No cabe duda. El motor que mueve al mundo se llama
sexualidad. Si exceptuamos las personas con almas excelsas adentradas en
cuerpos especiales, que por motivos de fe, creencias, valores o metas de suma
libertad, renuncian al placer de la carne, no sin esfuerzo y sacrificio, todas
las demás no somos más que máquinas que pone en marcha la caldera de la libido.
Lo llevamos dentro. Hay una inevitable atracción hacia el
otro o la otra que anda impreso desde que nacemos en los genes, dormido en la
infancia para despertar en la pubertad, crecer en la adolescencia y brotar como
un torrente en la alta montaña cuando la juventud; y que ya no cesa,
recorriendo cauces medios y bajos, hasta desembocar en el mar de la muerte.
Y, aunque nos hagamos los ignorantes, los indiferentes, los
educados…, a todos los hombres nos llama la atención la figura de una mujer atractiva
que cruza a nuestro lado, y a todas las mujeres la figura de un hombre apuesto
que las mira con singular interés.
De ahí que las chicas, para llenar más el baúl de su
autoestima, no tengan reparo alguno en mostrar sus encantos. Y de ahí también que
vistan ropas más que atrevidas, provocadoras, insinuantes… Y de ahí que los
chicos se disfracen de romeos yendo y vistiendo a la moda que marquen los
diseñadores.
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El sexo, por consiguiente, es la mejor tienda, el mejor
escaparate y el mejor vendedor. No puede por lo tanto extrañarse nadie que el
erotismo e incluso la pornografía anden alrededor nuestro como el mismo aire
que respiramos. Toda la publicidad está llena de una atmosfera sexual más o
menos a las claras cuando no encubierta y subliminal. Anuncios, carteles,
letreros, rótulos… En el cine, igual. No hay película, serie, cortometraje o
videoclip que no nos muestre un desnudo, una escena de amor apasionado, una
imagen sensual… Un libro, si quiere triunfar, no puede dejar de expresar
capítulos lujuriosos, y si es sadomasoquista, mejor. Y si no que se lo
pregunten a E.L. James, autora de
Cincuenta
sombras de Grey… O como en el teatro: si los actores se desnudan en un
momento determinado, el lleno se asegura. O la misma pintura: un buen desnudo
es un cuadro vendido. Así que, queramos o no, todo está repleto de sexo, todo,
hasta la música, la escultura, la fotografía… Bueno, la fotografía no digamos. Adolescente
mandando fotos desnudas; mujeres y hombres enviando vídeos de alto voltaje; artistas
y famosos que llevan en sus móviles sus propios selfis más que escandalosos…
Y a tanto hemos llegado que hasta la prensa seria, la que
hasta hace poco era la guardiana del recato y el decoro, ya presenta en sus
páginas apartados con intención lasciva. Y si es la digital mucho más. Saben
los directores y editores que en cuanto exponen un apartado en donde aparezca
en el titular la palabra: sexo, o braga, pene, tetas, desnudo, pillados, caliente,
orgasmo…, y más si se acompaña de una foto voluptuosa, es cepo en el que el
noventa por ciento cae… Las estadísticas no fallan: cualquier noticia con
sexapil es sesenta y tres veces más leída que el resto… Y es que el sexo hace maravillas…
Lo mismo a mí también, después del titular que he puesto a este humilde
artículo se me multiplican las entradas en el blog. Como experimento y con esa
intención lo he escrito. Ya se verá. Estaré atento.
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