miércoles, 22 de mayo de 2019

UNA SOCIEDAD INCULTA


Antonio Muñoz Molina, a quien admiro y respeto profundamente, en el documental biográfico emitido en “La 2”, el pasado domingo, dedicado a su persona, expone la siguiente reflexión: “Yo creo que la democracia, uno de los problemas de la democracia española es que no ha creado conscientemente una cultura democrática. Y una parte de la cultura democrática es la reverencia pública por el conocimiento, porque no puede haber ciudadanía ignorante. Es decir, un ciudadano no puede ser ignorante. De hecho, la educación pública, la escuela pública, se funda justo cuando se fundan los sistemas democráticos, no se funda antes. Porque en un sistema absolutista, en un sistema controlado por la Iglesia, no hace ninguna falta que la gente sepa leer y escribir... Entonces, esa conversión de España en una sociedad inculta, ha sido y es uno de los problemas más graves que tenemos.”

Y menudo problema. ¿Quién lo duda? Tan grande que puede llevarnos a la ruina total nada menos que cuarenta y pico años después de la caída del régimen franquista. Y esta vez no ya por responsabilidad de la Iglesia, a la que se quiere culpar casi siempre de todos los males, sino por la confluencia de infinidad de intereses espurios. Iglesia a la que, por cierto, habría que reconocer en justicia que gracias a ella, y a pesar de los muchos errores cometidos a lo largo de los siglos, se pudo conservar y mantener el legado de la cultura antigua y clásica, y que pese a no ser necesario tener conocimientos bajo los gobiernos absolutistas, sino todo lo contrario, ha sido creadora de un sinfín de escuelas al amparo de las parroquias y catedrales, así como de las posteriores universidades, llevadas más tarde al nuevo mundo…, y que ha enseñado sin ninguna duda a millones de personas a leer y escribir, como a él mismo, en plena dictadura, en los jesuitas y después en los salesianos.

Menudo problema, pues, este de la incultura que tenemos. Porque incultos hay que ser para no reflexionar cuando emitimos el voto a la hora de las elecciones. Cuando no hacemos una valoración de qué es lo que se quiere y qué es lo mejor para el bien de la comunidad y no el mío propio. Incultos cuando nos dejamos engañar por quienes nos han venido engañando desde que llegaron al poder. Incultos cuando elegimos la papeleta como quien es un fanático seguidor de un club de fútbol del que somos y seguiremos siendo hasta la muerte, “man que pierda”, más que robe, más que siembre miseria, más que cree una red clientelar impresentable, más que no respete las leyes ni la justicia, más que desprecie la Constitución, más que quiera acabar con la democracia…

Y ahí está la prueba. Unas cortes constituidas ayer mismo y cuyo espectáculo ha sido bochornoso, de vergüenza, de miedo. Porque si incultos somos los votantes más lo son los votados. Personas, en su mayoría, sin educación, sin formación, sin valores. Tribu repleta de vivales aprovechados, lobos con  piel de cordero, caraduras, maleducados, resentidos, sembradores de odio, falsos y mentirosos, plagiadores, partidistas, golpistas, corruptos, tribales, destructores, terroristas, vengativos, egoístas…, sin ningún amor por España, sin respeto por su asombrosa Historia, sin consideración por el Estado de Derecho, sin afecto por la convivencia, sin altura de miras para anteponer el bien común al particular interés.

Y luego nos quejamos, y luego protestamos…, y mañana lloraremos, porque en lugar de vivir mirando la amplia luz de la vida desde la libertad para tener mayor claridad de ideas y poder reflexionar mejor, nos dedicamos a mirar el hipnotizador resplandor de la pequeña pantalla de las televisiones que tan buenos programas basura presentan para hacernos cada vez más sabios y formados, más imbéciles.    

La opinión acerca de la sociedad inculta española que nos expone Antonio es irrefutable. Y temblor me da pensar qué votaremos de nuevo el próximo domingo. Vamos a ver a quiénes elegimos para las alcaldías, si ponemos a los que solo quieren gobernar para los suyos o a los que buscan hacerlo para todo el pueblo. Vamos a ver a quiénes enviamos al Parlamento Europeo, si a quienes pretenden una Europa unida, más justas, abierta, solidaria y de valores…,  o a quienes quieren llevarnos al corral de las gallinas, los burros y los borregos cercados por los muros abrasadores de las ideologías fascistas, comunistas, populistas, separatistas o extremistas.

Hoy, todavía estamos a tiempo. Mañana puede ser ya tarde.

lunes, 6 de mayo de 2019

MALA EDUCACIÓN


Con la educación pasa, como con tantas otras cosas, que hemos confundido la gimnasia con la magnesia.

Ahora, ser educado es también de fachas, rancios y retrógrados.

Si vistes con aseo y corrección no eres más que un reaccionario. Y si lo haces además con cierto estilo, un pijo despreciable.

Si cedes el paso a una mujer, un machista de libro.

Si hablas de usted, un carca.

Si te diriges a los otros con amabilidad, cortesía, prudencia y por favor…, ni te harán caso, porque te considerarán un pusilánime y una pobre persona.

Si das las gracias fácilmente, se reirán de ti.

Si respondes “de nada” te desvalorizas a ti mismo.

Si te acercas para saludar, lo considerará como signo de debilidad.

Si eres cortés con alguien y le regalas algún elogio, lo tomará como adulación merecida…

Y así andamos, envueltos cada vez más entre maleducados que no se esfuerzan en dejar de serlo, incluso tratándose de profesionales del sector servicios. 

Pero lo malo es que la mala educación trae cosas aún peores, hasta el punto de que la convivencia puede llegar a ser insoportable. La mala educación engendra:  

Desconcierto, enfado, tristeza, malhumor, recelos, odio…
Calles sucias. Jardines destrozados. Fachadas pintarrajeadas.
Destrozos, delincuencia, violencia…
Individualismo atroz.
Irresponsabilidades que alteran los ánimos.
Circulación agresiva.
Mediocridades que rebajan el nivel de las ciudades.
Orgullo, griterío, soberbia, groserías, zafiedades, ordinarieces… que fluyen y envilecen.
Desplantes, desagrados, indiferencias, desprecios… que nublan el espíritu.
Incomprensiones, inclemencias, malas caras… que embrutecen.
Incluso inmisericordias que ofenden y duelen.

Es por esto que si la cizaña de la mala educación no se corta de raíz  y se deja seguir creciendo, no acabaremos bien. El egoísmo aumentará, los comportamientos se revestirán de luz de sombras y la convivencia se hará insoportable.

Solo cabe la esperanza de que cuando se toque fondo, mugriento y maloliente, se batirán las alas de la racionalidad y el sentido común y se alzará el vuelo que llegue a la cima del civismo, los buenos modales y el respeto, logrando así una sociedad mejor, infinitamente mejor, mucho más amable, cordial, íntegra y digna. Una sociedad que hará que la vida sea menos innoble y más deseosa de ser vivida.