Hay una película impresionante que apenas ha sido proyectada en las salas de cine y que ahora han dejado que se pueda ver, al parecer por poco tiempo, en un canal de pago de la televisión. No sin antes (para que el público no vaya a verla, o, confundido y decepcionado por la temática que pensaba ver, deserte antes de la mitad) catalogarla dentro del género de “terror” y con un cartel anunciador que “espanta”.
Y de terrorífica y espantosa, nada de nada. Es solo que la proyección no solo se aleja de la nueva ideología falsamente progresista, sino que la contrarresta. La trama es muy simple, un preso es condenado a pena de muerte y solo se necesita, unas horas antes de ser conducido a la silla eléctrica, para evitarla, que un siquiatra certifique que el reo está loco. El dialogo que se establece entre condenado y doctor en siquiatría, ateo, es excepcional, aparte de la actuación gesticular de ambos, merecedores, dicho sea de paso, del óscar ex aequo.
El preso, a quien ajusticiarán a los once de la noche de ese mismo día del encuentro entre ambos personajes, expone que es un demonio dentro de un cuerpo humano que domina para hacer el mal, con el que disfruta. No rehúye de su culpabilidad, de sus horrorosas hazañas, de sus muchos crímenes, muy al contrario, se enorgullece de ello, por lo que espera y desea ser ejecutado para dañar y hacer sufrir aún más al pobre hombre en el que habita que ni siquiera está bautizado y a quien ha poseído aprovechándose de su constante debilidad espiritual.
Bien es cierto que todo esto puede parecer la típica alegoría que viene a darnos una explicación subjetiva para comprender lo incomprensible, pero lo que es asombroso es que el demonio le hace ver al doctor que la batalla del bien y el mal la están ganando. Y aunque este le presenta esta sociedad que parece, a primera vista, luminosa y avanzada, no racista, tolerante, igualitaria, libre…, aquel le contrarresta mostrándole que está llena de sombras, penumbras, oscuridades… y retrocesos. Y le expone, directa e indirectamente, el declive moral, la falsedad entre lo que se predica y se hace, la tremenda esclavitud infantil, social y sexual que se ha creado, la insensibilidad ante los sucesos, el adoctrinamiento mediante películas, programas de televisión y demás medios, maldad por todas partes sin que le importe a nadie…, el odio creado, los abortos, la eutanasia, las separaciones, el hambre…, las nuevas ideologías de género, el desconcierto mental…, la ceguera de llegar a creer, cuando menos, que no existe infierno tras la muerte, que nada es pecado, que Dios todo lo permite…, incluso que todo es mentira, materialismo puro, y por lo tanto que los demonios son simple invención nuestra…, doctrina que ya hasta los sacerdotes de la Iglesia –como nos muestra también la película con absoluta claridad– han aceptado en su gran mayoría.
A mí la película, estrenada en abril de 2023, y que ya cuando se filmó contó con numerosas manifestaciones demoniacas, accidentes, fallos y alarmas, me ha dado que pensar. Porque a todo lo que expone el señor poseído yo añado la tristeza de ver a esta sociedad nuestra ciertamente en derrumbe. Basta con acudir a los medios de comunicación y redes sociales y mirar a nuestro alrededor y ver la corrupción que nos invade, las guerras, las injusticias, las grandes diferencias sociales, las mentiras, las calumnias, los egoísmos, las ambiciones, los miedos, las desconfianzas, las violaciones, los acosos, las persecuciones, los genocidios, la pornografía, la pederastia, la lujuria, el ansia de poder…, toda una inmensa degeneración de la moralidad… Ver en qué manos estamos, empezando por contar con los más desquiciados al mando de las naves de la mayores potencias mundiales, demagogos deseosos de nuevas conquistas y posesiones, de invasiones, de dominaciones…, dictadores sin escrúpulos, asesinos…, con seguidores, políticos y periodistas que hablan de democracias y libertades y son al mismo tiempo sus serviles vasallos, vivales en el fondo, apesebrados, capaces de hacer como que luchan por el blanco y apoyan el negro, de hablar de transparencia y andar embarrados…, tan sucios todos y todo y tanto que hasta el fútbol, ese bello deporte que debería servir para la mera diversión y el entretenimiento, lo han encenagado hasta el punto de que los árbitros, jueces humanos limitados, por el mero hecho de equivocarse a favor o en contra en un partido, no son ya solo criticados, sino investigados, perseguidos, analizados, castigados… y, para colmo, hasta amenazados de muerte y puestos en la picota por prensa, radio, televisión, X, facebook, mar y aire…
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