lunes, 18 de mayo de 2020

CRISTALES MÁGICOS


Con esto de permanecer casi todo el día confinado, y al ver que hoy, 18 de mayo, se celebra el Día Internacional de los Museos, me ha venido a la mente uno situado en Ámsterdam dedicado a las gafas. Curiosísimo. Allí, de todas las formas, desde los antiguos monóculos hasta los famosos quevedos, pasando por las últimas tendencias.

Pues bien, a manera de souvenir, como recuerdo imperecedero, compré unas que tenían la magia de que sus cristales cambiaban de color. Es solo cuestión de pulsar un botoncito situado en una de las patillas. Y lleno de añoranza, me las he colocado tras situarme en el balcón de mi casa.

Y, ¡oh maravilla! Al aparecerme el color rojo, he visto el paisaje socialista como algo extraordinario, con un presidente y unos ministros que vienen realizando un digno trabajo de diálogo con los comprensivos y tolerantes nacionalistas, los antiguos etarras de pelillos a la mar y los socarrones peneuvistas que casi nunca ponen el cazo, y si lo ponen es para bien… del país. Realizando una labor sin apenas fallos, basada en la verdad, la prevención, la efectividad, la transparencia, la libertad, el respeto a los derechos, la rectitud… Con decisiones trabajadas, meditadas y enriquecedoras, con apenas pequeñas rectificaciones, obviamente normales ante la gravedad del momento. Con un gran equipo de expertos cuyos nombres no se nos dicen porque de este modo trabajan con menos presión, así como con un portavoz científico que nos explica, diariamente, con voz fluida y convincente, que no hay muertos, ni cadáveres apilados, ni luto, ni llantos de familiares, ni entierros tristes… sino solo una curva de números siempre a la baja, con pequeñas oscilaciones que son científicamente analizadas al detalle. Merecedor, junto a todo el gobierno, como ya se viene solicitando por aclamación popular, el próximo Premio Princesa de Asturias de lo que sea. 

Pero más bonito es cuando vuelvo a apretar el botón y me sale el color morado. El color de la mora, de lo moral, de ser moralmente superiores. Qué hermosura. Todo en orden, en colectividad, en compañerismo, todos para uno y uno para todos. Con clamorosas luces de feminismo, justicia, igualdad y pacifismo sin armas ni ejércitos. Con un líder ejemplo de coherencia, capaz de sacrificarse al tener que vivir en un casoplón como espejo de que su lucha es para eso, para que todos, algún día, tengamos lo mismo. Partidarios de romper con el régimen del 78 solo para progresar, y partidarios de la república porque tener rey es costosísimo, anacrónico y retrógrado. Control perfecto para nuestro bien. El mundo feliz de Orwell. Solidarios. De ahí su entrega altruista y desinteresada, hasta el punto de inmolarse en pro de la patria, al tener que aceptar el camarada primus inter pares, aparte de una infecta vicepresidencia segunda, el comisionado de la asquerosa casta del mundo de las cloacas del CNI; y algunos de sus correligionarios, después de una altísima preparación y esforzadas y meritorias batallas, nunca por parentesco ni amiguismo, ciertos ministerios repelentes. 

Y cuando me aparece el color azul, veo que los populares son la leche, solo piensan en colaborar, en no poner palos en la ruedas de nadie, honrados sin fisuras, unidos como una piña, claros, moderados, ejemplares, magos capaces de convertir las piedras en pan. Condescendientes y respetuosos. En espera de salvar, como en otras ocasiones, esta tremenda crisis en la que andamos. Comprensivos con los ricos y justos con los pobres. Economistas y gestores de altura. Severos pero a la vez considerados con los separatistas y terroristas. Siempre mirando al futuro, sin más memorias históricas. Condescendientes y delicados con los rivales, incapaces de crear conflictos, hasta el punto de respetar cargos y seguir concediendo puestos de relevancia, subvenciones, ayudas y reconocimientos a los miembros rivales y demás satélites –a los de siempre–, cuando llegan al poder para demostrar que gobiernan para todos. Elegantes perdedores. Resignados coleccionistas de insultos, desprecios y cinturones sanitarios. Poco dados a manifestaciones y protestas. Exquisitos blandiblús. Admirables dontancredos de sangre fría. 

