A la caída de la tarde del pasado 25 de diciembre, me llaman
de Córdoba para decirme que Bartolomé Alvarado había fallecido el día anterior.
La noticia fue un clavo en las entrañas. Y el dolor se hizo
más hondo al no haber podido asistir a su entierro para decirle adiós desde el
alma y rezar una oración de gratitud a Dios por todo lo mucho y bueno que hizo.
Miré el reloj y marcaba las cinco y veinticinco. Lo mismo todavía me daba tiempo
de ir a la iglesia. Así que me puse el chaquetón y salí a la calle al encuentro
de una esquela que me informara del fatal desenlace. Pero nada encontré.
¿Un bulo entonces? ¿Tal vez habrá querido ser enterrado
desde el silencio y la humildad que siempre le han caracterizado? ¿Quizá no
estuviera en Úbeda y lo tengan que traer? Preguntas que al no hallar respuesta
me inquietaban aún más. Entonces decidí ir al cementerio y salir de dudas. Y
hasta allí me dirigí cuando ya la noche dejaba caer su manto de negra tristeza sobre
las lápidas y los cipreses. Y nada, ni rastro, ni una mínima estela de luz a
modo de cadena de estrellas sobre el suelo del camposanto que me llevaran a mi
admirado amigo. Y así hasta hoy, que me entero por medio de Alberto Román en
IDEAL, que Memé ha fallecido en Barcelona, el día 24, para irse esa noche con
su muerte a cuestas para celebrar la vida que nace en un Niño pobre y humilde,
sereno, delicado y santo, en Belén.
Se nos fue Memé lejos de su Úbeda, es verdad, pero con la
mirada puesta siempre hacia el sur, buscando constantemente las torres y las cúpulas
de una Dama que lo enamoró y le inspiró sin poderlo evitar. Y donde será su
entierro, que tendrá lugar mañana, día 27, festividad nada menos que de San Juan
Evangelista, el apóstol amado del Señor, y a quien él ha dado forma en
determinadas ocasiones, en especial el que salió de sus manos para la Cofradía
de Nuestro Padre Jesús Nazareno.
Adiós querido amigo. Echaré de menos las conversaciones
contigo hablando de arte, de pintura, de imaginería, de esta ciudad nuestra que
tanto queremos y tanto duele. Echaré de menos las visitas a tu estudio, el
sobrecogimiento ante tus tallas que tenían vida, que hablaban, que te
emocionaban hasta el llanto. Echaré de menos las miradas exclamativas ante tus
cuadros repletos de delicadeza, magia, misterio, realidad y profunda belleza…
Echaré de menos tu sinceridad, tu educación, tu timidez de hombre grande, tu
danzar de puntillas sobre las sombras que hacen daño, tu baile de sabio sobre
las luces que abrazan y enamoran.
Te has ido sin hacer ruido, como ha sido toda tu vida. Sin
dártelas de ser discípulo predilecto, junto a mi otro gran amigo Marcelo
Góngora, del genial Francisco Palma Burgos, de tener imágenes y cuadros tuyos repartidos
por diferentes ciudades y pueblos de nuestra geografía, de haber sido uno de
los grandes artistas que ha dado Úbeda. Y que una vez más por cierto, no ella,
sino sus gentes, no han sabido estar a la altura de tu valía y grandeza.
Dios te bendiga, amigo, y tu Virgen de la Paz te lleve en
vuelo de paloma con su rama de olivo a los confines de la eternidad. Y gracias
por lo mucho que me diste y diste a la revista IBIUT, que tuvo el alto honor de
contar con numerosas ilustraciones tuyas que sirvieron para darle categoría y
ennoblecer sus blancas páginas de libertad e independencia.
Descansa en paz y recibe un abrazo desde estos versos tan
sencillos como sinceros:
Hicieron de tu nombre sencillez:
“Bartolomé”.
De tu
apellido un signo extraordinario:
“Alvarado.”
Honor y gloria a ti por tu creación.
Por tanto arte de luz que en ascuas brilla.
Por ese ser de siembra en el amor…
Tú, querido Memé, genial artista.
Preciosas palabras. La admiración y cariño eran mutuos. Todo nuestro agradecimiento. Familia Alvarado.
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