viernes, 29 de julio de 2022

MIRANDO A LA IGLESIA


Algunos medios de comunicación y las redes sociales han puesto el grito en el cielo porque la reina de España, doña Letizia, en la festividad de Santiago Apóstol, en Compostela, a la hora de proclamar el Evangelio, ni se santiguó. Sí lo hizo el Rey así como la Princesa y la Infanta, aunque estas sin demasiada soltura ni convicción.

¿Y qué quieren? ¿Qué critican los beatos de siempre? La Reina no es creyente, según su primo hasta es abortista practicante. Va a la iglesia obligada y siempre que puede deja de hacerlo, y más que lo hará. ¿Y qué pasa?

 

A quién hay que mirar es a la Iglesia. Esa Iglesia de boato y pomposidad que se resiste a ser verdaderamente evangélica y perder privilegios terrenales. Una Iglesia poco consecuente que abre las puertas en la festividad del 25 de julio a autoridades y poderosos y se las cierra a peregrinos que vienen de hacer cientos e incluso miles de kilómetros. Una Iglesia que cuando cierra sus puertas y quedan allí clérigos con sus ropajes de gala y demás parafernalias, rodeados de numerosos peces gordos, hinchados de comer y beber, engreídos y vivales, se pone a leer el evangelio de San Mateo, 28, 20-28, en donde se dice: “Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que se vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo…” ¡Casi nada! 

 

Pues como quien ver llover. Y tan felices. El Rey sale del recinto diciendo, ya hemos cumplido. La Reina que se la he hecho muy larga la ceremonia y que tienen mérito aguantar tanto facherío. La Princesa y la Infanta que hubiera sido un completo aburrimiento de no haber sido por el vuelo tan espectacular del botafumeiro. Y los peces gordos preguntándose dónde ponen el mejor marisco, que para eso es hoy el día de Galicia.

 

Y luego nos quejamos de que los templos están vacíos, que a las misas dominicales asisten cuatro y mal avenidos, que la gente pasa de los curas, de la frialdad de conciencia, de que no hay vocaciones, de que los conventos no paran de cerrarse…

 

La incoherencia, amigos, la incoherencia. Y, sobre todo, el anquilosamiento de una Iglesia que anda noqueada por los tiempos, con grandes frentes a los que no sabe dar claras y convincentes respuestas, como la igualdad plena de la mujer, el celibato, las comunidades, la homosexualidad, el posconcilio… Inmersa en luchas de cardenales y obispos, acomodada, burocratizada, con párrocos funcionarios, adormilada, agitada un poco en tiempo de procesiones que sacan a la calle grupos de personas movidas, más que por la fe y la evangelización, por la fiesta y la tradición.    

 

¿Y quién, ante este panorama, puede convertirse? ¿Lo llevo a una misa donde ya ni se arrodilla uno en la consagración? ¿Le presento al señor obispo? ¿Le hablo del señor viario? ¿Del deán de la catedral? ¿Del rector del seminario? ¿Lo invito a las catequesis de primera comunión? ¿A los cursillos prematrimoniales? ¿A un bautizo? ¿A una confirmación? ¿A una boda?... Puafff. ¿Le hablo del Papa, sabiendo que la mitad de la cristiandad misma lo pone verde, se ríe de él, lo ridiculiza, lo denigra, lo llama hereje…? ¿Le hablo de la penitencia, de la dificultad de encontrar un sacerdote en caso de necesidad…? ¿Le hablo de no hallar apoyo de nadie del clero cuando dices de hacer algo altruistamente para bien de los demás…? ¿Le hablo de cómo nos llevamos los cristianos? ¿Le hablo de los congresos eucarísticos, del sínodo, de los concilios, de los dogmas, del catecismo, de las encíclicas, de la doctrina social, del derecho canónico, del discaterio de la doctrina de la fe, de la casilla del IRPF, de los bienes del banco vaticano…?

 

¿O le hablo de Jesús, de Jesús de Nazaret? Y así le leo cada pasaje del Evangelio, le muestro la coherencia perfecta, el amor sublime, la comprensión más honda, la igualdad más plena, la entrega más generosa, la fraternidad más alta, la libertad más sentida, el camino más recto, la verdad más grande, el pan de vida, el sacrificio, la resurrección… y, de paso, de cuantos, en silencio y humildad, en su nombre, y siguiendo sus pasos, andan dando su vida por los demás aquí y en los confines de la tierra. 

 

Y es que comparar a Jesús con la Iglesia superjerarquizada, mundana, dependiente y politizada, es comparar el sol con la luna, aunque la Iglesia tenga a Jesús y sea de Jesús… Y es cierto, y lo acepto convencido, lo que no acepto es que tanta oscuridad de siglos y tanto ramaje de intereses personalistas y tantos abusos ocultos y ostensibles pretendan dejarme ciego y hacerme comulgar, no con sagradas formas, sino con pesadas ruedas de molino, esas que sirven para, antes de que se escandalice a un pequeño, quienes pretendan hacerlo se las cuelguen al cuello y se arrojen al mar. 