Y al salir el color verde, todo son banderas rojigualdas, himno, fuerzas de seguridad del estado, orden, rey, constitución, centralidad, valores, tradiciones, inmigración legal, tolerancia… Personas valientes. Firmes demócratas. Respetuosos y comprensivos incluso con los homosexuales. Pro-familia y pro-natalidad. Bravos defensores de lo nacional, como por ejemplo la caza, la pesca y los toros. Bizarros que jamás huyen de la lucha cuerpo a cuerpo. Sin miedo ni complejos de ningún tipo. Diciendo dentro y fuera de las cortes y a la cara las cosas claras. Desenmascaradores de vivales, demagogos y populistas. Aniquiladores del clientelismo y pesebrismo, así como de subvenciones, chiringuitos y demás mamandurrias, tanto españolas como las surgidas de la burocracia europea. Contrarios a la injusta ley de violencia de género. Enemigos acérrimos del comunismo, el castrismo y el chavismo. Críticos con el Islam. Azote implacable de etarras e independentistas. Reconquistadores orgullosos de hazañas históricas. Liberales sin límites. Amantes del esfuerzo y la disciplina. Y nada de apoyar más estados de alarma, que en el fondo no son más que encubiertas excepciones liberticidas. Al enemigo ni agua. ¡Viva España! 

Y si sigo me encuentro ahora con el color naranja… Qué suavidad de horizonte. Héroes sin paliativos frente al régimen implacable del separatismo y la corrupción del independentismo catalán, pero dulces, nobles y necesarios villanos en las cortes generales. Ejemplares. Capaces incluso de dimitir, como hacen pocos, ante la debacle electoral y las diferencias ideológicas que surgen entre ellos. Abnegados mártires partidarios de gays y lesbianas pese a que los echen de sus orgullos coloristas. Equilibristas de altura con ideología de izquierdas y economía de derechas. Veletas sabias. Punto de la diana. Centro del centro. Colaboradores altruista en estos momentos tan duros para salir de la que llueve, convirtiéndose, cuando es necesario, en perfecta coalición, botella de oxígeno, mano tendida, bisagra del alma, corazón de corazones…

Qué gafas tan estupendas las mías, qué interés, digo qué interesantes, pues ponga el color que ponga me hacen verlo todo color de rosa. Lo malo es que debajo de mi balcón anda un demonio al acecho con cuernos en forma de corona arrastrando un saco lleno de angustia, miedo, paro, miseria, hambre, esclavitud y muerte que se ríe y se pasa el color de los cristales por el forro de su asqueroso trasero invisible.

¡Pues fuera gafas y que Dios nos conserve la vista!




jueves, 7 de mayo de 2020

SIEMPRE LAS DOS ESPAÑAS


El panorama es aterrador. Los muertos son demasiados. El confinamiento cansa. La confusión irrita. El PIB se desploma. Los alimentos suben de precio y hasta pueden llegar a escasear. Muchas familias ya están pasando verdadera hambre física. El paro es imparable y estremecedor... Y la luz que aparece al final del túnel está más llena de penumbras que de otra cosa.

