandes artistas que ha dado Úbeda. Y que una vez más por cierto, no ella, sino sus gentes, no han sabido estar a la altura de tu valía y grandeza.

Dios te bendiga, amigo, y tu Virgen de la Paz te lleve en vuelo de paloma con su rama de olivo a los confines de la eternidad. Y gracias por lo mucho que me diste y diste a la revista IBIUT, que tuvo el alto honor de contar con numerosas ilustraciones tuyas que sirvieron para darle categoría y ennoblecer sus blancas páginas de libertad e independencia.

Descansa en paz y recibe un abrazo desde estos versos tan sencillos como sinceros:

                        Hicieron de tu nombre sencillez:
“Bartolomé”.
                        
 De tu apellido un signo extraordinario:
“Alvarado.”      

Honor y gloria a ti por tu creación.
Por tanto arte de luz que en ascuas brilla.
Por ese ser de siembra en el amor…                               
Tú, querido Memé, genial artista.


miércoles, 12 de diciembre de 2018

EL REMOLINO DEL DESCONCIERTO


Cada día las iglesias están más vacías. Las misas, para el pueblo en general, se han convertido en un frío trámite de cumplimiento. Los pocos fieles, la inmensa mayoría mayores o muy mayores, andan dispersos, como huyendo de encontrarse con quienes no son de su agrado u odian, o simplemente los juzgan como modelo de nada, negándose algunos a recibir la comunión de manos de quien considera no es digno de ello e incluso, si es mujer, por el simple hecho de serlo. Y luego salir de allí lo más rápido posible y volver a la monotonía diaria sin más compromiso.

A niveles más altos, se hallan también creyentes intelectuales con pensamientos y opiniones extremistas. Desde los que andan en contra de la Iglesia a los que son acérrimos defensores de ella. Apareciendo en la actualidad movimientos internos dispares, tales como los denominados progresistas, que llegan a considerar, por poner un ejemplo, al Papa Francisco como todo un regalo del cielo; y los denominados tradicionalistas que, sin tapujos, lo tratan de masón para arriba e incluso de mafioso y antipapa.
 
Pobre Iglesia. Y triste espejo.

Y es que unos y otros dan pena y hasta vergüenza ajena. Para los primeros, la Iglesia es carca, dictatorial, apegada al poder, llena de boato, rica, fuera siempre de tiempo, retrógrada, severa, discriminadora, anclada en tradiciones, imágenes, beaterías y estúpidas visiones que son alimentadas para negocio. Para los segundos, la Iglesia es mundana, desposeída de su propio lenguaje y ritos y liturgias seculares y solemnes, permisiva, feminizada, traidora, de manga ancha, izquierdosa, adulterada, luterana, desordenada y a la que el humo de satanás la he envuelto para cegarla.

Y claro, ante este panorama y estos dilemas no son pocos los que dudan, se desconciertan y hasta pierden la fe y se alejan de todo. Y más cuando escuchas a los no creyentes, con esa superioridad de creerse en posesión de la verdad, apoyada en la ciencia y la razón, mostrando las incongruencias históricas, ridiculizando los dogmas y las bases de la doctrina cristiana así como criticado con dureza los textos de la Biblia, seleccionando aquellos, tan llenos, sobre todo en el Antiguo Testamento, de atrocidades.

Y se discute y se entablan debates. La misma televisión los fomenta de vez en cuando, apareciendo del lado de los que la atacan, personas preparadas y bien formadas, convencidas de sus propios pensamientos. Y del otro lado, hombres y mujeres laicos que hablan con recelo, como enfadados y molestos contra todo, tristes, cuando no sacerdotes pusilánimes y acomplejados que, dejados llevar por ya lo arreglara todo Dios y siempre en duda y conscientes de los fallos y errores cometidos a lo largo de los siglos, pasan de puntillas para no hacer el ridículo y no molestar ni herir a nadie.

Y ante esta confusión no cabe otra que apartarse, desentenderse y que se apañen todos. O, imitando al avestruz, meter la cabeza bajo el ala, hacer de mi vida un sayo, cumplir lo mejor que puedo y que para todo lo demás maestros tiene la Santa Madre Iglesia…

Y los pastores creyentes mirándose el ombligo, subidos a la cima de la pirámide, enfundados en sus propias convicciones, con miedo al presente y mucho más al futuro… Burócratas de despacho y organizadores de actos y reuniones. Y sin ver soluciones… Cuando la solución no debe ser otra que buscar, con valentía, respuestas acudiendo a la base, a la raíz, a la esencia, al Evangelio, a Cristo, a Jesús, a Dios, y superponer sus hechos y palabras al momento actual.

Cada tiempo tiene su tiempo, y mientras no piquemos, desde el respeto y la comprensión, las paredes cubiertas con mil capas de pintura, cales, cementos y barnices…, y volvamos a la figura limpia de polvo y paja, de Jesús de Nazaret, para conocerlo, amarlo, ser coherentes en comunidad y hablar de Él al mundo, estaremos rizando el rizo y girando en el remolino del desconcierto sobre el que la barca de la luz se hunde.