Lo que nos está mostrando la política española es algo más que un cuadro esperpéntico. Que un presidente del gobierno se aferre al sillón con tanta indignidad es de locos. No hay más que ver lo que lo rodea. Es innegable que en su gobierno y en su partido ha tenido y tiene corruptos barriobajeros, algunos de tan rastrero calibre que asombra, como el señor ese que en su piso de Valencia, cuando va la UCO por mandato judicial, en lugar de andar llorando en un rincón, avergonzado por el hecho de verse expulsado del partido, criticado, vilipendiado y ultrajado, arrepintiéndose de tanta condición miserable, va y se lo encuentran, no ya con una señorita atrevidilla, sino con una auténtica profesional del porno que quería escabullirse con un disco duro oculto en su ropa íntima. ¡Tiene tela!
O como ese otro, el señor tranquilo y pactador, socarrón, capaz de dar España a cambio de un plato de lentejas para comprarse el mundo perdiendo el alma, que parecía un santurrón y estaba más podrido que el cieno de una pocilga.
Y un tercero, el matón de discoteca, que no daba un paso sin su grabadora para tenerlos a todos chantajeados, amenazados y cogidos por sus partes.
Y más y más, aparte da esposa, hermano, fiscal, fontaneras, amnistías, jueces, cambios constantes de opinión… Y cuanto queda por salir.
Y no se va. Y no se va porque cuenta con unos lacayos ciegos, privilegiados, con su buena paga y sus trajes y vestiditos de moda, que lucen mientras entran y salen, y cuya única misión es la de aplaudir a rabiar a todo lo que se mueva si lleva el dibujo de la rosa y el puño, y les beneficie personalmente. Y porque tiene a unos socios insaciables, separatistas, golpistas, etarras y nacionalistas egoístas y tribales, que lo dicen a las claras, que le dicen que quieren grandes privilegios, libertad de presos, dineros, competencias, todo… y la autodeterminación, para ser naciones independientes, pero sin despegarse del cordón umbilical y las ubres de España no sea que venga el frío de Europa. Y que añaden con toda la cara de cemento que ahora que el presidente está más débil, ahora hay que estrujarlo aún más a cambio de no dejarlo caer. Y él, que escucha todo esto, sin hacer un guiño, está dispuesto a darlo todo porque para quien no es nadie, verse entre los grandes del mundo, pisando moqueta o rodeado de aduladores, es sublime y obnubilante, vamos, el no va más.
Y ahora me dirán que yo digo todo esto porque lo que quiero es que gobierne la derecha y la ultraderecha, es decir, los fascistas, porque eso es lo que es uno cuando se atreve a criticar a la izquierda. Pues no. Yo lo que quiero y he querido siempre es que nos gobiernen personas honestas, íntegras, limpias, honradas, justas, leales… Que piensen en el bien común, que no mientan, que sean equitativas, que no se vendan, que impidan la desunión en un mundo cada vez más necesitado de unidad y colaboración de todos. Que sean de derechas o de izquierdas es lo de menos, siempre que sean dignos. Así debe ser la democracia.
Pero pena me da la derecha si alcanza el poder. Lástima me da el presidente que llegue tras este señor que está de corrupción hasta las cejas. Porque no podrá vivir. Lo van a acribillar si toca una ley ya aprobada o mueve a un colocado. Los sindicatos tan aborregados ahora por la pasta se volverán lobos y no podrá pararlos ni todo el oro de las minas del rey Salomón. Los acosos, escraches, concentraciones y manifestaciones serán continuados… Y si la economía deja de ser dopada será una carga de acero en las espaldas… Y si un tren se para o hay un apagón o vuela una mariposa y roza la nariz… que tiemble el cosmos.
Es decir, que el espíritu de la transición, esos años de reconciliación donde volvimos a darnos un abrazo todas las personas de buena voluntad, donde los viejos cerraron las heridas de una guerra civil vivida y los jóvenes alucinamos con la llegada de una democracia que nos daba libertades prohibidas, se ha perdido, ha muerto, lo han matado. No lo volveremos a tener. Lástima que mis hijos y nietos…, que viven ya y vivirán en un constante guerracivilismo, tengan que sufrir tan triste momento histórico.
Que estamos en una terrible polarización social y política, es evidente. Que es muy difícil cuando no imposible acabar con el lastre de los partidos nacionalistas, es claro. Que todos los partidos han tenido charcos de corrupción que emergerán a las bocas nada más se sientan atacados unos y otros, es irrebatible. Que el tú más, y tú más también, y tú mucho más…, será el pan nuestro de cada día…, nadie lo pone en duda… Y así la cuerda se estirará hasta el extremo.
Lo que hace falta es que esta radicalidad no se siga tensando y tensando, y dé lugar a que los odios, rencillas y venganzas nos acaben llevando a un nuevo conflicto. Solo hará falta que salte la chispa producida por el chasquido de las necesidades. Por ahora, tranquilos. Mientras que bares y restaurantes y playas estén llenos, creo que podemos seguir aguantando.