Otra vez. Ya estamos otra vez con lo mismo, con atacar a la
Iglesia Católica en vísperas de las elecciones. Ya estamos otra vez en el viejo
atajo de siempre cuando no se encuentran caminos inteligentes para mejorar la
economía, para acabar con la corrupción, para mejorar la justicia, crear
empleo, terminar con la pobreza, las mentiras, los enchufes, los amiguismos,
los separatismos, los radicalismos…, para hacer un pueblo más libre, culto, fraternal,
solidario, más lleno de igualdad, más revestido de valores…
Pues nada, en lugar de exponer cómo lograr superarnos en
todas estas facetas de la vida, arremeten
contra la Religión Católica, creyendo que con ello pueden pescar votos de
extremistas, y, por contrario, sin consecuencias ni grandes dificultades,
puesto que saben que se lucha contra una gran masa de católicos tibios y desinformados
fáciles de manejar, así como contra obispos temerosos y acomplejados ante el
peso de la Historia de la que sólo se saca a relucir lo negativo, y contra pobres
curas que se las ven y se las desean para mantener en pie sus parroquias, sin
poder terrenal alguno, sin más fuerza que la que le viene dada de lo alto…,
peleando no ya contra los incrédulos, laicistas y demás ateos, sino contra los
propios grupos de fieles cercanos que se llaman creyentes pero que no buscan
otra cosa en la fe que protagonismo, folclore y beaterías.
Venga, contra la Iglesia Católica, contra el concordato,
contra la cruz en la declaración de la renta, contra su enseñanza en las
escuelas. Religión Católica ninguna, ni siquiera en los colegios privados… ¡Dios!,
qué manera de prohibir, de coartar libertades, de saltarse las leyes, de
imponer ideas retrógradas y desfasadas… Qué manera de sembrar enfrentamientos,
polémicas absurdas, división, odios y venganzas…
Y qué equivocados, porque no se dan cuenta de que estas
pretensiones pueden acarrear el efecto bumerang, puesto que lo que a veces los
cristianos necesitan es que se les persiga para, ante las adversidades, despertar
y resurgir con mayor fuerza, valentía y convicción. Porque resistir al acoso va
en la sangre del seguidor de Jesús de Nazaret y porque incluso el martirio va
en los genes de los que creen en Él… Pues nada, ni siquiera se dan cuenta de
que, después de todo, hagan lo que hagan y se pongan como se pongan, y por más
victorias que logren, jamás nadie podrá acabar con esa necesidad íntima que, se
quiera o no, todo hombre lleva dentro del corazón desde que estalló en él la chispa
de la inteligencia y pasó de simple animal a ser humano, por lo que si a fuerza
de imposibles los gobernantes lograran erradicar todo vestigio de cristianismo
en la tierra, no por ello dejaría de surgir otras creencias en el alma. Estamos
marcados para la trascendencia.