 

El día que, por ejemplo, en Compostela, en la festividad de Santiago, vea a los peregrinos en primera fila, y a los gobernantes sentados entre ellos sin emblemas, y al Rey o la Reina acudiendo sin compromiso político, solo porque así lo quieren, por propia voluntad…, y se lea el evangelio de san Mateo 28, 20-28, y todos se persignen respetuosamente antes y todos digan al final con fe y en absoluta libertad: “Gloria a ti, Señor Jesús”, ese día, digo, creeré que los que están dentro creen verdaderamente, creemos.  

viernes, 8 de julio de 2022

AÑO ELECTORAL

En 2023, por estas fechas, ya estarán configuradas en toda España las nuevas corporaciones municipales. Es decir, que acabamos de adentrarnos en un nuevo y apasionante año electoral.


Toda una fiesta por delante de doce meses. Todo un espectáculo lleno de sorpresas y escenas extraordinarias capaces de mantenernos en vilo y sobrecogidos.

 


Pasen y vean. Comienza la función. En el gran teatro de los pueblos se van a representar las mejores obras salidas de la pluma de los más excelsos dramaturgos. Ahí veremos las mejores caras, sonrisas contagiosas, palabras mágicas, gestos asombrosos, silencios exquisitos… Ahí veremos a los Montesco de siempre odiando a los Capuleto de siempre y viceversa. Ahí los veremos, arrojándose improperios, discutiendo a ver quién colecciona más verdades y quiénes más mentiras, bordando proyectos, vendiendo humos, conquistando inocencias… Saliendo al paso, sin miedo alguno, a la palestra, para debatirse en emocionante duelo de espadas, los quitavergüenzas de uno y otro bando, los Teobaldos y Mercucios, tan apasionados ellos que estarán dispuestos incluso a perder la vida en cada lance. Y lo que es más extraordinario y terrible, también aparecerán los Marcos Bruto, los Efialtes, los Judas Iscariote, los Egistos y las Clitemnestras…, traicionándose, vengándose, acuchillando por la espalda a los propios suyos. Y para mayor turbación se lanzarán destellos luminosos de la política general, bombas fétidas, corrupciones oficiales, pactos indignantes, separatismos tribales, leyes partidistas, inflaciones, miserias, paro, desesperación…, con tanto énfasis que nublará toda la escena hasta la náusea. 

 

Entretanto, los que andan en las poltronas locales nos harán ver lo mucho que han hecho y lo mala que ha sido la oposición. Y los que aspiran a los sillones nos expondrán la pésima gestión realizada por los gobernantes y lo sublime que va a ser su gobernanza si salen elegidos. 

 

Y mientras, los pueblos, el pueblo, los ciudadanos pensando en el voto. Los que son de izquierdas, que lo suelen ser desde el vientre de su madre, no lo van a cambiar así los suyos sean los más ruines de los ruines. Los de derechas de toda la vida, tampoco lo van a cambiar por más que sus representantes sean unos ineptos. Los chupópteros, tiralevitas, apesebrados, subvencionados, condecorados…, y todos los que se creen ser algo por andar apegados al sol de quien está mandando, votarán, así caigan chuzos de punta, a los que están dirigiendo el barco. La mamandurria es la mamandurria y más vale malo conocido. Y ya quedan los cuatro friquis en su mundo, los tres independientes hasta de sí mismos y los dos reflexivos solitarios que analizan su decisión de voto tan escrupulosamente que pareciera que solo de su papeleta dependiera el resultado final. Y algunos más por ahí perdidos, que se dividirán en tres grupos, los que analizarán lo bueno y lo malo conseguido antes de introducir honestamente la papeleta en la urna, los que lo harán según sople el viento del momento y los que, por lo que sea, no quieren saber nada de votar. 

 

Y a todo esto, los pueblos respiran y se adecentan. Verán que fiestas vivirán, cómo se limpian sus calles, cómo reviven sus jardines, cómo alumbran sus barrios, cómo aumentan los puestos de trabajo… Y qué cercano se hace el señor alcalde o la señora alcaldesa, qué amables, qué serviciales, qué comprensivos, qué trabajadores… 

 

Y saldrán a las calles y a los mercados y a las empresas para repartir propaganda, para ofrecernos esperanza, para animarnos a la alegría de la democracia… Para después, cuando ya haya pasado el 28 de mayo, si te vi no me acuerdo y vivir en los privilegios, los honores y la paga sustanciosa… y seguir ayudando y dando a los suyos, y seguir depreciando y ninguneando a los otros. Es decir, lo de siempre, lo de toda la vida, lo que, en el fondo, todo el mundo sabe.

 

Acomódense, la representación ya ha comenzado. Disfrútenla.