Cuando en una sociedad la justicia no funciona, la
corrupción se generaliza, los políticos son indiferenciados, la
irresponsabilidad es la norma, la mentira aflora como la hierba, la mala
educación impera, la división se acentúa
y cada uno va a lo suyo..., no es que esté enferma, es que está muerta.
Y nuestra
sociedad está muerta. Y lo está porque aquí no es que la justicia no funcione,
es que no se le conoce. Aparte de favorecer a los delincuentes y canallas, ser
lenta, interesada y partidista y estar politizada, es inmoral y desastrosa. No
existe ningún territorio en el mundo donde se dejen salir a la calle a
terroristas, criminales, violadores, mafiosos, ladrones... ¿Pero dónde se ha
visto eso? Aunque la ley Parot haya sido un parche y el código penal, por el
que nos regíamos y no se quería cambiar, una porquería. Se imaginan la que se
hubiera armado, por ejemplo, en Estados Unidos si se hace algo parecido,
soltando a personas condenadas a cientos de años. Impensable. Arden los estados
y el presidente a la cabeza.
Y lo está, porque la corrupción
huele a cañería de cieno y estiércol por todas partes. Corrupción en partidos,
sindicatos, bancos, negocios, sanidad, oeneges, cofradías, asociaciones...
Corrupción incluso uno en uno mismo. Lavándonos la conciencia desde la infamia
de creer que los fines justifican los medios.
Y lo está,
porque los políticos no son sólo indiferenciados, sino despreciados por los
ciudadanos. Nadie cree ya en ellos. Y se lo han ganado a pulso. Ahí los tenemos
aferrados al poder como sea. Ahí, líderes de los grandes partidos cambiando de
piel como las serpientes para seguir reptando por medio de las hojarascas en
forma de billetes, mintiendo como bellacos, prometiendo lo que luego no solo no
cumplen, sino que hacen lo contrario. Ahí alcaldes aferrados a sus cabezonerías
egoístas rodeados de concejales serviles y mediocres para que no les hagan
sombra.
Y lo está,
porque hay una irresponsabilidad que nos la pisamos. Vamos de chapuza en
chapuza, de engaño en engaño, de ese no es mi problema al eso es lo que hay y
apáñatelas como puedas.
Y la está,
porque la mentira aflora por todos lados. Mentimos hasta cuando queremos decir
la verdad. Mentimos diciendo sí cuando es no y viceversa. Mentimos sobre todo
cuando debiendo hablar, guardamos silencio. Mentimos cuando damos largas para
cansar y sea el otro el que se dé por vencido. Mentimos sin descanso, como
llenos, hartos, ciegos de hipocresía.
Y lo está,
porque ya no se puede ser más maleducados. No hablamos con moderación, no
guardamos las formas, no cuidamos el lenguaje, andamos de grosería en grosería,
faltándonos al respeto. Y si alguien comete el más mínimo error, saltan contra
él lanzándole todo tipo de improperios, gritos e insultos, y más de quienes si
son ellos los que los cometen y algo les reprochas, te responden con enorme
desconsideración cuando no con amenazas.
Y lo está,
porque andamos divididos. Cada comunidad, cada pueblo, cada trocito de
territorio enquistado en su sí mismo, girando alrededor de su propio ombligo,
creando fronteras, alzando barreras, trivializando pensamientos... y algunos
luchando con todo tipo de armas por el secesionismo y la separación.
Y lo está,
porque tanto a nivel colectivo como individual cada uno anda arrimando el ascua
a su sardina y cada palo aguantando su vela. Enriqueciéndose unos cuantos a
costa de exprimir y dejar morir de hambre y de miseria a otros muchos.
Ya sé que
alguien pensará que me hallo un tanto en negativo, que la cosa no está tan mal. Y
puede que tenga razón. Pero es lo que veo y lo que siento, y más después de
encontrarme hace unos días con unos señores desaprensivos, de esos que van de
buenos por la vida, que zaherían, vilipendiaban y denigraban sin piedad a una
humilde persona, sin que nadie hiciera nada. Y, por salir en su defensa,
recriminándoles los hechos y exponiendo que actuaban desde una falsa autoridad
rellena de soberbia, haciendo como que no, pero hacían..., ando a día de hoy
sentenciado por la mafia.