lunes, 18 de abril de 2011

MENTIRAS

Comencé la travesía y, ahora, después de ir hacia delante, miro al cuadro de mandos de la nave y veo, con sorpresa, que he tenido en este blog mío, tan mal actualizado, más de trescientas visitas. Sin duda todas ellas de grandes personas. Sin embargo, no he podido evitar que en mi trayecto me haya tenido que topar con una lluvia lenta y persistente de mentiras que ya me han empapado los huesos y me están calando el alma. Mentiras tantas que me ahogan, que me dejan sin aire.

            Es encender la radio, poner la televisión o abrir un periódico a cualquier hora del día y todo son mentiras, verdades que se dicen a medias, palabras oscuras que se disfrazan de luz, luz que se viste de sombras..., un caos. Cada cual opina desde su óptica de vividor. Cada contertulio se viste con la equipación de su club favorito y a decir que ha sido penalty porque el jugador contrario ha rozado el balón con la mano en el centro del campo. Cada oyente y lector busca también escuchar, ver o leer no la realidad sino el espejo de su propia mentira en la que busca creer.

            Y es que aquí miente todo el mundo. Los políticos, no es que mientan, es que jamás dicen la verdad. Y mienten los padres a los hijos, y los hijos a las madres, y las madres a los padres... como haciendo honor al mensaje de mentíos los unos a los otros. Y todo es ya una mentira. Salimos de un acto, una conferencia, un pregón de los que tanto hay ahora y hacemos gestos de haber presenciado una falacia más, algo horrible, un aburrimiento, una pérdida de tiempo, y así lo vamos murmuramos entre lenguas..., pero antes, efusivos, hemos dado un fuerte abrazo al interviniente: ¡Extraordinario, amigo. Jamás escuché algo tan hermoso!

            Somos así. Qué le vamos a hacer. Y llegamos a tanto que, por contrario, cuando el acto en realidad ha sido algo excepcional, apenas si aplaudimos, no sea que el protagonista llegue a creérselo y sobresalga sobre la mediocridad que componemos el resto.

            Somos, por lo tanto, gusanos en el lodazal de la mentira. Y nadie sabe ya distinguir lo falso de lo veraz. Mentimos tanto que hasta mentimos en nimiedades y sin necesidad alguna. Voy de compras, cuando lo que voy es al médico. No pude ir a visitarte porque me sentí indispuesto, cuando es que se me olvidó. He llegado tarde porque el coche no me arrancaba, cuando es que no encontraba las llaves. Es mejor mentir. Así parece que nos quedamos más satisfechos... La mentira es tanta y nos embriaga tanto que incluso nos hace creer que los demás son tontos.

            Y claro, hasta yo miento. No voy a ser menos. Y como es por mentir, miento en este mensaje de botella, porque tengo que tener cara para empezar diciendo que todos los que han visitado mi blog son grandes personas... ¡Dios! ¡Cómo he podido decir eso! Cuando hace unos días alguien me envió una carta anónima diciéndome que había entrado en mi blog y me deseaba lo peor del mundo, algo así como que ojalá me ahogara en el viaje y a ver si era cierto que no volvía nunca más a Ítaca, en donde Penélope no es que no me quiera, es que me odia sin descanso. ¿Pero qué he hecho yo? Y es que, eso, mentimos hasta cuando mentimos.