miércoles, 23 de junio de 2021

JESÚS, POR FAVOR, DESPIERTA

En el evangelio del domingo pasado, se nos dice, por boca del evangelista Marcos, que Jesús subió a una barca pidiendo ir a la otra orilla y que otras barcas lo acompañaban. Para añadir que, ya de camino, se levantó una fuerte tempestad hasta el punto de que las olas llenaban de agua la nave y poco faltaba para que se hundiera.

Asustados los discípulos y viendo que su Maestro seguía placidamente dormido en la popa sobre un cabezal, decidieron despertarlo. “¿Es que no te importa que perezcamos?” Le dijeron. El Señor se levantó, increpó al viento y dijo al mar: “¡Silencio, enmudece!” Y el viento cesó y vino una gran calma. Jesús entonces les dijo a sus discípulos: “¡Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?” Pero ellos, tremendamente asustados, llenos de miedo, se decían unos a otros: ¿Pero quién es este? ¡Hasta el viento y el mar lo obedecen!

Después de leer infinidad de comentarios al respecto y escuchar alguna homilía, en todos los casos se nos viene a decir más o menos lo mismo, que lo importante es aquello de ir a la otra orilla, de que la Iglesia es la barca que zozobra en determinados momentos de la historia pero nunca se hunde, de la falta de fe y confianza de los discípulos, del poder divino de Jesús, de que yendo con él, en su misma embarcación, no hay por qué tener miedo...

Pero nadie dice nada de las otras barcas, nadie aclara qué fue de ellas, si llegaron a alguna otra orilla, se hundieron en el lago o sufrieron idéntica inclemencia con la posterior calma. Y ese silencio es preocupante en cuanto no eran ajenas, sino seguidoras también de Jesús, a quien acompañaban.

Tampoco habla nadie de la necesidad de que Jesús, el Maestro, deje de dormir en el día de hoy, se levante y detenga la tempestad. Porque falta que hace.

Ya sé que el cristianismo desde su mismo comienzo ha estado en crisis permanente. Pero la de ahora es exagerada. Y más en Europa y Estados Unidos, y ya empieza a serlo también en América Latina. Y, generalizando, este es el desolador panorama: Las familias no siembran la fe en sus hijos. Los templos andan cada vez más vacíos. Los conventos se cierran a diario. Las vocaciones son mínimas. De cada diez bodas que se celebran solo una es por la Iglesia. Los confesionarios están llenos de telarañas. La Eucaristía se pone en duda. Los textos bíblicos suenan a antiguayas. La doctrina eclesial no se sabe cómo adaptarla a los nuevos tiempos. Las tradiciones religiosas son más festivas que vivenciales. Los cardenales andan en luchas de poder, enfrentados. Los sacerdotes en disputas protegiendo sus parcelas de cargos y sus territorios parroquiales, rodeándose de afines y excluyendo a los menos dóciles. Los obispos metiéndose en política a favor de los intolerantes, supremacistas y violentos para ver si, dentro de sus complejos, les perdonan la vida. Los medios de comunicación pagando con indiferencias, burlas y críticas. Y los cristianos que van quedando, cada vez más solos, incoherentes, individualistas, haciendo de su capa un sayo, divididos, más fríos, con más dudas, sin apoyos ni amor entre ellos. Y la Iglesia, en su conjunto, mal vista, desprestigiada, mundanizada, hablando de todo menos de quien deben hablar porque no tiene mancha por donde cogerlo: de Jesús de Nazaret. Con papas a los que los mismos creyentes y la misma jerarquía despotrican. Y cada vez con mayor vehemencia, como lo están haciendo con Francisco, a quien llaman, no pocos, despectivamente, Bergoglio y lo catalogan de todo, desde masón a hereje, deseándole incluso la muerte.  

Y el mundo, mientras tanto, en su colorista predicación televisiva, lloviendo violencia, contaminación, destrucción, divorcios, abortos, eutanasias, pandemias, concupiscencias, desenfreno, adulterios, traiciones, engaños, injusticias, egoísmos, desigualdades, odios, robos, asesinatos, confusión... Carpe diem.

Y la barca se hunde. Ya hay un prestigioso intelectual que ha vaticinado que dentro de cien años el catolicismo será una religión de museo. Donde los niños de las escuelas irán para ver cálices, patenas y casullas. No creo yo que se llegue a tanto, pero sí creo que es hora de que vayamos a despertar al Maestro y se levante para parar un poco tanto viento y tanta lluvia y tantas olas que nos hunden... Porque si bien es verdad que hemos de tener confianza en él, tampoco estaría de más que se hiciera notar en medio de tanta niebla y dejara de guardar tanto silencio y tanto ahí os apañéis como podáis.

 Así que, Maestro, ¿es que no te importa que perezcamos? Por favor, despierta, porque ya no es solo cuestión de fe y de no tener miedo, sino de simple supervivencia.  

sábado, 12 de junio de 2021

LA TRAIDORA INGRATITUD

La ingratitud es traición a la humanidad, decía James Thomson. Pero ingratitud es también traición a un pueblo. Y muy traicionada está Úbeda. Porque conozco a personas que han dado por ella su vida entera..., y todo han sido silencios y olvidos. Han pasado a la historia como soplo de polvo por el viento. Otros, con nada, con menos, se han erigido en dioses y sus nombres están en letras de oro.

Entre los primeros, no puedo menos que recordar a personas excepcionales, ya todas, no hace mucho, desaparecidas, artistas, empresarios, educadores, médicos… que me vienen así, repentinamente, a la mente y al corazón: Manuel Moreno Méndez,  Ramón Quesada, Marcelo Góngora, Domingo Molina, Memé Alvarado, Antonio Martínez Gallego, Juan Martínez de Úbeda, Antonio Vico, Pedro Nieto, Julio Corzo, Pedro Blanco, Moreno Siles, los hermanos Fuentes, Antero Guardia, Mari Tere Ortiz… Y muchos, muchísimos más…, que junto con otros cientos de miles anónimos de siglos han hecho lo que hoy somos y con tanto orgullo pregonamos: Patrimonio de la Humanidad.

Y aunque no haya nombrado a ningún político, porque estos casi siempre me dejan el alma fría, y no porque sus logros no hayan sido en muchas ocasiones dignos, sino porque en el fondo, la mayoría, no son de fiar, sí voy a nombrar, excepcionalmente, desde el respeto y la admiración, al político socialista Antonio del Moral, fallecido el pasado 26 de mayo. Antonio fue mi vecino y un ejemplo. Socialista verdadero, que vivió pobre y murió pobre. A nadie la negó un pan. Yo he visto llamar indigentes a su puerta y no irse ninguno con las manos vacías. Dio todo desde su labor de concejal y en la Cruz Roja, y fue fiel y coherente, honesto, amable y bueno.

Y supo seguir el consejo de Miguel de Unamuno, aquel que venía a decir: no des a nadie lo que te pida sino lo que necesita…, para terminar diciendo: y soporta luego la ingratitud. Como él la ha soportado, como tantos otros la han soportado en silencio, pero con dolor. Ahora ya descansa en paz. Lo mismo los que mandan o manden, algún día, en desagravio, aprueban elevar un gran monumento que simbolice y aglutine a todos estos personajes grandes y pequeños para situarlo junto al que se va a hacer de los cronistas, con una dedicatoria en letras de plata: A los ilustres de Úbeda no reconocidos y a los anónimos que todo lo dieron por ella.