lunes, 21 de abril de 2025

RETABLO DE LA PASIÓN. ÚBEDA CANTA

El pasado 6 de abril se volvió a cantar, en la iglesia de El Salvador del Mundo, el “Retablo de la Pasión, Úbeda canta”. Obra coral, basada en las marchas de las cofradías de Semana Santa, compuesta por el maestro don Jesús Romo, con letra mía. 

La Agrupación Coral Ubetense, dirigida esta vez por Fernando Jiménez y Ramón Ramos (media parte cada uno), acompañados al piano por Emilio J. Alejo, y en el Resurrexit por los Seises, la cantaron de manera excepcional, con tanta ilusión, fuerza y calidad que hicieron vibrar a un público entendido que llenaba el espacio religioso.

 

La presentación corrió a mi cargo. Todo un nuevo honor que me brindó la Coral. Una coral que ya vio Dios al decidirse a crear el universo. Pues siendo artífice de todo y siendo omnisciente tuvo que saber y conocer a este grupo de cantores antes del tiempo y del espacio. Y vio que era bueno, y sobre todo vio que era un grupo excepcional, maravilloso, único que cantaba más que con la voz con un corazón colectivo, capaz de dejar escrita en el libro de la vida una de las páginas más gloriosas y sublimes. 

 

La Agrupación Coral Ubetense es, por lo tanto, un regalo de Dios a Úbeda, porque cuando la miró desde la distancia de los calendarios infinitos y vio que era bueno, no puso ni una traba para que fuera parte de nuestra gran historia. La escuchó con atención y se regocijó de un modo especial al oír cantar el Retablo, pero más que por la música de un compositor de altura o la humilde letra de un aprendiz de estrofas, por la entrega, la fuerza, la armonía, la vehemencia, la superación y el fervor que ponen sus componentes cada vez que lo cantan. 

Del “Retablo de la Pasión”, ideado por Francisco Esteban, que contó con la colaboración de Mariano Herrador, poco puedo decir que no se haya dicho ya desde aquel 18 de abril de 1987 en que nuestra Coral Ubetense lo estrenó, con cartel especial de Marcelo Góngora, en el Teatro Ideal Cinema. Durante treinta y ocho años, ensayo tras ensayo, superando mil dificultades y sombras, pasando calor y frío, sed y hambre, venciendo trabas y adversidades, aguantando indiferencias, traspasando túneles oscuros, sin apenas ayudas oficiales…, han conseguido que no se desmorone ni desaparezca. Durante treinta y ocho años han mantenido viva la llama de la obra dándonos todo un ejemplo de amistad, de entrega, de cultura, de arte, de gloria…, de grandeza…, que no se podrá pagar por más que nos esforcemos en justas alabanzas. Durante treinta y ocho años lo han mantenido a flote a base de fortaleza espiritual, teniendo que superar incluso el tremendo dolor de ver caer en el camino a muchos de sus héroes y heroínas, compañeros del alma, compañeros, buenos todos, y tener que despedirlos de este mundo con lágrimas de tristeza e insondables suspiros de pesar, lanzándoles un puñado de flores y de voces sobrehumanas mientras volaban camino de la inmortalidad al encuentro de ese Jesús al que con tanta fe, esperanza y amor le han cantado, tantas y tantas veces, aquí en la tierra.


Muchos son todavía los que no han escuchado esta obra tan especial alumbrada por el rayo de los más trágicos pasajes del evangelio, haciéndonos sentir parte del drama. Así nos alegramos con la Entrada Triunfal del Domingo de Ramos, participamos en el misterio de la Última Cena, lanzamos una oración en el Huerto de Getsemaní, sentimos cada golpe dado en la Columna, andamos humildes junto a la Humildad, caminamos hacia el calvario con el Nazareno, caemos con la Caída, expiramos con la Expiración, lloramos con las Angustias, morimos en el Santo Entierro, abrazamos a la Soledad y saltamos de alegría con la Resurrección en el Domingo de la gran Pascua.

 

Ahora, finalizada la Semana Santa, a todos nos quedan en al alma las vivencias más íntimas y personales, y en la mía no cesan de resonar las notas de algunas partes del Retablo que me abruman y emocionan, por lo que, desde aquí, una vez más, he de daros las gracias, queridos amigos de la Coral Ubetense, por tanto regalo recibido. 

