Qué grande es estar en el poder y qué triste cuando se deja
de estar. Y cuánto deben sufrir los que lo han disfrutado desde la soberbia y
la arrogancia.
He conocido a muchos políticos a lo largo de mi vida. Y
entre ellos, especialmente, a los que han tenido cargos en mi pueblo en cultura.
Con todos he mantenido más o menos relación. Algunos tan loables que me negaron
la más mínima ayuda, no económica, que también, sino de ánimo. Concejales, en
su mayoría, que eran tan arrogantes que solucionaban los problemas desde la indolencia
cuando no el desaire. Concejales de izquierdas y derechas. Da igual. Concejales
que se declaraban preocupados por la realidad cultural, que se enfadaban cuando
no se llenaban los locales en los actos que organizaban, que expresaban en los
medios de comunicación que lo más importes de los pueblos era la cultura,
porque es lo que nos hace mejores y más grandes y con más valores, por lo que
todos debíamos implicarnos activamente en favorecerla y mejorarla…, pero que
fue dejar el puesto y no verlos ya, ni por asomo, en ningún acto. Absolutamente
en ninguno. ¿Ya no era importante la cultura? Políticos, en general, alcaldes y
concejales, que se negaban a recibir a sus ciudadanos, esos hombres y mujeres
en los que reside verdaderamente el poder, según nos recuerdan cada vez que hay
elecciones, para ahora no ser ellos recibidos ni en su propia casa. Políticos
que ni respondían a los escritos oficiales que se les enviaban. Políticos a los
que para ver y expresarles propuestas, o pareceres, o quejas -¿por qué
no?- había que pedir audiencia y luego
ya veremos. Políticos que no haya miedo que te saludaran si tú no los saludabas
primero. Políticos a los que había que reservar los puestos de privilegio y
eran agasajados con invitaciones, honores, presidencias, copas de vino, banquetes…,
y que ahora andan solos por la calle, sin que apenas alguien se digne siquiera
a mirarlos.
Y no
aprenden los que siguen, los que están. Se creen eternos. Comenten los mismos
errores. Saben que te tienen en sus manos mientras mandan. Saben que son suyos
los edificios, los teatros, los recintos, la creación de eventos, las
contrataciones, los nombramientos, las decisiones, la ciudad entera… y se
endiosan. Lo saben pero lo olvidan. Olvidan que tarde o temprano, más bien
temprano que tarde cuando la ineptitud es además el faro que los alumbra, se
tendrán que ir…, y entonces, sólo entonces, por más que lo sospechen, comprobarán
lo tremenda y dura que es la vida.
Así que,
amigos del poder, sólo tenéis dos caminos: o actuar con altas miras desde la
sencillez, dando todo, pero todo de verdad por el pueblo, acudiendo a cuanto surge
para bien de la ciudad, sembrando justicia, amabilidad, entrega, facilitando propuestas
y labores, escuchando, alentando, dando participación, sirviendo honestamente…,
o actuar desde la arrogancia, la prepotencia, el aquí el que manda soy yo… En
ambos casos, al dejar el poder, bajaréis al infierno de ser nadie. No os quepa
la menor duda. Pero actuando de la
manera primera quedará, al menos, un respeto profundo en el corazón de muchos
junto a alguna que otra palabra amable. Mientras que actuando de la segunda forma,
sólo recibiréis la indiferencia y el silencio desde el corazón vacío de todos
porque nada noble sembrasteis en él.
Y es que
cuanto más se sube por la escalera del engreimiento, más grande es la caída.
Qué curioso sería recuperar la figura del siervo romano que le recordaba a su general en el momento glorioso del desfile victorioso aquello de : "Memento morí..."
ResponderEliminarUn abrazo Ramón desde Alas de Alanís.
Pd. Nos encantaría poder contar contigo en la inauguración oficial de nuestra sede el próximo 24 de Mayo. Espero que Leo te haya enviado el programa de actos y la invitación.