A las doce horas en punto del viernes 29 de enero de 2021 quedaba cerrada la sepultura de mi amigo Antonio Espadas Salido. El día anterior, muy de mañana, mientras dormía, bajó un ángel y se lo llevó a los ochenta y siete años, sin que se diera cuenta, sin hacer ruido, sin una queja, como es la muerte dulce con la que Dios bendice a los privilegiados.
Mientras lo sepultaban, junto a su hijo y muy pocos familiares más, observé cómo el sol alumbraba el espacio, regalándonos un día primaveral de inmenso cielo azul. Miré a lo alto y recordé, a modo de flases, todo lo que había sido su vida, embargado por la inmensa tristeza de su partida y todavía profundamente emocionado por el evangelio leído en la misa de despedida en San Pablo por el párroco don Antonio Vela, en donde reviví el cuadro de la Santa Cena en el que, con Antonio sentado a mi derecha, le decía, poniendo mi mano (de Jesús) en su hombro (de Pedro) que él y los demás eran mis amigos, para decirles también que en el día del juicio separaría a unos de otros dependiendo o no de si habían dado de comer al hambriento, beber al sediento, acoger al peregrino, vestir al desnudo, visitar al enfermo e ir a ver al preso.
Y le rendí, desde el corazón, homenaje. Homenaje a quien ha sido mi gran amigo, a quien supo compartir mis luchas, ilusiones, victorias y fracasos, perdonar mis errores, levantarme en las caídas y quererme limpiamente, siempre, desde que nos conocimos, sin un mínimo reproche.
Y es que Antonio era auténticamente el apóstol que interpretó en Maranatha. Todo grandeza de corazón.
Hombre ejemplar. Claro modelo de nuestro eterno renacimiento. Pintor excepcional que, como nadie, ha sabido captar el alma de una ciudad en la que nació, vivió, murió y amó hasta el extremo. Miembro fundamental de la directiva en los años conmemorativos y gloriosos de la Real Archicofradía de la Virgen de Guadalupe. Uno de los fundadores de los grupos Tirsos y Caretas y Maranatha, de los que fue actor sublime. Escritor ameno, de hondura y sencillez, de historias nuestras de cada día. Ilustrador de revistas, en especial de IBIUT, a la que engrandeció y por la que luchó, hasta el punto que siempre la ponía en el escaparate de su tienda para venderla y hacer suscriptores. Caricaturista. Mago capaz de sacrificarse los fines de semana, después de agotadoras jornadas a pie del mostrador en su droguería de la calle Real, para ir gratuitamente a los asilos y residencias de mil pueblos con el Grupo Sembradores de la Alegría para crear ilusión en las vidas de los ancianos.
Pero Antonio era más, era también escultor, pregonero e investigador, ahí queda su libro, publicado en 2018, dedicado a la figura del pintor, también ubetense, José María Tamayo… Y era poeta. Antonio componía versos de hondo lirismo, que ocultaba porque dentro de ese corpachón de hombre grande, se escondía la verdadera humildad de los sencillos. Y era bondadoso, comprensivo, amable, servicial, entregado…, jamás en la vida lo vi enfadado ni enojado, y era además divertido, con gran sentido del humor, coleccionista de anécdotas que contaba con suma gracia. Antonio era mucho, casi todo lo que se puede ser en una Úbeda tan llena de grandes personalidades. Tanto, que además ocupa la tribuna de honor de los Hijos Predilectos de la ciudad.
La piedra de tu sepulcro, Antonio, quedó cerrada. Pero tú ya has salido de ella resucitado y andas gozando de la eternidad. Seguro que San Pedro, a quien tan extraordinariamente representaste tantas veces, te habrá abierto las puertas del cielo de par en par. .. ¡Y menuda la que se habrá liado! Allí, el reencuentro con todos los que formamos la gran familia de los locos por el arte y la vida: tu hija Nani, Pepe Dueñas, Manuel Moreno Méndez, Paco Colodro, Marcelo Góngora, Baltasar Cobo, Paco Madrid, José Madrid, Luis Sierra, Juan de la Torre, mi tío Ramón, mi tía Anita, Alfonso Obra, Pepe Pérez… Y tantos y tantos otros que nos han precedido dejándonos cicatrices de dolor en la carne, pero también remansos de gozo en el alma, porque sabemos que gozan de la paz del infinito.
Adiós, mi querido amigo Antonio, Maranatha. Nos veremos pronto de nuevo. Y gracias por tanto compartido.
Que buen homenaje. Un abrazo Ramón!
ResponderEliminarExcelente tu artículo y tus cariñosas palabras. Descanse en paz este hombre de corazón enorme. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarBellas palabras para un amigo y buen hombre, culto, honrado y artista..., palabras salidas de tu corazón, que nos enseña la verdadera amistad entre vosotros. Un abrazo grande a los dos.
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