miércoles, 24 de agosto de 2022

REGRESO DE VACACIONES

 

                    Regreso de vacaciones.

                    Las maletas repletas de compras.

                    La piel bronceada.

                    El estómago destrozado de excesos.

                    La carne tatuada de lámparas nocturnas.

 

                    Entrar en la casa es un golpe traidor

                    en la conciencia.

                    Las pocas macetas de la entrada

                    se han secado.

                    Y hasta encuentro telarañas

                    en el rincón del portal.

 

                    Hay que volver a la rutina,

                    me digo, casi con lágrimas en los ojos.

                    Bebo un sorbo de agua

                    que sabe a tierra añeja.

                    Abro la nevera y allí encuentro

                    una lata sin nombre y sin destino.

 

                    Miro el móvil y busco una foto

                    donde me veo en la orilla de una historia.

                    Y la comparto en las redes

                    para que rabien de rabia los que me conocen.

 

                    Finalmente me siento cansado (cansada)

                    en el sillón del salón que necesita una limpieza.

 

                    Hay hormigas por la cocina.

                    Y una salamanquesa detrás del farol de la terraza.

 

                    Estoy triste y deprimido (deprimida). 

                    Busco un antidepresivo, un ansiolítico,

                    cualquier cosa que me alivie el llanto y el temblor.

 

                    Y no lo entiendo. ¿Cómo puedo hallarme así

                    después de tanto esparcimiento y diversión? 

                    Ya sé:

                    se fue de vacaciones una parte de mí.

                    La otra, la más importante,

                    la dejé en la nevera junto a la lata de conservas.

jueves, 11 de agosto de 2022

EL DILEMA DE EDUCAR PARA LA PAZ

Aquí, como en otros muchos lugares, nos hemos pasado décadas sembrando valores de convivencia, solidaridad, respeto, libertad, amor…, y paz. En todos los colegios hemos dedicado jornadas enteras a la paloma blanca con ramo de olivo, hemos cantado canciones, recitado poemas, confeccionado pancartas, dibujado en folios sueños de esperanza...


En la emisora escolar del colegio que dirigí durante doce años, la sintonía de cabecera era una canción que repetía un estribillo tan sencillo como breve: “Los niños queremos la paz”. Y así llegaron a tararearlo todos los alumnos del centro, desde infantil a octavo. 

Y en la siembra de la paz hemos crecido. Entonces, les hacíamos ver a los pequeños los males que traían las guerras, las desgracias que ocasionaban, la mucha sangre que vertían… Y soltábamos globos y dedicábamos aplausos y gritábamos vivas… Y me iba feliz a casa, pensando que lo que hacíamos no era otra cosa que llenar de vida y pacifismo miles de corazones en aras de un mundo mejor.   

 

Pero ahora, sentado ya en el banco del final del parque, en soledad, sin apenas tener relación con antiguos compañeros, con muchos amigos ya habitando las estrellas, con algunos conocidos inmersos en la añoranza, viendo la situación del mundo, la decadencia de Europa, el deterioro de España, me pregunto si aquello mereció la pena, fue un error, o, simplemente, se hizo de manera inadecuada.

 

Porque vamos a ver… Si hay dos pueblos que piensan y viven distinto, y uno fomenta la libertad, la democracia, la separación de poderes… y el otro busca el autoritarismo, el totalitarismo, la tiranía… Y el primero lleva, aunque con ciertas desigualdades, a la superación y desarrollo personal, a la libre decisión de elegir, al convencimiento de respetar, a favorecer el llamado estado del bienestar…, y el segundo a la pobreza, a convertirse uno en un simple número en la colectividad, al pensamiento único, a la ruina generalizada... Y en el primero se aboga por el no a la guerra, por el no a las armas, por el no a la violencia, por el no a la contaminación, por el no a la destrucción del planeta…, mientras que en el segundo se aboga por no informar de nada a los súbditos, por armarse insaciable mientras el pueblo pasa hambre, por no hacer caso a las resoluciones contra la contaminación y el ansia de imponer, sea como sea, su ideología… Al surgir una invasión de este sobre aquel… ¿De qué servirá la educación dada en el primero?

 

En todas las encuestas que se hacen en España sale con claridad que muy pocos estarían dispuestos a luchar en un conflicto bélico, que nada de derramar hasta la última gota de sangre por la bandera, que eso de amor a la patria es de fachas, que ni hablar de violencia… Y entonces llega Putin e invade Ucrania. Y entonces llega Estados Unidos y toca las narices de China. Y entonces llega China y rodea Taiwán. Y entonces llega Corea del Norte y ensaya una nueva arma nuclear. Y entonces llega Marruecos y se arma hasta los dientes aumentando el gasto militar un 30%... Y los topos que quedan dentro de nuestro país democrático, comunistas traidores, minando fuerzas de libertad, desdeñando al ejército, embarrando la convivencia, poniendo el grito en el cielo si alguien da una bofetada a alguien…, pero cobijando a los criminales de ETA, apoyando a los golpistas separatistas, poniéndose del lado de Putin, de Xi Jinping, de kim Jong-un, de Maduro, de Ortega, de Castillo, y de cuantos tienen sometidos a los pueblos, y hablando de paso de guillotinas para cortar la cabeza del Rey si este se sale un pelín de su ideología marxista, como hace unos días al no levantarse Felipe VI al paso de la que dicen ser una de las espadas del sanguinario Simón Bolívar en la toma de posesión como presidente de Colombia del que fue guerrillero narcotraficante criminal y ahora autodenominado de izquierdas progresista, Gustavo Petro.  

Pero a pesar de todo, no me arrepiento de haber educado en el amor, en la convivencia, en la solidaridad, en el respeto, en la libertad, en la paz…, porque así me invadan todos los déspotas y opresores del mundo y acaben conmigo, mientras caigo, sabré con gozo que en este viaje por la vida he estado en el lado de los buenos. Y que sembrar paz en lugar de guerra, pese a todo, aunque acabemos derrotados y humillados, nos hace más grandes, más nobles y más humanos.