Un viejo amigo, Roque de la Torre Vegara, a quien la vida no
le pagó demasiado bien y perdió un hijo entre la nieve a quien nunca
encontraron, venía a mi casa de vez en cuando para hablar de las cosas de la
vida.
Era un intelectual y un hombre culto que escribía con
elegancia y hondura. Alguna vez lo hizo publicando en la revista IBIUT, que
tanta ilusión me creaba en al alma, y en la que también tuve el honor de
entrevistarlo.
Más de una vez yo le recriminaba su pereza y que no escribiera
con más asiduidad. Pero él, frío y calculador, me respondía que para qué, que
todos los artistas y todos los escritores en el fondo creaban sus obras por
pura vanidad, pensando que con ellas pasarían a la posteridad, sin
concienciarse de que la posteridad es simplemente un tiempo ridículo que no sirve para
nada en cuanto el autor ya no está y su obra tan solo es materia degradable y
efímera que, tarde o temprano, se esfumará también por completo en la
desoladora infinitud del universo.
Y me lo recalcaba añadiendo:
los cuadros de Velázquez, de Leonardo, de Van Gogh, la Torre Eiffel, la Estatua
de la Libertad, el Empire State Building, El Quijote, La Odisea, Hamlet, la
Piedad de Miguel Ángel, la Venus de Milo, el Réquiem de Mozart…, todo esto, por
más que busquemos engañarnos, no será más que polvo, olvido, ausencia… Todo no
será más que nada (que es a la misma conclusión a la que llegó el poeta José
Hierro en su Cuaderno de Nueva York:
“Ahora sé que la nada lo era todo”). Agregando Roque que este planeta y este
sol y esta galaxia en la que viajamos dejarán de existir algún día… ¿Cuándo? No
se sabe. Pero si se sabe a ciencia cierta que todo tendrá un final. ¿De aquí a
cien años, a cien millones, a diez mil millones, a cien mil millones…? Qué más
da, para el muerto es lo mismo, para el muerto el tiempo es eternidad de vacío,
como ya lo era antes de nacer, y todos seremos muertos, y los que queden, si
quedan, vayan donde vayan, también tendrán un final, por lo que todo es mera
insignificancia.
Y ahora, muchos años después
del fallecimiento de mi amigo, unos astrofísicos de la Universidad de Durhman,
en Reino Unido, han venido a darle la razón, tras haber publicado que la Gran
Nube de Magallanes colisionará, dentro de 2.000 millones de años, con nuestra
galaxia, mandando nuestro Sistema Solar fuera de la Vía Lactea, a una zona
misteriosa en el espacio profundo… Y de no tener lugar este choque, lo habrá
dentro de 8.000 millones con Andrómeda, cuando ya el sol, 3.000 millones antes,
haya dejado incluso de existir tras haber engullido y aniquilado por completo a
la Tierra.
“Y cuando todo esto ocurra, dime qué quedará de nosotros, de las obras
de arte, de los libros, de los monumentos… ¿Qué quedará de lo hecho, de las
medallas y los diplomas…? ¿Qué quedará, amigo Ramón?”, insistía mi amigo
Roque.
“Vanidad de Vanidades, todo es vanidad”, que dice el Eclesiastés.
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