 


lunes, 7 de abril de 2025

RESPETO

Andamos en una sociedad que pierde valores, y entre ellos uno fundamental: el respeto.

 

No hay más que mirar a quienes nos rodean y lo comprobaremos. Alumnos que no consideran a sus maestros y profesores. Se ha perdido el don y el usted, sin que se hayan sustituido por un “mira” con deferencia y un “tú” de acatamiento, sino, mayoritariamente, por un grave modo de altivez y desconsideración. Jóvenes que no tienen la más mínima reverencia por los mayores, a quienes consideran personas desfasadas e irrelevantes. Niños que se rebelan con los padres y les levantan la mano porque los padres buscan la amabilidad con ellos y ellos entienden que es debilidad. Compañeros que en lugar de ayudarse y compartir siembran egoísmos y recelos. Políticos que de pensamiento único que te insultan, discriminan y desprecian si no piensas como ellos. Extremistas que quieren imponer sus ideas por la fuerza…

 

Y el coche. Salir a las calles en coche o a la carretera es adentrarse en el reino del terror.  Muy pocos te dejan amablemente salir de un cruce por más tiempo que lleves detenido ante un ceda el paso. Peatones que se cruzan de repente cuando ya se está entrando en el paso de cebra y gritan siendo ellos los de mayor culpa por su imprudencia. Vehículos que realizan mal el paso por las rotondas, circulando por el carril que no corresponde y te amenazan porque consideran que eres tú el infractor… Y lo peor, insultos, agravios, improperios sin venir a cuento, por cualquier nimiedad… Y lo del evangelio… encontrarme en una calle un vehículo en el que el conductor, bajada la ventanilla, charla amigablemente con un amigo y tenerme parado por minutos sin que yo haga un mínimo gesto de descortesía…, por educación. Y dar la circunstancia, poco después, de detenerme yo para abrir la cochera y llegar el mismo señor de antes y hacer sonar el claxon como si se lo llevara el diablo, porque he tardado en abrir la puerta unos segundos.

Y hasta en la iglesia. Como impedirle con malos modos a una chica joven, hermana además de la cofradía, llegada de fuera, entrar en ella para rezar por su padre moribundo porque se está colocando la imagen del Cristo para la fiesta. O como le ha sucedido a un amigo, subir al altar para contemplar de cerca la belleza de una Virgen y recibir una lluvia de afrentas e improperios por tal atrevimiento… Y eso que él es una persona de reconocido prestigio por su labor y siembra en pro de la investigación y la enseñanza… 

 

Todo un despropósito. Cada vez hay menos vergüenza. La política y la mala educación lo han embarrado todo. Nadie ahora es más que nadie. Respeto ni para Dios. En Madrid, ayer, el cardenal Cobo, paisano nuestro, se detiene en su coche y es asaltado por un grupo de católicos irritados. Uno de ellos se dirige a él reprochándole a gritos, indignado, los acuerdos con esto del Escorial. Le habla de tú, le dice repetidas veces judas, vendido, traidor… El cardenal le responde “Dios te bendiga” y él le replica con un “y él te lo demande”.  Y se repite la escena una y otra vez, hasta la saciedad. 

 

Y así uno y un millón de casos cada día en los que el respeto y la cortesía brillan por su ausencia. Y esto me entristece mucho. Y lo que más me entristece es ver a alguien hablándole a otro con delicadeza, amabilidad y humildad, y ver al otro respondiéndole con desprecio y arrogancia.  

 

Y qué consuelo encontrase en este desierto de incomprensión y desaires una gota de agua. Como me sucedió el pasado jueves en Andújar. Llovía a mares y andaba perdido en las afueras, junto al polígono, después de dar infinidad de vueltas sin encontrar la calle que buscaba… Y tras preguntar a unos y otros y apenas responderme que la calle quedaba lejos y quitarse el problema de encima, aturdido, abatido y desilusionado, porque ya llegaba tarde al encuentro que tenía concertado, una señora me dice: “Véngase detrás de mi coche que yo le llevaré a su destino…” Y en apenas dos minutos ya estaba en el lugar exacto. 

 

Y es que, después de todo, todavía queda luz en medio de tanta tiniebla y cabe la esperanza. Un alivio para la convivencia.