Sin duda, aparte del tremendo desconcierto, la inseguridad, los recelos y las desconfianzas entre personas por temor al contagio del virus, hay una crisis económica tremenda que traerá cola y será duradera. No se abrirán establecimientos. Otros, tras abrirse, cerrarán. Se recortarán pagas, se suprimirán ayudas, escasearán los medicamentos, aumentará la pobreza y el número de indigentes, se ampliarán las deudas, se acrecentarán las diferencias entre ricos y pobres, aumentarán las revueltas y saqueos, se intensificará la violencia, se incrementarán los robos… y el desempleo será inasumible. Mientras, la tristeza alargará su sombra de lágrimas sobre las miradas y los sueños.
Pero peor aún será la convivencia entre los supervivientes. No me gustan nada las posturas de trinchera que se están levantando. Se diría que después del Covid-19 nos espera una nueva guerra civil que si bien, probablemente, no se dirima en el campo a tiros de escopeta, sí desde los despachos de las demagogias, las estrategias, las manipulaciones, los medios de comunicación, las alianzas, los chantajes, las mentiras… y la poda de derechos y libertades así como de instituciones a golpes de hoz y martillo. 

La democracia anda sucia y débil. Cada vez hay menos escala de grises. Aquí todo es o blanco o negro. O estás conmigo o contra mí. Aquí hay ya dos bandos cada vez más definidos, radicalizados e irreconciliables que no admiten ambigüedades. O eres de extrema izquierda o eres de extrema derecha. Y ambos arrancando del mismo centro de la cuerda y tocándose por los extremos. No valen medias tintas.

Y ambos preparándose para el asalto final. Lanzándose granadas de humo y misiles ruidosos para que vayamos tomando posiciones. Uno: nacional, centralista, constitucionalista, conservador, liberal, capitalista... Otro: republicano, ropturista, intervencionista, laicista, socialista, comunista…

¿Y quién ganará? Nadie lo sabe. En la partida de ajedrez que juegan hasta ahora la cosa va en tablas. Cincuenta por ciento. Se mueven fichas. Se crean adeptos. Acérrimos y fanáticos. Intolerantes. Llegando a ser mayor el odio a los otros que el amor a los míos. Eso de quedarme tuerto con tal de verte ciego.

Lo malo es que uno de los dos, o los dos a la vez, en un momento determinado, puede que tras el ensayo del encierro obligado, dentro de la gran crisis, y empujados por las masas ebrias de rencor y desprecio –cada vez más en alza–, vayan más allá y sientan la tentación de tirar el tablero al carajo y pretender imponerse como sea hasta aniquilar al otro por completo. El campo está abonado y lleno de cadáveres. La situación vive la excepcionalidad. La justicia anda atacada, desprestigiada y en estado latente. Los separatismos están envalentonados. Los golpistas no solo se sientan en sus poltronas incumpliendo las sentencias a su antojo, sino en el mismo Parlamento Europeo, siendo incluso considerados como héroes. Los presidentes de las comunidades son reyezuelos ansiando sin cesar más competencias. Los etarras gobiernan pueblos y ciudades. Los corruptos se van de rositas. Las demagogias cotizan. La mentira y la verdad se han hecho simbiosis. La propaganda se impone. La censura arrecia. La libertad está presa. Las dimisiones no existen. Las traiciones dan ganancia. Los medios de comunicación con sus correspondientes periodistas se venden para subsistir… Y la mediocridad de los políticos raya lo ridículo. Y para colmo, el parlamento se encuentra prácticamente cerrado. Y hasta el rey Felipe VI anda en la cuerda floja, sin fuerza moral, después de la corrupción y los líos de faldas del Rey emérito, su padre, que pudiendo pasar a la Historia como una figura en la cumbre del respeto y la admiración, por culpa de sus indignos devaneos, acabará colocado en el subsuelo de la repulsa, manchando, de paso, de asquerosa pringue, no ya a él mismo, sino a la institución que lo configura y, en cierto modo, a la misma Transición de la que fue artífice.  

Ya lo dijo Machado en 1912. Pero somos tan torpes que, después de más de un siglo, no hemos hecho nada por cambiarlo:

Españolito que vienes
al mundo te guarde Dios.
Una de las dos Españas
ha de helarte el corazón.

Aunque mejor decir las dos Españas a la vez.
Porque estas dos Españas a las que nos están llevando los políticos, tensadas en la locura de los extremismos, pueden terminar, más que helándonos, abrasándonos el alma.